Huxley, un llamado de atención
Por Alejo Maggini
¿Dejarían de lado su libertad por vivir una vida sin sufrimiento? Para encontrarle sentido a nuestro tiempo el Mundo Feliz en el que vivimos nos necesita presentes, con los ojos abiertos y la mente enfocada.

En 1932, el autor británico, Aldous Huxley imaginó un futuro distópico donde el placer y la tecnología habían conquistado una realidad humana estable y duradera. Una especie de paraíso en la Tierra sin necesidades, paso del tiempo ni conflictos sociales. En una hegemonía de satisfacción y homogeneidad, los habitantes de este Mundo Feliz abandonaban desde su nacimiento sus libertades personales para amoldarse a la masa social que les aseguraba una vida sin sentido pero sin sufrimiento.
Al leer esta derrotista interpretación de la civilización de Un Mundo Feliz (1932), muchos automáticamente pasaremos de largo la invitación a despojarnos de nuestras libertades a cambio de alcanzar un prolongado éxtasis en nuestro paso por el mundo. Sin embargo, en la misma novela, su autor nos describe el polo opuesto de aquella civilización. Otro mundo que carente de avances tecnológicos y ciencia exacta se mantenía sumido en la pobreza extrema, violencia estructural y analfabetismo. A pesar de dichos factores, el otro mundo conservaba su libertad individual de creer y de crear al servicio de los valores de su comunidad tanto en cultura como en religión.
Frente a estos dos escenarios, Huxley llama al lector a preguntarse: ¿En cuál de estos mundos preferiría vivir en el futuro? En base a esa respuesta, me permito expandir esta pregunta a ¿En cuál de estos mundos estoy viviendo hoy?
Nuestro mundo comparte rasgos similares al Mundo Feliz. Los habitantes de este paraíso ficticio gozan de belleza juvenil hasta su último día, una dosis diaria de un narcótico artificial sin secuelas negativas llamado soma y recursos ilimitados para su labor y diversión. En esta sociedad, el desarrollo tecnológico supuso el fin de la necesidad humana, incluso la necesidad de controlar su destino.
Para ambientarlo a cifras reales, la experta financiera Natasha Ketabchi estima que los empleos de la industria de la belleza en Estados Unidos crecerán un 19% en esta década a un ritmo mucho mayor al promedio de empleos en el país norteamericano. En comparación, durante la misma década 2020-2030, los empleos de maestros de nivel secundario crecerán al promedio actual de 8% y los profesionales de enfermería un 9%.
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Desde una perspectiva económica, tales prioridades responden a una demanda del sector de consumo alineados a satisfacer sus necesidades estéticas y a la ausencia de políticas públicas dirigidas a sectores de educación y salud. Algunos autores indican también que, aun en un contexto de crisis, la industria cosmética superó los debacles de la pandemia por COVID-19 frente a otras que sufrieron graves pérdidas como transportes y agricultura.
Otro sector que se mantuvo a flote durante los desafíos de la pandemia fue la industria de las comunicaciones. Con la incesante expansión de los medios masivos de comunicación y las redes sociales, diariamente enfrentamos el dilema de reconocer si somos nosotros los que manejamos tal herramienta o si este sistema de satisfacción mutua nos exige conectarnos al placer de un Me Gusta, meme, o video viral para ser parte del grupo.
La alquimia de la tecnología y la comunicación han forjado el veneno más nocivo para la humanidad que lentamente pretende docilitar el espíritu a través de su prolífico torrente de moda, colores, estética y desinformación que avasallan cualquier voluntad individual por más fuerte que esta sea. Este brebaje no es amargo como la coerción de los sistemas totalitarios del siglo XX que usaron y abusaron de la violencia directa, las violaciones a los derechos humanos y la inestabilidad social. Por el contrario, es tan dulce y accesible que todos deseamos disfrutarlo y compartirlo hasta el extremo de desconectarnos del contexto físico y político, y adentrarnos en los vastos infinitos de hipervínculos y sonrisas.
De forma similar Huxley se dirigió a George Orwell luego de que el segundo escribiera su famoso libro 1984, diciendo: “Dentro de la próxima generación, creo que los gobernantes del mundo descubrirán que el condicionamiento infantil y la narcohipnosis son más eficientes, como instrumentos de gobierno, que las prisiones, y que el ansia de poder puede ser completamente satisfecha sugiriendo a la gente que ame su servidumbre aun mas que azotándolos y pateándolos para que obedezcan.”
El mismo Huxley se sorprendió en 1958 de la velocidad con la que sus predicciones se estaban volviendo realidad. Por ello redactó un más esperanzador compilado de ensayos titulado Una Nueva Visita al Mundo Feliz. En él, el autor reconoce las diferentes dinámicas interconectadas que derivan en totalitarismo, restricción de libertades, pobreza y hambre. El apaciguamiento de las masas hasta el punto de su inanición.
Si ha llegado hasta aquí después de tanto arrebato derrotista, se lo agradezco y se sorprenderá al saber que me considero más bien un optimista de nuestra realidad. Creo firmemente que el brebaje de la hiperconectividad y la tecnología solo es nocivo en grandes dosis. Es aquí donde como mediador me permito explicar la importancia del equilibrio, la creatividad y la apertura de mente ante nuevas ideas, culturas, y perspectivas.
De manera personal, las redes me han permitido transformar el amor hacia mis seres queridos sin importar la distancia y participar de forma activa en espacios y movimientos en los que creo y acompaño desde cualquier rincón del mundo. Así como las redes sociales nos permiten una apacible estancia en nuestra zona de confort, también han fortalecido los esfuerzos de jóvenes de toda Latinoamérica para unirnos en esta plataforma con un claro mensaje: es nuestra obligación estar más atentos que nunca.

