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Elecciones en Rusia: una eterna mamuschka

Por Axel Olivares

El mundo está cada vez más convencido de que las elecciones en Rusia no son más que un espejismo que simula la legitimidad de un pueblo ficticio.

En lo que va del siglo XXI, Rusia no ha conocido otra autoridad máxima que no sea Vladimir Putin. Con un breve intercambio con su primer ministro, Dmitri Medvédev, entre 2008 y 2012, el ex miembro de la KGB ha manejado los hilos de la nación sin ningún obstáculo que no fuera fácilmente neutralizable.

Por primera vez desde la invasión a Ucrania, Rusia celebrará elecciones presidenciales entre el 15 y el 17 de marzo y Putin buscará su quinto mandato. Desde finales de febrero comenzaron a votar ciudadanos rusos de las zonas más remotas. La Comisión Electoral Central (CEC) habilitó cuatro zonas ocupadas en Ucrania (Donetsk, Jersón, Lugansk y Zaporiyia) para que soldados y ciudadanos rusos puedan votar. Los comicios en estos territorios no solo han sido condenados por el gobierno ucraniano, sino que son sumamente cuestionados por la comunidad internacional.

Para que el régimen no se exponga oficialmente como un estado autocrático, Putin ha promulgado leyes que le han permitido perpetuarse en el tiempo. En 2008 amplió el mandato presidencial de cuatro a seis años y en 2020 el CEC llamó a un referéndum que, en forma de una invitación para restaurar los valores rusos más conservadores, encubrió el permiso al presidente para postularse por dos mandatos más.

El CEC favorece implícitamente a Putin al autorizar una oposición que no contradice en grandes rasgos al líder ni recolecta una gran popularidad en la población. Entre sus oponentes se encuentran Nikolay Kharitonov del Partido Comunista el cual ocupa una posición marginal en la Rusia contemporánea; dos miembros del Kremlin: Leonid Slutsky, del Partido Liberal Democrático y miembro de la Duma, y Vladislav Davankov, vicepresidente de la Duma. Ninguno se opone a las intenciones de Putin de avanzar sobre Ucrania.


Ilustración | Klawe Rzeczy

La Comisión ha vedado a Boris Nadezhin y a Ekaterina Duntsova por supuestas irregularidades en sus candidaturas. Ambos se opusieron abiertamente a la guerra, además de Alexéi Navalny, una figura que logró progresivamente organizar una oposición sólida. Un sector de la población se solidarizó por su detención arbitraria y las malas condiciones en las que vivió, pero luego de ser asesinado en circunstancias poco claras, Putin ha logrado deshacerse de cualquier tipo de resistencia organizada hacia su régimen.

¿Putin realmente reúne el consenso que presume tener?

Se estima que Vladimir Putin concentra casi el 80% del apoyo entre los rusos. Esta cifra es difícil de verificar debido a la limitada cantidad de encuestadoras presentes en Rusia, como también la escasa independencia que tienen para poder registrar la respuesta de la población rusa que, dicho sea, no es del todo veraz debido al temor de contradecir al Kremlin y verse envueltos en problemas.

Sin duda, hay un claro fortalecimiento de la imagen de Putin después de la invasión a Ucrania. Pero la “operación militar especial”, como la llama el Kremlin, puede ser el combustible que alimenta a los peores aspectos de la idiosincrasia rusa. 

Desde la época imperial de Pedro el grande, pasando por la era soviética de Stalin hasta llegar a la Federación con Putin, Rusia ha sido una nación escéptica frente al resto de Europa, lo que ha incentivado sus intenciones expansionistas por sobre territorios limítrofes como modo de defensa. Considerándose muchas veces la “verdadera Europa”, las autoridades rusas han utilizado siempre como pretexto la conservación de determinados valores morales, diferenciándose de un mundo “en decadencia moral”, para reprimir cualquier tipo de disidencia y así poder preservar esa supuesta pureza rusa.

Pero mientras la guerra ha logrado desestabilizar el mercado interno producto de mayores inversiones militares, caída de las exportaciones y sanciones económicas, la maquinaria propagandista ha puesto todo su empeño en contrarrestar el estado anímico entre los rusos. Con el control de todos los medios de comunicación, el gobierno se ha encargado de difundir la imagen de un mundo sumamente hostil contra Rusia y de un líder que es consciente de ello, y así invita a mantener una Federación unida frente al enemigo externo. La mayoría de los ciudadanos son fácilmente arrastrados por los sentimientos nacionalistas orquestados por el Kremlin, otros simplemente se ven resignados ante el “mal menor”.

¿Rusia está bajo un régimen totalitario?

Si hay algo por lo que se caracterizó la entrevista de Tucker Carlson con Vladimir Putin es por el énfasis que este último le puso a la historia de Rusia como fuente de legitimidad para avanzar sobre Ucrania considerándolo como un “Estado artificial”. Si consultamos la teoría vemos que esta lógica no es muy diferente a la que describe la filósofa Hannah Arendt en su libro Los Orígenes del Totalitarismo

En búsqueda de la esencia del totalitarismo, Arendt encontró en los dos regímenes dictatoriales más importantes del siglo XX lo que caracteriza a un movimiento totalitario. Tanto en la Alemania fascista como en la Unión Soviética el totalitarismo defendía una misión sagrada basada en supuestas leyes de la Naturaleza, en el primer caso, o en las leyes de la Historia, en el segundo. Como dijo Stalin, “la irresistible fuerza de la lógica” le permite al poder pasar por encima de cualquier ley o institución que no responda a ese proceso lógico incuestionable. De esta forma, el régimen totalitario se ve autorizado a llegar hasta las últimas consecuencias para llegar a ese escenario utópico que dicta esa lógica irrenunciable. 

Una vez que la fuerza de esa lógica se apodera de las masas, es de esperar que los individuos eviten por voluntad propia el cuestionamiento hacia la autoridad. Pero para que ese camino mantenga su rectitud, el régimen no dudará en emplear la fuerza coercitiva ante la presencia de cualquier tipo de disidencia. 

Si pasamos a la práctica, en Rusia está prohibido hacer cualquier tipo de manifestación en contra de la guerra, como también ser crítico a Vladimir Putin o a la iglesia ortodoxa. Además, en su afán de mantener la “pureza” de la nación, meses atrás el Tribunal Supremo declaró al movimiento LGBT+ como una organización extremista. Las consecuencias son fáciles de estimar: organizaciones como OVD-Info reconoce más de mil presos políticos detenidos por cargos ilusorios. El miedo como mecanismo para el orden es tanto un medio como un mensaje. Tal como afirma Arendt, “si la legalidad es la esencia del Gobierno no tiránico y la ilegalidad es la esencia de la tiranía, entonces el terror es la esencia de la dominación totalitaria”. El terror, como servidor del proceso lógico-histórico, permite desarmar el pluralismo para construir un sujeto total que sea parte del proceso


Ilustración | The New European

Los medios han jugado un papel clave para que el imaginario colectivo no se tuerza de ningún modo. Los medios oficiales han establecido una burbuja de filtro para resguardar a la ciudadanía de cualquier influencia exterior, pero también para poder moldear la opinión pública a su manera, todo en pos de esa lógica histórica la cual todo buen ruso debe obedecer. Lo más alarmante es que este modelo autócrata de propaganda ha encontrado oportunidades por fuera del cascarón: varios analistas han observado que la entrevista de Tucker Carlson ha significado para Putin una forma de legitimar su imagen en Occidente en medio de la Guerra de la Información en la cual el Kremlin pelea, sobre todo en territorios en donde la democracia se ve desmejorada.

¿Cuál es el futuro de Rusia?

Los próximos años no serán sencillos para Putin. Según el periodista y experto en política rusa, Andrei Kolesnikov, Rusia se enfrenta a una recesión económica producto del cierre de las exportaciones, de una mayor dependencia a las inversiones gubernamentales y de un aumento en la inversión en el complejo militar-industrial. Por otra parte, la población está envejeciendo; esto sumado a la gran tasa de exiliados, el país sufre una crisis demográfica que afecta el frente de batalla. Todo esto desemboca a la vez en una crisis psicológica para los rusos, encerrados en un prolongado contexto de inestabilidad económica, de guerra y de políticas coercitivas cada vez más severas.

“Si los fracasos económicos pueden superarse mediante la represión política y una ideología nacional-imperial arcaica, es posible gobernar durante mucho tiempo” afirma Kolesnikov, quien también considera que la explotación de recursos sobre una economía cada vez menos productiva a expensas de los contribuyentes y de la intensificación de producción de armas, está llevando a un modelo de desarrollo moribundo que requiere utilizar hoy recursos que mañana pueden escasear.

Por otro lado, el gobierno puede haber cortado la cabeza de su opositor más sólido, pero eso no quiere decir que el cuerpo haya muerto. Cientos de personas en Moscú se congregaron en el funeral de Navalny para dejarle flores. La multitud fue fácilmente disgregada por la policía. Sin embargo, esto demuestra que aún existe una verdadera oposición dentro de Rusia. 

Putin no tiene el camino tan despejado como piensa. Los restos de disidencia que aun no se han exiliado de Rusia se suman a la lista de problemas; pero, aunque con solo levantar el dedo, el líder ruso pueda barrer la insurrección fácilmente, el malestar de la ciudadanía no será contenible para siempre, por lo que las autoridades deberán adentrarse a una espiral eterna de represión. En el corto plazo, Vladimir Putin puede tener su victoria electoral garantizada, pero no así el éxito de sus planes para el futuro de Rusia.


Axel Olivares (Argentina): Miembro de Diplomacia Activa y Estudiante de Comunicación Social, Universidad Nacional de Cuyo.

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