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Ortega y Gasset: el imperio político de las masas

Por Agustina Miranda Giordano

“Pues bien: yo creo que esto es lo que hoy acontece a los hombres de Occidente: no saben de verdad qué hacer, qué ser, ni individual ni colectivamente” aseveraba José Ortega y Gasset ¿De dónde parte su filosofía?

Ilustración | Ingrid Selene Fonoy Díaz

Filósofo español cuya labor fue a contracorriente, disruptiva, su filosofía se asienta en y desde la vida, la realidad efectiva e histórica. Volviendo a sus palabras, nos preguntamos ¿Qué circunstancias lo conducen a afirmar y diagnosticar en estos términos su presente? Incluso afirma en esa misma obra, Meditación del pueblo joven, que el hombre “se es a sí mismo estorbo y radical dificultad.”

Para comprender hacia dónde se dirige la filosofía de Ortega y Gasset comencemos por aclarar algunas nociones fundamentales de su pensamiento que se retrotraen y reúnen en la obra clave del autor: La rebelión de las masas. Se trata de un análisis filosófico profundo que Ortega comenzó a publicar en el diario El Sol el 24 de octubre de 1929 y que, posteriormente, apareció en forma de libro en 1930. Hay que tener presente, ante todo, que este libro se escribió en Madrid hace casi un siglo.

Ortega expresó el núcleo de su pensamiento con unas pocas, pero contundentes palabras: “Yo soy yo y mi circunstancia”, y continúa con las tan frecuentemente omitidas: “y si no la salvo a ella no me salvo yo”. Esto indica el carácter circunstancial de sus pensamientos y de cada uno de sus escritos. Esas páginas que leemos no se refieren al hoy en el que estamos inmersos, sino a un ayer bastante lejano y que, sin embargo, casi todo lo que allí se relata parece del hoy.

José Ortega y Gasset | Filósofo y ensayista español

Su objetivo en La rebelión de las masas es aproximarse al “problema del hombre actual”. El fundamento que atraviesa toda la obra es el de ser una “doctrina sobre la vida humana”. Un recordatorio de que su texto no es un panfleto político, sino una búsqueda que pretende construir una “filosofía de lo humano”.

Nociones claves del autor: masas y minorías

Este texto ha sido, en general, malinterpretado. Cuando Ortega habla de las “masas», hay quienes dieron por supuesto, que Ortega hablaba de “masas obreras”. No obstante, numerosas veces repite que con esta noción no designa a clases sociales, sino una clase o “modo de ser hombre” que se da en todas las clases sociales, y que por lo mismo representa a su tiempo. Clase de hombre que predomina e impera y que, en tanto modo de ser de las masas, dirige la sociedad sin tener la capacidad para ello.

El argumento capital del libro versa sobre la relación íntima y mutua entre masas y minorías.  Ahora bien, ¿Qué entiende Ortega por minoría y cuál es la función que tienen en las sociedades? Originariamente, tanto la palabra masa como la palabra minoría denotan el carácter cuantitativo de algo. Pero aquí adquieren un sentido cualitativo, cuando Ortega habla de “minorías selectas o rectoras” no se trata de clases sociales, ni siquiera de grupos sociales, sino de funciones.

La minoría es una función que de ningún modo representa a un grupo permanente. Esto significa que a la minoría rectora se pertenece sólo transitoriamente, mientras se ejerce una función para la cual se tiene una particular competencia, para la que se está especialmente cualificado. Ese mismo individuo tras ejercer tal función, se reintegra a la masa. La función por consiguiente de las minorías es servir a las masas ejerciendo sus funciones minoritarias. Las minorías, contra la opinión común, no hacen masa, porque estas viven en la servidumbre.

En este sentido, Julián Marías, uno de sus más destacados discípulos, propone algunos ejemplos de las funciones de las minorías Como los casos de las minorías de los partidos políticos que tienen la función de proponer un programa a la sociedad. O bien cuando el piloto de un avión hace su trabajo, éste no les pregunta a los pasajeros por cuál ruta ir. Ni tampoco un cirujano le pregunta al paciente dónde cortar ni cómo operar.


Fenómeno del hombre-masa

Ortega afirma que triunfa, sobre todo el área continental — Europa—, una forma de homogeneidad que amenaza consumir por completo la civilización y degradarla en barbarie. Dondequiera ha surgido el hombre-masa, que no se diferencia de los otros, se repite en el resto e incluso es capaz de sentirse idéntico a los demás y por lo tanto inauténtico.

