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La Nueva Agenda Económica Internacional

Por Tomás Peña

La economía global se encuentra intervenida por dos desafíos internacionales: la transición energética y la emergencia de nuevas tecnologías. El enclave político detrás de esto es que, tal como dicta la historia mundial, las potencias cuentan con una ventaja comparativa: “La historia la escriben los vencedores, pero el tiempo da voz a los vencidos”.

Ilustración | The New Yorker

Si bien muchos Estados intentan escapar del dilema de la interdependencia comercial, muchos otros ven limitado su margen de autonomía internacional. El imperioso avance encabezado por Washington y Beijing deja a la periferia mundial y al sur global en específico frente a un nuevo dilema comercial.

Resulta imperiosa entonces la capacidad que tengan los Estados para desplegar una Política Exterior pragmática, amparada en el beneficio del intercambio y de la inversión extranjera sobre esta agenda económica reciente. A su vez, que esto le permita a la periferia global no solo su adquisición en buenos términos comerciales, sino la posibilidad de su desarrollo e implementación nacional teniendo en cuenta que las manufacturas de valor agregado tienen una importancia crucial en las economías emergentes.

La concentración económica y comercial de China y Estados Unidos sobre estos desafíos pone en jaque a las ganancias extraordinarias que puedan obtener el resto de las naciones, sobre todo las emergentes. Sea por ideología o pragmatismo, estas deben aliarse al liderazgo de alguno de ambos polos porque el desarrollo de estas áreas hacen que su adquisición y práctica sea cada día más necesaria.

Podrían las corrientes industrialistas argumentar que es primordial que los Estados desarrollen estas áreas para obtener ingresos elevados sobre el valor agregado que genera la comercialización de estos servicios. No obstante, su desarrollo depende de una inversión que solo las economías más avanzadas, las infraestructuras más robustas y los mejores centros de investigación y desarrollo pueden explotar. China y EE.UU. abanderan estas cuestiones, lo cual refuerza las actuales teorías que sugieren que el mundo se encuentra en un estado de bipolaridad.

En este sentido, La Inteligencia Artificial en EE.UU. es explotada por sede de gigantes tecnológicos como Google, Amazon, Microsoft y Facebook (Meta) que cuentan con grandes inversiones en IA. China, por su parte, invierte fuertemente en IA y tecnologías relacionadas en su hogar de empresas de mayor poder adquisitivo: Alibaba, Tencent y Baidu. El sistema de Blockchain de Silicon Valley alberga muchas Startups de Blockchain y Criptomonedas, entre ellas Coinbase para el caso de Washington. En Beijing, aunque cuente con regulaciones más estrictas, es un líder en tecnología blockchain mediante la empresa Ant Financial, entre otras.


Ilustración | Reuters

Asimismo, la computación en la Nube constituye el mercado de almacenamiento de datos computacionales. Los pioneros y más significativos jugadores son Amazon Web Services, Microsoft Azure y Google Cloud, en Nortemerica y Alibaba Cloud, en el caso de Beijing. La Realidad Virtual (VR) es una nueva de tecnología de alto impacto en el mercado. Meta, Google y Microsoft vienen siendo pioneros sobre ésta en Estados Unidos y Pico Interactive en China.

La impresión 3D ha girado el tablero de la arquitectura, la manufactura y la construcción mundial a través de una tecnología que facilita que estas disciplinas continúen avanzando. Estados Unidos mediante Stratasys y para China Shining 3D. El 5G como herramienta fundamental para la telecomunicación es liderada por Verizon y Huawei, que cubren la mayoría del mercado global.

La biotecnología y las energías renovables no se quedan atrás. Donde en la primera CRISPR Therapeutics domina en investigación de la disciplina en Occidente y en Oriente, con un alcance global, predomina BGI (Beijing Genomic Institutes), la secuenciadora de genomas de ADN humano más grande del planeta. Opera en más de 100 países y provee pruebas prenatales, diagnósticos por hisopo y otras enfermedades, además de análisis de salud. Las energías renovables es otra área que ambas superpotencias dirigen. Estados Unidos cuenta con Tesla, gran exponente de vehículos eléctricos mundialmente y persiste en innovar en energía solar. Mientras tanto, las “tecnologías verdes” de China inciden cada vez más en la inversión extranjera directa de países latinoamericanos.

Desde autobuses eléctricos a paneles solares, la inversión sobre energías renovables se vuelve el frente más reciente y significativo en la guerra comercial que hay entre ambas superpotencias. Estas tecnologías implicaron, durante el 2022, una suma de 350 billones de dólares. China suple la demanda de los países latinoamericanos para explotar la riqueza de minerales críticos que buscan desarrollar tecnologías ecológicas. Estados Unidos teme perder la carrera tecnológica ecológica tanto en forma global como en su histórico “patio trasero”.

