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Racismo (in)visible

Los hechos de discriminación y agresión racial ocurridos en EEUU nos conducen a reflexionar sobre los actos que reflejan esta ideología en nuestra sociedad.

El pasado 25 de mayo un hombre afroamericano de 46 años murió tras ser arrestado por la fuerza de seguridad de Minneapolis. Este acontecimiento tuvo magnitud mundial ya que desencadenó una gran furia e indignación contra el racismo persistente en nuestros días. A pesar de que existen numerosos casos similares, pocos salen a la luz y desatan un movimiento de esta relevancia. Sin embargo, podemos ver más allá y no solo dejar pasar este suceso como uno más aprovechando el impacto que produjo como un impulso para reflexionar sobre la problemática actual.

Se cree que Argentina no posee una población racista porque no se dan a conocer episodios como fueron la muerte de George Floyd, Breonna Taylor y muchos otros casos lamentables en Estados Unidos. No obstante, el racismo como ideología y práctica no posee una única forma de manifestarse, lo que provoca que en ciertos casos la gran mayoría de los argentinos no sean conscientes de su presencia. Esta corriente de pensamiento se ve manifestada ya sea en cualquier situación comunicativa, mediante expresiones que denotan estereotipos y prejuicios, o en actitudes y acciones a nivel físico. Según el INADI, en las últimas dos décadas se visualiza que las personas que más sufren estos ataques son los integrantes de los pueblos indígenas, migrantes de países limítrofes (Bolivia, Perú o Paraguay), y afrodescendientes y africanos/as que han inmigrado. Puede que si continuamos soslayando nuestras actitudes, el accionar social se mantenga de alguna forma “latente” entre nosotros. Por esto, el presente artículo busca visibilizar cómo estos grupos sociales sufren de un racismo solapado.

Pueblos originarios

Un ejemplo de la vigencia de estos actos fue lo sucedido en la provincia de Chaco, ubicada al norte del territorio argentino, donde una familia de la comunidad Qom sufrió un ataque por parte de la policía. Mediante un video que filmaron las víctimas se mostró cómo un grupo de agentes ingresaba brutalmente a la vivienda y agredían verbal y físicamente a miembros de la familia. Hombres, mujeres y niños fueron gravemente heridos debido a golpes de toda clase, y cuatro de ellos arrestados y trasladados a la comisaría donde comentan que se los encerraron y torturaron mientras les gritaban “indios infectados, a ustedes los vamos a acostumbrar a golpes”. Luego de ser liberados, las víctimas confesaron que las mujeres sufrieron abusos sexuales, que a todos los rociaron con alcohol y amenazaron con prenderles fuego. No existe una justificación válida para el actuar violento y racial.

La mayoría de las personas que pertenecen a la comunidad Qom, al igual que otras comunidades aborígenes, se dedican al comercio artesano, quienes sufren tal segregación y en general no pueden salir a vender a espacios públicos ya que son tratados de salvajes.

A todo lo mencionado se le suma la exclusión y discriminación que ha ido en aumento en este periodo debido a que la zona donde se ubican numerosas comunidades es un gran foco de contagio de COVID-19 por las condiciones de precariedad en las que viven.

“La Policía ve a jóvenes qom y empiezan a tirar como si fueran perros” Daniel Rolón, referente qom.

Africanos migrantes

La ciudad de Buenos Aires, centro político-económico, es la localidad que recibe la mayor cantidad de migrantes africanos. Comúnmente llegan senegaleses, hombres de entre 25 y 40 años sin experiencia migratoria internacional previa. Por lo general el paso por la frontera ya sea desde Brasil, Paraguay o Bolivia, se realiza por lugares no habilitados o permitidos por lo que estas personas no poseen una constancia legal de acceso al país. Esto explica la dificultad que afrontan al tener que vivir de empleos precarios o en la venta informal y callejera. Al realizar una práctica fuera de la ley, estos vendedores ambulantes se encuentran expuestos a persecuciones, multas y decomisos por parte de la policía o controles municipales locales, incluso deben luchar contra la discriminación en algunas ocasiones.

Su condición de trabajo y su color de piel los convierte eventualmente en un blanco de crítica y segregación. Aun más, en ocasiones se los califica como peligrosos o responsables de la inseguridad. Este pensamiento conlleva ciertas conductas violentas que deben afrontar al ser detenidos en las calles, lo que ha dado lugar a que numerosas veces manifiesten su enojo y cansancio hacia esta clase de comportamientos. Un caso paradigmático de denuncia fue el discurso de Alba que se hizo viral en las redes. El senegalés fue grabado mientras expresaba su indignación y describía las situaciones con las que deben lidiar día a día él y sus compañeros. “Lo único que queremos es que nos traten como seres humanos” pedía y gritaba furioso “¡Basta!”, luego de detallar cómo eran perseguidos por los agentes policiales hasta en sus propias casas.

El día a día

Lamentablemente en Argentina existe y está fuertemente presente de un modo más usual pero de carácter sutil que le permite pasar desapercibido. Es común la utilización de algunos gentilicios a modo de insulto o con connotación peyorativa entre la población joven argentina. Innumerables veces se utilizan las palabras “boliviano”, “peruano” o “paraguayo”, entre otras, como sinónimos de “trucho”, “feo” o simplemente con la intención de desestimar al otro.

Asimismo, sostiene el INADI que se encuentra exclusivamente apoyado en prácticas y discursos culturales cargados de ideología y de historia social, no de biología, por lo que se mantiene vigente gracias a que aún existe un discurso que avala o respalda este accionar, y haciendo posible pensar que para derribar lo construido por esta ideología es necesario atacar eso que la alimenta.

“El poder de las palabras sobre la mente de la gente es inmenso” afirma Teun Van Dijk, lingüista neerlandés dedicado al análisis crítico del discurso. Afirma que al utilizar palabras negativas sobre un grupo se está influyendo en la mente de la gente y, por lo tanto, indirectamente también en lo que van a hacer a partir de ese pensamiento lleno de prejuicios. Es decir que la producción y reproducción de discursos, mitos o frases con connotaciones negativas para referirse a determinados grupos sociales, mantienen vivo al racismo. El analista asegura que así como se aprende a ser racista, también es posible aprender a ser antirracista a través de las personas que se resisten a oír esos discursos ofensivos. Se trata de no repetir lo que en alguna ocasión pudo herir a otro.

El privilegio es cuando piensas que algo no es un problema porque no te afecta personalmente.

Si bien en Argentina existe una menor cantidad de incidentes raciales con agresión física que en otros estados, eso no nos deja exentos de ser una sociedad en la que aún sigue presente la discriminación. La aceptación y la reflexión sobre lo que se expresa nos permiten abrir la puerta al cambio hacia una comunidad sin conductas racistas.


Agustina Curadelli (Argentina): estudiante de Comunicación Social, Universidad Nacional de Cuyo.

Referencia bibliográfica

INADI. (2016). Racismo y xenofobia. Hacia una Argentina intercultural. Recuperado de: http://www.inadi.gob.ar/contenidos-digitales/wp-content/uploads/2016/03/racismo-y-xenofobia-hacia-una-argentina-intercultural.pdf

Bernarda Zubrzycki. (Sin fecha). Senegaleses en Argentina: Redes, trayectorias y asociaciones. (CONICET). Recuperado de: https://ri.conicet.gov.ar/bitstream/handle/11336/23667/CONICET_Digital_Nro.8b6ce35d-6d25-46b1-903f-1a0b339a63f0_B.pdf?sequence=5&isAllowed=y

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