“Un tipo de hombre hecho de prisa, montado nada más que sobre unas cuantas y pobres abstracciones [..] A él se debe el triste aspecto de asfixiante monotonía que va tomando la vida en todo el continente. Este hombre-masa es el hombre previamente vaciado de su propia historia, sin entrañas de pasado y, por lo mismo, dócil a todas las disciplinas llamadas «internacionales»[…] carece de un «dentro», de una intimidad suya, inexorable e inalienable [..] Tiene sólo apetitos, cree que tiene sólo derechos y no cree que tiene obligaciones”.

Rebelión de las masas

Para acercarnos a este fenómeno, Ortega observa el hecho de las aglomeraciones. El amontonamiento en todos los espacios: los salones, los teatros, los cines, las playas, las calles y los hoteles. Teniendo en cuenta que ésta es una visión de los años ‘30, hoy esto se ha multiplicado. Justamente, Ortega vio esta tendencia, vio las aglomeraciones que se estaban formando.

La tesis es que la civilización del siglo XIX ha producido al hombre-masa. Concretamente, la mecánica de esta producción de la civilización del siglo XIX tiene que ver con dos grandes dimensiones: la democracia liberal y la técnica.


La época del «señorito satisfecho»

El perfil psicológico con el que Ortega analiza al hombre-masa es lo que constituye la psicología del “niño mimado” o del “señorito satisfecho». Ese es el fenómeno del hombre-masa que opina sobre todo y cree que todo le es debido, no siente gratitud por lo que ha recibido, ni lo cuida para conservarlo, ni piensa en las condiciones que lo hacen posible. Así, destruye la misma civilización y se produce una involución, una regresión a la barbarie, esto es la “tragedia de la civilización” en términos de Ortega.

¿Quién manda en el mundo? El imperio político de las mayorías

Por “mando” no se hace referencia al ejercicio de poder material, de coacción física, sino que indica la relación estable y normal entre hombres que se llama mando y no descansa nunca en la fuerza: “El mando es el ejercicio normal de la autoridad, el cual se funda siempre en la opinión pública […] Jamás ha mandado nadie en la tierra nutriendo su mando esencialmente de otra cosa que de la opinión pública”. El mando más que cuestión de puños es cuestión de quién se sienta y manda.

El fenómeno del hombre-masa no ocurre sólo en el ámbito político, sino que atraviesa casi todas las esferas de vida. El abuso de la autoridad produce un menoscabo de la autoridad, un desprestigio de ella y, en consecuencia, una pérdida de la autoridad. Los hombres y mujeres que necesitan orientación y dirigencia desconfían de los líderes y, por tanto, se produce un vacío de la autoridad.

“Esa condición de «no escuchar», de no someterse a instancias superiores que reiteradamente he presentado como característica del hombre-masa, llega al colmo precisamente en estos hombres parcialmente cualificados. Ellos simbolizan, y en gran parte constituyen, el imperio actual de las masas, y su barbarie es la causa inmediata de la desmoralización europea”.

Ortega y Gasset

Para Ortega, es posible observar la imbecilidad con que piensan, juzgan y actúan hoy en política, en arte, en religión y en los problemas generales de la vida y el mundo los “hombres de ciencia”, y claro es, tras ellos, “médicos, ingenieros, financieros, profesores”.

La rebelión de las masas es una y misma cosa con la desmoralización radical de la humanidad. La consecuencia más grave de esta rebelión es que las masas ahora aspiran a gobernar los asuntos más delicados de la polis. Que las masas se rebelen no quiere decir rebelión contra los tiranos y opresores, sino rebelión contra sí mismas, es decir, contra su propia condición y función. Las masas encargadas del imperio político es lo que constituye la rebelión de las masas, sustituyendo a las minorías que sí funcionan.


Ilustración | KAL

El último diagnóstico de Ortega es que Europa se ha quedado sin moral. El hombre-masa es el resultado de la modernidad, es decir de la técnica y la ciencia y de las formas políticas: la democracia liberal. A la rebelión de las masas, es decir, el imperio político de las mayorías, corresponde su reverso: la deserción de las minorías en su función dirigente como resultado de la cultura del s. XIX, de la Modernidad y su ideal de progreso.

De modo que la “minoría noble”, que tenía la misión de interpretar la tradición para hacer viable el presente, hoy parece obligada a evitar todo esfuerzo y disciplina. Es por ello que la situación en la que se encuentran los hombres y mujeres, hace ya más de medio siglo, como afirma Ortega es que no saben de verdad qué hacer, qué ser, ni individual ni colectivamente.


Agustina Miranda Giordano (Argentina): estudiante de Profesorado de grado universitario y Licenciatura en Filosofía, Universidad Nacional de Cuyo.

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