La deshumanización con el tráfico ilegal de órganos
Por Arturo Martínez Bautista
El tráfico de órganos, un delito comúnmente conocido y camuflado, es un fenómeno que ocurre cada día en prácticamente cualquier parte del mundo. Antes de entrar en detalle en las dinámicas de esta práctica, es importante explicar correctamente qué se entiende por tráfico de órganos.

Analicemos el concepto desde la óptica de la norma vigente. El tráfico de órganos consiste en la extracción, venta y compra clandestina de partes del cuerpo humano, entendiéndose por órgano a la «entidad morfológica compuesta por la agrupación de tejidos diferentes que concurren al desempeño del mismo trabajo fisiológico”.
El trasplante de órganos humanos de forma ilegal constituye una forma de esclavitud que afecta a los más pobres en todo el mundo. Es en la práctica, un continuo tráfico clandestino que mutila a miles de personas en todo el mundo. Se les extraen riñones, corazones, pulmones, ojos, córneas, la piel, páncreas, los intestinos y un largo etcétera, y con ellos se genera una oferta que intenta satisfacer una demanda que crece gradualmente cada año. Y es que, aunque es complicado estimar de manera exacta cuánto dinero produce el tráfico ilegal de órganos comúnmente llamado “turismo de trasplantes” se calcula que puede llegar a generar entre unos 840 millones y 1,7 mil millones de dólares.
A nivel de país, uno de los países que más destaca por este tipo de prácticas es la República Popular China. A pesar de que Pekín asegura que ha dejado de poner en el mercado los órganos de los presos ejecutados, los partidarios de trasplantes éticos rechazan esta afirmación. Más allá de China, también destacan países como México y Costa Rica, donde existe una auténtica red clientelar que involucra hasta a los profesionales de la salud. De hecho, Costa Rica es actualmente un país anfitrión de turismo de trasplantes, dado que en su territorio existen subredes de tráfico de órganos en las que participan los operadores de turismo, las agencias de viajes, hoteles, etc. Además, se sirven de los archivos de los pacientes que guardan los hospitales, y que les sirven para determinar qué personas son compatibles en función de lo que se necesite.

El mercado que rodea a esta práctica
El tráfico de órganos, que mantiene una estrecha relación con las redes de corrupción y de encubrimiento de delitos, tiene, como es de esperar, graves consecuencias en la salud de los que se someten a este tipo de actividad.
El presidente de la Sociedad Internacional de Trasplantes, Philippe O’Connell, ha resaltado el hecho de que entre un 40% y un 70% de los “turistas del trasplante” (quienes aceptan o donan órganos de manera ilegal) desarrolla al menos una complicación infecciosa y, entre un 20-50% de los mismos, una infección mortal.
De acuerdo con los estudios de la OMS, en el mercado se paga por un riñón indio o africano entre 1.000 y 3.000 dólares. Por un trasplante de páncreas se llega a pagar entre 98.000 y 130.000 dólares, por un hígado 150.000, por un pulmón 150.000, por una córnea 30.000, por un corazón de 130.000 a 160.000 y por un riñón 62.000. Hablando en términos generales, según una publicación de Bloody Harvest, el precio medio de un órgano estaría entre 30.000 y algo más de 150.000 dólares.
Los países de donde proceden estos compradores de órganos son mayoritariamente Canadá, EE.UU., Arabia Saudí, Japón y Taiwán. Y los principales territorios exportadores de los órganos son, Kosovo, Chipre, Azerbaiyán, Egipto, China, Panamá, Pakistán, India, Filipinas, Rumania, Moldavia, Perú y Colombia. Tras leer los países que forman parte de este flujo se puede vislumbrar una clara certeza: los órganos van de los pobres a los ricos, desde el “mundo del Sur” hacia el Norte.
En cuanto al órgano que más se comercializa, el broche de oro se lo lleva el riñón. Este órgano constituye alrededor del 75% del mercado ilegal debido a la falsa creencia de que, por tener dos riñones, uno de ellos es completamente prescindible. La OMS calcula que cada año se venden 10.000 riñones en el mercado negro en todo el mundo, o más de uno por hora.
Según la Organización de las Naciones Unidas, uno de cada 7000 riñones usados en el mundo para trasplantes proviene de niños secuestrados. La industria relacionada solo con este órgano mueve unos 1,2 miles de millones de dólares cada año (teniendo en cuenta que el tráfico ilegal global está valorado en 1,7 miles de millones, como anteriormente se ha expuesto).

