Biopolítica y necropolítica: hacer vivir, dejar morir
Por Agustina Miranda Giordano
No es la primera vez que intentamos ilustrar la realidad a partir de relatos de ciencia ficción, en esta ocasión analizaremos en clave filosófica y política un episodio de Love, death and robots, serie animada de Netflix.

La serie, producida por Joshua Donen, David Fincher, Jennifer Miller, y Tim Millern narra los episodios desde diferentes aristas y formatos, aunque se mantiene tenso el hilo de incertidumbre ante el presente agitado por las tecnologías y el futuro incierto por las máquinas y la técnica.
En concreto, nos centraremos en el episodio “Respuesta evolutiva” (Pop Squad) dirigido por Jennifer Yuh Nelson y perteneciente a la segunda temporada lanzada en el año 2021. La idea original proviene del escritor Paolo Bacigalupi, quien en 2006 publicó esta historia en The magazine of fantasy and science fiction.
Este cortometraje se sitúa en un futuro distópico donde la humanidad ha logrado la inmortalidad biológica inducida por drogas, dando lugar a una superpoblación. Para asegurarse de que la población no aumente desmesuradamente, se prohíbe tener hijos. La reproducción es prohibida, los niños y niñas que se encuentran son ejecutados por la policía mientras sus padres son procesados.
Siguiendo la trama, el detective y protagonista principal, encargado de luchar contra la superpoblación tras su última ejecución comienza a sentirse perturbado por sus acciones. Su trabajo consiste en eliminar a la población que está de más, es decir matar niños y niñas. Entonces ¿Cuál es el verdadero fin de sus acciones? ¿A quién responde su trabajo? ¿Cuáles son las condiciones en las que se ejerce ese poder de matar, de dejar vivir o de exponer Ios cuerpos a condiciones inhumanas? ¿Cuál es el verdadero valor que tiene Ia vida, Ia muerte y el cuerpo humano en tanto procesos “naturales”?

Lectura filosófico-política
Teniendo en cuenta los temas que vertebran este corto; vida-muerte (hacer vivir, dejar morir), reproducción, control de la población, entre otros; esbozaremos un análisis a partir de dos conceptos filosóficos propuestos por Michel Foucault y Achille Mbembe: la biopolítica y la necropolítica.
En primer lugar, la noción de biopolítica es propuesta por el filósofo Michel Foucault para designar la gestión política de la vida, no se trata ya de enderezar y de vigilar los cuerpos de los individuos sino de administrar poblaciones constituyendo verdaderos programas de administración de la vida, la salud, la higiene, etcétera.
“La forma en que, a partir del siglo XVIII, se han intentado racionalizar los problemas que planteaban a la práctica gubernamental, fenómenos propios de un conjunto de seres vivos constituidos como población: salud, higiene, natalidad, longevidad, razas, […] campañas sobre la mortalidad, campañas sobre el matrimonio, vacunaciones, inoculaciones, etcétera.”
Ética, estética y hermenéutica, 1999
Este modo de proceder y ejercicios del poder en las sociedades modernas se constituyen en mecanismos en virtud de los cuales los procesos biológicos pertenecientes, en principio, al individuo y la especie humana pasan a ser gobernados y puestos bajo estrategias de poder.
De esta manera se controlan, organizan, miden y jerarquizan estos procesos constituyendo así las formas de vida individuales de los sujetos. En palabras de Foucault se ponen en marcha técnicas para que el individuo no escape de ninguna manera al poder, ni a la vigilancia, ni al control, ni al saber, ni al adiestramiento, ni a la corrección. Las grandes máquinas disciplinarias que describe el pensador sonn máquinas que cercan al individuo, y permiten saber lo que es, lo que hace, lo que puede hacer, dónde es necesario situarlo, cómo situarlo entre otros individuos

Afirma Foucault que, sin duda, lo biológico se refleja en lo político. La vida es gobernada y normalizada externamente y el individuo como parte de la sociedad disciplinada poco y nada de lugar tiene para la constitución de su subjetividad. La vida llega a ser un objeto de poder. La vida y el cuerpo. El poder se hace materialista. Deja de ser esencialmente jurídico, pues ahora debe tratar con cosas reales como son el cuerpo y la vida, es decir “la vida entra en el dominio del poder”.
Para el filósofo francés, estas técnicas permitirían controlar, sin que las personas se den cuenta de ello, la tasa de natalidad, los flujos de población, o bien dirigiendo sus intereses hacia tal o cual actividad. De esta forma la población aparece como un fin y un instrumento del gobierno. En consonancia con el corto que estamos analizando, la población va a parecer como “sujeto de necesidades y de aspiraciones” pero también como indica Foucault como “el objeto entre las manos del gobierno, consciente frente al gobierno de lo que quiere, e inconsciente también de lo que se le hace hacer”.