La tecnología en sus múltiples y potencialmente infinitas aplicaciones han acompañado el desarrollo de nuestra comunidad global, facilitando la salida de la pobreza de miles y alentando la cooperación local, regional e internacional. En su trabajo conjunto con los sistemas de comunicación y salud, el desarrollo tecnológico ha permitido prevenir, detectar, tratar y erradicar enfermedades y pandemias tal como el virus silencioso de VIH/SIDA en la década del ’90 que al día de hoy es tratable y su estigmatización va en descenso.
Sin las redes sociales, los movimientos de Fridays for Future y Ni Una Menos no hubiesen alcanzado la magnitud con las que los conocemos hoy ni reconoceríamos con la misma profundidad los necesarios debates sobre el cambio climático y la protección de los derechos de la mujer, las niñas y las comunidades LGBTQIA+.
Aun con grandes logros e innovaciones a través de la historia, reside en la humanidad el rol de focalizar tanto potencial en la construcción de un mundo más pacifico, equitativo y sostenible. Para ello, es crucial estar más atentos que nunca.

Estar atentos representa un ejercicio constante dialógico y revolucionario. Cualquier esfuerzo que aspire a transformar el mundo requiere un balance entre acción y reflexión, y me permito tomar prestada la sabiduría del educador brasilero Paulo Freire para compartir mi posición al respecto.
En su obra maestra, Pedagogía del Oprimido, Freire acierta que no basta solo con reaccionar a efectos inminentes. Tales acciones perecen sin lograr sus objetivos y sin modificar las injusticias del presente. Por otra parte, la reflexión que no se acompaña de acción nos perpetúa en lamentaciones recurrentes e inanición. Es el balance de acción y reflexión lo que permite el aprendizaje, la colaboración y la creatividad para imaginar un mundo mejor. No hace falta encontrarse en una zona de alto al fuego, en la Asamblea General de la ONU o el despacho presidencial para alcanzar este objetivo.
La historia se construye sobre los hombros de individuos cuya pasión emprende una reflexión profunda y comprehensiva del mundo que habita y actúa en su contexto prestando una mano o llevando una antorcha de esperanza a su comunidad. Nuestro poder individual, nuestra agencia, puede multiplicarse más rápido de lo que creemos.
Huxley dice con certeza que “estamos en los extremos de un dilema ético, y encontrar el término medio exigirá toda nuestra inteligencia y toda nuestra voluntad.” Imagino que tendremos diferentes perspectivas de lo que soñamos para nuestro Mundo Feliz pero los invito a que sea nuestro y a que no lo imaginen por nosotros.
Por Alejo Maggini (Estados Unidos): Licenciado en Diplomacia y Asuntos Internacionales y Licenciado en Economía.
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