Saltar al contenido

El juego como fundamento del Estado

Por Agustina Miranda Giordano

En «La actualidad de lo Bello», Hans-Georg Gadamer nos dice que “el juego es una función elemental de la vida humana, hasta el punto de que no se puede pensar en absoluto la cultura humana sin un componente lúdico”. La pregunta ahora es ¿Cómo se puede extrapolar al Estado?

Ilustración | Ana Paula Durán

En la conocida obra Homo Ludens del historiador cultural Johan Huizinga encontramos un análisis profundo sobre la noción y función del juego como un fenómeno cultural, se trata de un ensayo sobre “el elemento lúdico de la cultura”. Para él es algo más que un fenómeno meramente fisiológico, biológico o psicológico. Afirma el autor que “todo el hacer del hombre no es más que un jugar. El juego es una función humana primordial (Homo ludens) como lo es la reflexión (Homo sapiens) y el trabajo (Homo faber). 

El juego acompaña a la cultura desde sus comienzos hasta su extinción. Es posible constatar su existencia desde las formas más sencillas y simples del juego dentro de la vida animal hasta la existencia de grados más desarrollados y complejos de juegos. En este sentido, Huizinga no analiza cualquier forma de juego, sino que atiende a los juegos de índole social como las formas superiores más desarrolladas.

De entre los rasgos del juego que menciona el autor, resulta interesante uno de ellos: el carácter de orden del juego. El cual lo podemos traducir en ritmo, armonía y tensión: un tender hacia la resolución, con un determinado esfuerzo para que funcione. A su vez, estas cualidades de orden y tensión nos llevan a la consideración de las reglas de juego.

“Frente a las reglas de un juego no cabe ningún escepticismo […] En cuanto se traspasan las reglas se deshace el mundo del juego. Se acabó el juego. El silbato del árbitro deshace el encanto y pone en marcha, por un momento, el mundo habitual”

Johan Huizinga en Homo Iudens

En este sentido, algunos estudiosos de su obra como el historiador del arte Ernst Gombrich señalan que “las convenciones pertenecen a la cultura y al arte, como las reglas pertenecen a los juegos” (En La gran seriedad del juego en Tributos, 1991).  De acuerdo con Huizinga, el juego se despliega dentro de unos límites temporales y espaciales determinados, según reglas “obligatorias”, aunque “libremente” aceptadas.

En este sentido, algunos estudiosos de su obra como el historiador del arte Ernst Gombrich señalan que “las convenciones pertenecen a la cultura y al arte, como las reglas pertenecen a los juegos”. De acuerdo con Huizinga, el juego se despliega dentro de unos límites temporales y espaciales determinados, según reglas “obligatorias”, aunque “libremente” aceptadas.

Tal acción tiene su fin en sí misma y va acompañada de un sentimiento de tensión hacia la resolución y de la conciencia de ser de otro modo que al cómo se es en la vida corriente. En cierto sentido, la civilización se juega según ciertas reglas y aquí es posible ver el elemento del juego en la cultura.

Esta teoría del juego de Huizinga fue recogida por diversos pensadores. Uno de los pensadores coetáneo al historiador de la cultura que entró en diálogo con su obra fue el filósofo español José Ortega y Gasset. En el pensamiento orteguiano podemos encontrar numerosas alusiones al juego y al deporte. En términos generales, en Ortega, en el empleo de la noción “deporte” hay una consideración sobre la recreación, el juego, la competición y la lucha.

El deporte es definido por el filósofo como la conducta que el humano suele “adoptar durante los momentos breves en qué la penosidad y las urgencias de la vida, le han dejado de oprimir, y se dedica al entretenimiento, a un juego en el que juega aplicando al resto de vida, es decir, a lo serio y doloroso de la vida.”


Erdogan junto a su par kazako Tokaev «juegan» a la par de negociaciones bilaterales.

Según el análisis de Taro Toyohira — estudioso de la obra de Ortega —, en esta declaración el filósofo establece una relación entre su visión «circunstancial» de la vida humana con la ocupación deportiva, que, aunque “pueril, lujosa, perturbadora y escapista”, puede aplicarse a las circunstancias vitales en la que el ser humano se encuentra enfrentado.

Siguiendo la línea de argumentación que presenta Toyohira, en el deporte se da una situación paradójica dónde los humanos, por un lado, nos retiramos de aquellos momentos penosos de la vida y, por otra parte, buscamos resolver de forma lúdica esas “circunstancias” vitales.

Por esa razón, Ortega le da al deporte la categoría de “lujo vital»: la lujosa práctica deportiva; la cual es concebida como un ideal posible de deportividad. Al respecto, queremos enfocarnos en su interpretación sobre la génesis deportiva del estado y sus consecuencias éticas.  La tesis principal del autor en su escrito titulado El origen deportivo del Estado (1924)radica en que el espíritu lúdico deportivo crea el Estado y todas las instituciones culturales políticas a través de un cierto tipo de comunidad.

Allí Ortega manifiesta que “el ‘club’ de los jóvenes configura grupos y acciones como: “La exogamia. La guerra. La organización autoritaria. La disciplina de entrenamiento o ascética. La Ley. La asociación cultural. El festival de danzas enmascaradas o Carnaval. La sociedad secreta” Todo ello, junto e indiferenciado, con relación, y a su vez, sin mucho sentido, conforma la génesis histórica e irracional del Estado”


Estas reflexiones sobre el juego y la conformación del estado a partir del elemento lúdico resultan interesantes para comprender las raíces de las actuales configuraciones del mundo. Sin embargo, nos toca ser críticos y señalar que el juego y el deporte en las sociedades modernas han perdido bastante de su esencia lúdica, de ocio, y se han convertido en un negocio. Cuestión que por cierto detectan tanto Huizinga como Ortega y Gasset. Declara el filósofo español: “Pues bien: yo creo que esto es lo que hoy acontece a los hombres de Occidente: no saben de verdad qué hacer, qué ser, ni individual ni colectivamente

Podríamos decir que estas reflexiones sobre el deporte sirvieron para reforzar la teoría expuesta en la conocida obra de Ortega La rebelión de las masas, sobre el que ya hemos hablado. En este sentido de análisis desde una perspectiva “deportiva”, retoma algunas de sus tesis sobre influencia que las masas en los órganos de toma de decisiones en el siglo XX, atendiendo al modo cómo los viejos hábitos y gustos del pueblo se reflejaban ahora en los estadios deportivos y eventos masivos.

Jugar limpio, el fair play, de ser justo, de defender sus derechos, pero respetando los del prójimo, de no mentir. Mentir en el juego es falsificar el juego y, por tanto, no jugar

Ortega y Gasset

Resulta curioso que ambos pensadores, Huizinga y Ortega y Gasset, quienes reivindicaron la importancia del juego y el deporte como elementos primordiales de la cultura y, en el caso de Ortega, de la constitución del estado, coincidan en rechazar el espíritu lúdico deportivo del sujeto moderno.

Sin embargo, ambos rescatan estas nociones. Pues, de acuerdo con lo que afirma Toyohira, en parte esto se debe al hecho de que, tanto para uno como para el otro, hay algo en el fondo que sigue siendo importante, pues ya no se trata tanto del juego o del deporte en sí mismos, sino en la actitud que hay detrás y frente a ellos, la actitud con la que se juego y el modo cómo se juega y se aceptan las reglas del juego.


Agustina Miranda Giordano (Argentina): estudiante de Profesorado de grado universitario y Licenciatura en Filosofía, Universidad Nacional de Cuyo.

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s

A %d blogueros les gusta esto: