ENTREVISTA A ÁNGEL SASTRE: «Antes se nos respetaba, ahora somos objetivos»
Nacido en España, Ángel vio pasar sus primeros años en Don Benito, Extremadura. Si bien no sabe dilucidar con precisión en qué punto conoció su amor por periodismo, dice -entre risas -que se debe a “Las Aventuras de Tintín” que su padre le leía de chico. Graduado de Licenciado en Periodismo en la Universidad de Nebrija, sus primeros trabajos de corresponsalía transcurrieron en Londres.

Luego recibió una beca para estudiar en Argentina y, desde entonces, se ha radicado en el país, teniendo como base de operaciones a Buenos Aires. A pesar de esto dice tener ganas de regresar a su tierra para estar más cerca de su familia, pero también para facilitar su labor y es que, estando en Argentina, cualquier parte del mundo queda lejos para ejercer su profesión.
Con 15 años en activo y habiendo estado en más de 30 países cubriendo todas clases de conflictos, Ángel Sastre reflexiona junto a nosotros sobre sus vivencias en el campo de batalla, su visión del hombre y sus expectativas para con la sociedad.
–¿Cómo se mantiene la cabeza fría o el profesionalismo cuando tu vida está en un peligro inminente? Como ocurre en una de tus coberturas donde estás solo con la cámara y a tu alrededor lleno de personas con armas registrándote.
El que dices es el de los secuestradores exprés pero ahí yo ya iba, en teoría, seguro. O sea, se supone que ahí no me iban a secuestrar, aparte era después del secuestro en Siria. Se supone que era amigo fuerte de mi motorista entonces te pones nervioso, pero tienes que guardar la calma, no tienes que pensar que te va a pasar nada, porque si piensas eso la cagas.
Yo en los momentos más estresantes digo “ya estoy aquí con la cámara y tengo que grabar, mira si encima no va a servir para nada todo este riesgo”. Entonces uno siempre va con toda la seguridad que puede desde antes, y eso por tanto te hace considerar que no te va a pasar nada y te da cierta tranquilidad. Obviamente hay momentos en los que pierdes el control, pero la idea es pensar que no va a pasar nada, que está todo bien porque ya te lo has preparado antes. En ese momento yo soy muy cagón con el tema de los ruidos, los disparos, pero cuando me pongo de rodillas y tengo que grabar un tiro, lo grabo. Me focalizo en que quede bien el reportaje, te metes en tu mundo y no estás pensando en que te va a pasar algo.

–Siguiendo con la pregunta anterior ¿Durante tu cobertura sentís que hay lugares donde piensas que estás 100% seguro? ¿Podes dormir tranquilo esas noches? Lisa y llanamente esta pregunta la hacemos por lo sucedido en el Hotel de Irak.
Yo no estaba allí. Lo del Hotel Palestina (En Irak) fue cuando murió Couso, eso fue antes. Todavía tengo 40, entonces a mí me pilló un poco joven ¿Qué tendría yo? 20 y pico, todavía no estaba haciendo corresponsalía de guerra. Allí estaba Sistiaga, Couso, estaba Gervasio [Sánchez], estaba la generación anterior.
Duermo intranquilo cuando estoy aquí en Buenos Aires o en otros lados. En esos sitios no… he estado en sitios donde estás escuchando bombardeos alrededor, o incluso cuando estuve secuestrado en Siria, y dormía bien. No porque sienta que estoy seguro, en ningún lado te sientes seguro, pero no depende de ello. Siempre el sitio donde descansas tú mismo te lo tienes que creer como una casa segura, porque en algún momento tienes que sentirte así para poder descansar y es lo que busco cuando intento hacerlo [descansar], pero al 100% no estoy seguro ni de coña en ningún sitio.
–En principio el corresponsal de guerra no lleva otra arma más que su cámara. A pesar de esto ¿Tiene algún valor o importancia la “cabeza” del periodista?
Si, eso ha cambiado también con el tiempo, nos hemos vuelto un objetivo, y eso ha complicado las coberturas. Antes se nos respetaba, antes se nos daba más acceso tanto por parte de los gobiernos, como de los militares y los grupos rebeldes o terroristas. Ahora los terroristas te secuestran, los militares no te aceptan, los gobiernos directamente te deniegan las visas, entonces se ha vuelto muy complicado, además parte de los costos y la logística se ha encarecido muchísimo. Y… pues sí, somos objetivos.
¿Fue Mosul tu cobertura más extrema?
Uff… no sé, Siria también fue bastante extremo. Y en Venezuela he visto cosas muy fuertes, pasa que la gente infravalora a Latinoamérica a nivel de conflictos armado. En ese momento [Mosul] también fue muy fuerte… incluso me cayó un tiro al lado, de un francotirador. Pero no sé, yo creo que Siria ha sido lo más fuerte que he vivido.
–¿Notas que hay algún punto de coincidencia entre los conflictos que has cubierto?
Nunca me habían hecho esa pregunta, pero sí, generalmente la pobreza y la desigualdad. Generalmente cualquier tipo de conflicto ya sea bélico, que todos tienen su mayor o menor violencia, o cosas medioambientales, casi todos están relacionados con la pobreza y la desigualdad. Sobre todo, la palabra desigualdad abarca más que pobreza. La desigualdad es a veces racismo, muchas cosas que también van relacionadas, pero yo diría que eso ocurre.
Incluso en los países árabes es también así porque al final tienen muchas diferencias… los chiitas, los sunníes, también allí hay una lucha de clases. Así que sí, yo creo que ese sería el punto de coincidencia, la desigualad.
En el año 2015, mientras recorría las calles de Alepo junto a dos colegas, Antonio Pampliega y José Manuel López, fueron interceptados por miembros del Frente Al-Nusra (filial siria de Al-Qaeda) y secuestrados. En un primer momento fueron mantenidos en Alepo, pero luego los trasladaron hacia Idlib, donde continuaron con su cautiverio. Tiempo después se enterarían que su guía y chofer fue quien los vendió.