Esto explica por qué el 99% de los paneles solares que importa la región provienen de China. “State-grid”, corporación de energía eléctrica propiedad del Estado de Chino, ha adquirido dos de los distribuidores mas importantes de Chile que suministran a la mitad del mercado chileno. Asimismo, compañías chinas controlan la distribución de toda la electricidad en Lima, Perú. Políticos de la región esperan que estas inversiones sean puntapié para comenzar a fabricar estas manufacturas localmente y diversificar sus industrias.


Imagen | Globaltimes

China y Estados Unidos no solo albergan las principales empresas de tecnología y de transición energética, sino que también invierten significativamente en infraestructura, educación y políticas que fomentan la innovación y el desarrollo tecnológico sobre estos rubros. Su predominio, naturalmente, les da un amplio margen de maniobra internacional. Puesto que el mundo vira hacia estas áreas, la colaboración internacional y la competencia se ven restringidas por el fenómeno de “rule takers” y “rule makers”, en donde el primero crea y moldea a su favor las reglas de juego internacional y el último las acata, amparándose en uno de ambos polos.

Esto deriva en que los países se enfrenten a un “trade dilemma” (dilema comercial). Pese a que existen muchas políticas exteriores meramente ideológicas, en las cuales ante desafíos mundiales priorizan los lazos simbólicos y tradicionalmente más preponderantes (como lo es el caso de Corea del Norte en donde el 90% de su comercio se destina en China), el resto del globo se ve en la disyuntiva de cómo manejar sus lazos de interdependencia y cooperación sobre desafíos globales.

Este dilema hace referencia a la necesidad de comerciar con aliados: reducir la dependencia en la cadena de suministros que se tiene con polos opuestos. La guerra comercial norteamericana da constancia de esto: Biden aprobó este 14 de mayo un decreto para aumentar los aranceles de semiconductores de un 25% a un 50%, jeringas y agujas de un 0 a 50% y baterías de iones de litio de un 7,5% a un 25%. En parte, la movida de Biden es política de cara a las elecciones, pero no deja de ser un artilugio para reducir su dependencia económica y desfortalecer a un enemigo en su política internacional. Caso similar es el Boicot europeo sobre el gas ruso que debió hacerse en occidente, sobre todo en Europa con fin de debilitar la economía de Putin.

El cambio de desafíos globales viene dado por socios que presenten mayores ventanas de oportunidades y mejor financiamiento. La participación de China en el comercio exterior del MERCOSUR pasó del 5% a algo más del 17%, y la de Estados Unidos descendió del 20% al 12,5%. En 2001 era un socio marginal, con solo el 4% del comercio exterior del MERCOSUR, en 2017 había llegado al 18%, con lo que destronó a la UE del primer lugar como socio externo (Actis, 2017). Participar en cadenas de suministros rentables implica priorizar el pragmatismo sobre la ideología.


Imagen | France 24

Según el punto de vista de quien escribe, las Naciones -o por lo menos la Política Exterior Argentina- debe seguir los postulados de Carlos Escudé sobre el Realismo periférico para cooperar internacionalmente, crear alianzas y frentes de tensión pertinentes a los nuevos desafíos económicos. Su tesis se adapta a los países periféricos o en desarrollo, cuya formulación de Política Exterior suele estar determinada por los “rule makers”.

Ante esta inevitable asimetría internacional e inmersos en un contexto que agrava la desigualdad del sistema es importante reconocer limitaciones y vulnerabilidades. Consecuentemente, la estrategia de Política Exterior debe encasillarse bajo el pragmatismo. Esto es, alinearse (aunque no automáticamente) con las potencias cuyos intercambios maximicen las ganancias y beneficios económicos. Minimizar las tensiones y conflictos con los países poderosos siempre que el ámbito sea ideológico o simbólico y solo librar las batallas que tengan de fondo un interés económico. Esto es lo que el autor ha denominado como inversión de autonomía internacional. En concordancia con el presente ensayo, es menester pragmatizar la Política Exterior en base a los nuevos desafíos, escogiendo aliados que presenten no solo oportunidades rentables, sino la capacidad de especializarse en estas nuevas energías y tecnologías cuyo avance en la diaria resulta avasallante.

En virtud de estas reflexiones se desentraña que los nuevos desafíos económicos globales como lo son las nuevas tecnologías y las transiciones energéticas congenian la futura agenda internacional y ella ya tiene líderes marcados. La presente situación le implica a la periferia dos grandes contiendas internas: moderar su Política Exterior, colaborando con los polos que ofrezcan un intercambio beneficioso; y que esto les permita el desarrollo y la producción futura de tales recursos, de modo que puedan escapar el conflicto de la “primarización” de las exportaciones y de sus economías industriales.


Tomas Peña (Argentina): Licenciado en Relaciones Internacionales, Universidad de San Andrés y Miembro de Diplomacia Activa.

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