Una población tiene una tasa de natalidad, de mortalidad, una curva y una pirámide de edad, morbilidad, estado de salud, una población puede perecer o puede, por el contrario, desarrollarse y expandirse. Este fenómeno es un acontecimiento muy importante, tanto desde el punto de vista económico como biológico e histórico. Como vemos en el corto, la superpoblación es combatida mediante la muerte reglamentada de infantes o bien en términos foucaultianos, se lleva a cabo un “control de la natalidad en la vida sexual de los occidentales”.
En síntesis, con este análisis el filósofo francés busca ampliar la mirada, la multiplicidad de formas, de prácticas y de resultados que tienen un carácter de interacción y de relación.
“No pretendo describir un paradigma del poder. Me gustaría señalar la forma en que distintos mecanismos de poder funcionan en la sociedad, entre nosotros, dentro y fuera de nosotros. Quisiera saber de qué manera nuestros cuerpos, nuestras conductas cotidianas, nuestros comportamientos sexuales, nuestro deseo, nuestros discursos científicos y teóricos se vinculan a numerosos sistemas de poder, que a su vez están ligados entre sí”.
Facault. Ética, estética y hermenéutica, 1999
El poder no consiste únicamente en las grandes formas institucionales del Estado. El poder no opera en un sólo lugar, sino en lugares múltiples: la familia, la vida sexual, la forma en que se trata las ‘enfermedades psiquiátricas’, la exclusión de los homosexuales, las relaciones entre los sujetos, relaciones políticas.
Políticas de muerte: necropolítica
La noción de necropolítica es propuesta por el filósofo camerunés Achille Mbembe y se trata de una concepción particular de la relación entre el Estado y la ciudadanía. La necropolítica es como la otra cara de una misma moneda de la noción foucaultiana de biopoder, sin embargo, ella descubre otras formas de vigilancia, dominación y sumisión. En particular, el autor desarrolla una reflexión histórica y filosófica sobre el continente africano postcolonial, pero este análisis también se hace extensivo hacia otros lugares.

La teoría sobre la necropolítica se inspira y parte de la obra de Foucault, conduciendo al autor a definir la soberanía como “el poder de dar vida o muerte del que disponen los dirigentes sobre su pueblo”. La hipótesis central es que “Ia expresión última de Ia soberanía reside ampliamente en el poder y Ia capacidad de decidir quién puede vivir y quién debe morir.”
En este sentido, el biopoder foucaultiano se nos presenta como el antecedente del necropoder. Los Estados modernos surgidos a finales del siglo XIX tienen como objetivo el control y gestión de Ia población en cuanto recurso, para lo cual despliegan técnicas y mecanismos de control sobre lo biológico, lo demográfico y todo lo referente a Ia vida humana.
Según Mbembe los regímenes políticos actuales obedecen al esquema de “hacer morir y dejar vivir”, y sitúa la aparición de esta forma de control durante el periodo colonial, momento donde los límites entre Ia vida y Ia muerte se volvieron difusos y confusos, propiciando el silenciamiento de los cuerpos.
La necropolítica también alude a la cosificación del ser humano propia del capitalismo, y los modos mediante los cuales las fuerzas económicas e ideológicas del mundo contemporáneo mercantilizan el cuerpo. Los cuerpos son tratados como mercancías en función de su valor de uso, susceptibles de ser desechados, consolidando una concepción de la condición humana en términos cosificantes, anulando la integridad de los seres humanos y poblaciones enteras.
Las tecnologías de destrucción son, para Mbembe, cada vez más táctiles, más anatómicas y sensoriales, en un contexto en el que se decide entre la vida y la muerte. En palabras del filósofo, las formas de matar varían poco. Para el autor, los cuerpos sin vida son rápidamente reducidos al estatus de simples esqueletos.
Desde ese momento, su morfología se inscribe en el registro de una generalidad indiferenciada: simples reliquias de un duelo perpetuo, corporalidades variadas, desprovistas de sentido, formas extrañas sumergidas en el estupor. O bien sucede que también gran número de esqueletos son al menos mantenidos en un estado visible, o son exhumados dando como resultado una tensión entre la petrificación de los huesos, su frialdad y su confusa voluntad de crear sentido, de querer decir algo.

En suma, si bien estas nociones filosóficas precisan de un abordaje más profundo para ser comprendidos, este puntapié inicial nos habilita a mirar y atender a los modos como se configuran las decisiones, las sociedades, las políticas, los estados, los gobiernos alrededor del mundo. En el cortometraje analizado la superpoblación es combatida a través de prácticas que prohíben tener hijos e hijas y por ello son ejecutados.
Se transgreden y agreden los límites de la vida y la muerte, resulta que no somos dueños de nosotros mismos sino sujetos y objetos de políticas que pautan nuestros procesos vitales. En vínculo con el corto analizado desde esta óptica de las políticas de la muerte y de la vida, vemos ilustrado cómo se ejecutan acciones que obedecen a políticas arbitrarias, pero que en definitiva marcan contundentemente los ritmos de poblaciones enteras.
Agustina Miranda Giordano (Argentina): estudiante de Profesorado de grado universitario y Licenciatura en Filosofía, Universidad Nacional de Cuyo.
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