El 7 de mayo de 2016 fueron encapuchados y subidos a un rodado, en ese momento pensaron lo peor. Uno de sus mayores temores era ser vendidos a otro grupo terrorista, aunque la muerte ya había sido aceptada por ellos. La sorpresa se la llevaron cuando, luego de bajarlos de la camioneta, uno de sus secuestradores les dijo: allá está Turquía, nunca vuelvan. Habían sido liberados. Entre el secuestro y la liberación habían pasado 299 días.
–En alusión a tu secuestro en Siria, y tenido como antecedente cercano la decapitación de James Foley ¿Pensabas que ibas a ser ejecutado de la misma manera? ¿Qué pasaba por tu mente? ¿Miedo o aceptación?
Si, lo de Foley ya había ocurrido, de hecho, tengo amigos que habían trabajado con él. Lo más duro del secuestro fue la incertidumbre, la incertidumbre de pensar bueno me van a torturar, me van degollar, no voy a salir más de aquí. La cabeza comienza a darte vueltas y vueltas, se vuelve insoportable. ¡No sé! es difícil describirlo, a mí me enajeno por completo. Fui secuestrado por Al Qaeda, ningunos bebes de pecho, pero también tenía miedo de ser vendido al Dáesh, que por aquel entonces tenía cierto empecinamiento con los periodistas. Antes de lo de Foley unos colegas españoles ya habían sido secuestrados, y yo me acuerdo de leer en sus crónicas como los torturaban y eso era lo que más me aterraba, la tortura.
-Después de una experiencia tan extrema, con la incertidumbre diaria de morir, cualquier persona hubiera dejado la profesión, o cuanto menos se lo hubiera replanteado ¿Este fue tu caso? ¿Te planteaste dejar la profesión?
No, el problema es que no sé qué haría en caso de dejarla. A los dos meses ya estaba en México. Hay personas que después de experiencias como estas en las cuales pueden contarla, terminan dejándolo. ¡La verdad es que yo no sé hacer muchas otras cosas jajaja! No te voy a mentir, estas experiencias repercuten en el cuerpo, dejan – y me dejaron- marcas dentro, pero yo seguí.
Ya hacia el fin de la entrevista nos alejamos de su profesión y nos adentramos en un terreno mas filosófico, nos atrevimos a preguntarle sobre sus sentimientos frente a la sociedad, si tiene expectativas en el hombre. Todo esto desde la visión de alguien que ha visto lo peor y lo más bajo del hombre, así como las mayores muestras de humanidad.
–En los conflictos ves desde lo peor del hombre hasta lo mejor. Después de ver lo que has visto ¿Tenes esperanza en el hombre?
Uff… Mordor existe, para que nos entendamos, y hay orcos. Hay sitios muy oscuros. Existe la luz y la oscuridad ¿Quién gana? No lo sé la verdad. Es horrible, hay cosas que ni siquiera Tolkien hubiera podido escribir. He visto cosas que nunca hubiera imaginado que se pudiera llegar a ese punto. Pero al mismo tiempo creo que hay luz. Quiero pensar que la luz va a ganar y que lo bueno va a ganar, pero no estoy tan seguro.