¿Por qué es tan alto el flujo de trasplantes ilegales?
Parte de este flujo ilegal de órganos se explica debido a los fallos en los sistemas de donación de órganos legales de los países desarrollados. Cuando se analizan los tiempos de espera para recibir un trasplante en los países desarrollados, se puede entender mejor el comportamiento de la demanda de órganos por la vía ilegal. En Canadá se estima que el tiempo promedio de espera para un riñón es de 4 años, y algunos llegan a esperar hasta 7 años. En Estados Unidos, el tiempo promedio de espera para un riñón es de 3,6 años, según indica la Fundación Nacional de Nefrología.
Además, en EEUU la lista de espera para un trasplante se multiplicó exponencialmente entre 1990 y 2009, pasando de 20.000 a 100.000 personas. Según la OMS, aproximadamente 6.500 pacientes fallecen cada año esperando un trasplante en el mundo. En España, donde, de acuerdo con la Organización Nacional de Trasplantes, la lista de espera es de unas 5000 personas, aproximadamente un 10% fallece durante la espera.
Soluciones innovadoras para disminuir el tráfico ilegal de órganos
Ante este totum revolutum sin ningún control efectivo por parte de autoridades internacionales, los economistas William Barnett II, Michael Saliba y Deborah Walkerquehan han propuesto la siguiente serie de soluciones para acabar con el problema:

El primer planteamiento refiere al establecimiento de una cuantía económica que actuase como una compensación por la donación de órganos cadavéricos. A pesar de que esta práctica está prohibida, se podría estudiar un modelo por el cual las universidades (mayoritariamente de los países desarrollados, de acuerdo con el mapa anterior) estableciesen un sistema de remuneración para aquellos pacientes que decidan donar sus cuerpos a la medicina y que, más aún de eso, donen sus órganos para aumentar la oferta legal en los sistemas nacionales de trasplantes.
Así mismo, se propuso el establecimiento de una cuantía económica que actuase como una compensación por la donación de órganos en vida. Tomando como ejemplo el estudio para el Journal of Economic Perspectives de 2007, Introducing Incentives in the Market for Live and Cadaveric Organ Donations, el Nobel de Economía Gary Becker y Julio Elías estimaron que una compensación de 15.000 dólares a un donante vivo eliminaría la escasez de riñones.
Otra solución sería establecer un programa basado en la reciprocidad, según el cual el individuo que se ofrezca como voluntario para donar un órgano tendrá prioridad a la hora de recibir uno cuando lo necesite. Este esquema incentiva la donación de órganos, al ofrecer al donante un potencial beneficio.
Por último, continuar con el sistema de consentimiento para la donación de órganos cadavéricos. Esta solución, que tiene relación con la primera, se practica en países como España, Italia, Austria y Bélgica, donde las leyes señalan que si una persona no ha manifestado explícitamente su objeción a que se donen sus órganos una vez muerto es que acepta que estos sean donados con fines médicos.

Por último, si ponemos una mirada distante hacia el futuro, desde el Protocolo de Palermo adoptado por las Naciones Unidas en Italia en el año 2000, la conciencia internacional sobre este tema ha ido ganando terreno. En 2008, un grupo actores clave en la lucha mundial contra el tráfico de órganos se reunió para formar la Declaración de Estambul, creó nuevas definiciones sobre el tráfico de órganos y el turismo de trasplantes, y desarrolló prácticas prometedoras para abordar el comercio de órganos. Además, el Consejo de Europa adoptó un Convenio contra el Tráfico de Órganos Humanos en 2014, que entró en vigor en enero de 2018. Este supuso un avance fundamental, ya que se trata del primer mecanismo legal con una definición coordinada a nivel internacional del tráfico de órganos.
En este tema ha intervenido incluso el Vaticano, representante máximo de la postura de la Iglesia Católica, tras celebrarse en el 2017 la Cumbre sobre el tráfico de órganos, organizada por la Academia Pontificia de las Ciencias en el Vaticano. En esta cumbre se trató el asunto del tráfico de órganos y el turismo de trasplantes, y se reunió a expertos de más de 50 países del mundo. Durante la cumbre, el Papa Francisco I considero que este problema “se trata de un flagelo a escala global derivado de la trata de personas, el cual supone otra forma moderna de esclavitud”. Así mismo, el Papa puso como uno de los objetivos de su pontificado erradicar este tráfico.

Si algo hay claro, es que se sigue desconociendo el alcance real del tráfico ilegal de órganos, que abarca muchas dimensiones. Así las cosas, es imprescindible que esta práctica se añada a los programas de estudio e investigación relacionados con la trata de personas, a fin de ampliar la información sobre ella y encontrar maneras de erradicarla.
Arturo Martínez Bautista (México): Estudiante de Relaciones Internacionales, Universidad Tecnológica de México
Categorías
Crimen Organizado, Delitos, Derecho Humanitario, Derechos Humanos, Regiones