Lo que creo es que hay que pelear, hay que salir de nuestra zona de confort. Siempre hablando metafóricamente ¿No? Como periodista, como enfermero, como maestros debemos aportar algo a esa batalla de la que no sabe nadie si no fuera por la entrevista la entrevista que hago. Hay gente que está muy jodida. Hay que transmitirlo y hacerlo conocido. La gente se instala dónde está cómodo y no le importa si hay gente que está cruzando un mar, muriendo de hambre o siendo cercenada.
–La indiferencia que tenemos por los problemas de otros es muy palpable ¿Qué te genera esto desde tu profesión?
A mi ese tema me genera mucha frustración, pero hay que manejarlo, la ira tampoco puede controlarte. ¡No podemos ir por la vida juzgando la banalidad de las cosas!, si te estas tomando una cerveza con tu amigo, y los temas que tocas son de lo más banales está bien. Porque eso es parte de la vida, al fin y al cabo, lo importante es tratar de ser feliz. Lo que pasa es que a veces te jode cuando en tu trabajo, que se supone que en el periodismo buscamos visualizar los problemas de la gente, y tu director está más pendiente de vender periódicos que de mostrar el sufrimiento de otras personas. Por eso veo de suma importancia crear otros medios, otras vías para comunicar. Esto es lo que me genera frustración, la indiferencia de los medios tradicionales frente a los problemas reales.
-Considerando todas experiencias y coberturas ¿Has perdido la capacidad de asombro con respecto a lo que el hombre es capaz de hacer?
No nunca, no la pierdo por nada, ni cundo salgo a caminar por mi barrio aquí en Buenos Aires, sigo de alguna manera disfrutando de la belleza de la ciudad. Así como tampoco de cosas negativas y horrible que he visto en estos años como periodista. Es peligroso acostumbrarse y dejar de sorprenderse, empiezas a vivir como en el día de la marmota y ahí estas jodido.

–¿Te resulta complicado después de una cobertura volver al ritmo de la vida cotidiana, sacarte el chip de periodista para descansar un poco la mente?
El tema es que necesitas volver, empieza a darte culpa. La pandemia fue un gran problema en ese sentido. Tienes que trabajar un poco la paciencia y disfrutar de lo cotidiano. No puedes machacarte la cabeza pensando todo el tiempo si deberías estar en Afganistán, si deberías estar aquí o allá. Aprender a disfrutar de la calma antes de la tormenta, eso es clave.
– ¿Hay algún conflicto de la historia que te hubiera gustado cubrir?
Uff… ¡qué pregunta! Más cerca en el tiempo creo que la Guerra Irán-Irak del 1979 al 1989, una guerra durísima, muy sangrienta, donde los niños fueron a luchar a la par de los adultos. Pero también me interesa el origen de los conflictos, en el antiguo Egipto, con el éxodo del pueblo judío, los comienzos de la esclavitud… ¡Vietnam! Bueno tengo aquí atrás varios libros de Vietnam, fue un conflicto donde la prensa pudo seguir muy de cerca los hechos, al tal punto que comenzaron a ser una molestia porque se filtraron las atrocidades que los norteamericanos cometían al pueblo vietnamita, a partir de ese momento se le empieza a poner un límite a los corresponsales.

–¿Te llevas alguna enseñanza después de tantos años ejerciendo como corresponsal?
Sí, es fascinante poder ver el mundo desde la perspectiva en la que lo vemos, realmente somos unos privilegiados. La gente no tiene acceso a estas historias, y yo me considero un cazador de historias, y no hablemos de guerra únicamente, hay historias hermosas, personas increíbles, amores increíbles, escenarios increíbles. Yo me llevaría eso, como decía Meneses: ¡Cómo me gustaría volver a vivir mi vida! Así que, si un día de viejo estoy en la costa tomando un vinito y comiendo un queso, ojalá pueda decir: ¡mierda que he vivido!
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Franco Chizzoli Bauzá (Argentina): Analista en relaciones internacionales, Universidad de Congreso, y panelista del programa #HappyHour de Diplomacia Activa.
Francisco Sánchez Giachini (Argentina): estudiante de Abogacía, Universidad de Mendoza, columnista y voz de Podcast en Diplomacia Activa.
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