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Presidencia, gobierno y el futuro de Rusia

El mandato de Vladimir Putin se acerca a los 20 años contando su periodo como primer ministro de Dimitri Medvedev. En la antesala de una reforma que le podría otorgar una nueva reelección, surgen varias interrogantes relativas a su legado institucional desarrollado en las dos décadas que lleva en el poder.

Ilustración: Eniola Odetunde

A los ojos del mundo, el referéndum que culminó el 1 de julio de este año se reduce al único propósito de extender la permanencia del presidente, en este caso hasta el 2036. Aunque en sentido amplio hay mucho más en el fondo que debemos entender.

Lo primero que debemos considerar es la coyuntura en la cual se hizo el referéndum. Las decisiones políticas de la Casa Blanca han resonado mucho en los pasillos del Kremlin, sobre todo aquellas relacionadas con la posibilidad de nuevas hostilidades hacia la soberanía rusa. Por mencionar algunas, encontramos la salida de Estados Unidos del Tratado de Cielos Abiertos, que implica que los países europeos y Rusia no podrán sobrevolar el país norteamericano para supervisar el control de armas mediante fotografías desde el aire; anteriormente Washington manifestó su salida del Tratado de Fuerzas Nucleares de Rango Intermedio, lo que muchos vieron como un intento de rearme y desarrollo de nuevo armamento con capacidad nuclear; y la reciente decisión de sancionar a aquellas empresas que participen activamente en la construcción del gasoducto North Stream 2 que conectaría al estado ruso con Alemania para un suministro directo, que era un secreto a voces que se veía venir, pero también obstruye los intereses estratégicos para con Europa.

El dirigente tiene que preservar el interés nacional, mientras la Federación está siendo asediada tanto en el frente económico como en el político. Y para afrontar dicha ofensiva, varios cambios a la constitución eran requeridos. Uno muy esperado por juristas rusos era anteponer la Constitución a tratados y convenciones internacionales. Ahora para la resolución de controversias se podrá optar por un camino más patriótico (político, se puede decir) que no permita injerencias extranjeras en forma de presiones para que las sentencias rusas respalden intereses ajenos a lo permitido constitucionalmente.

Otra modificación relevante es la ampliación de las atribuciones de la Duma Estatal (Cámara Baja parlamentaria) para aprobar altos nombramientos como del primer ministro, viceministro y ministros, atribuciones que el presidente ostentaba antes de la reforma. Si bien el objetivo del cambio tiene varias posibles razones, una de las más aceptadas tiene que ver con la intención de blindar la figura del Jefe de Gobierno para que el Parlamento deje de realizar un beneplácito simbólico y pase a tener una participación equitativamente mayor en la designación. Asimismo, el Consejo de la Federación (Cámara Alta parlamentaria) obtuvo nuevas facultades que le permitirán proponer la destitución de jueces federales, cuya inmunidad procesal es un tema polémico en el país.

Pero la reforma más representativa es que ahora un candidato presidencial deberá tener residencia efectiva en el territorio de al menos 25 años, igualmente los altos funcionarios deben prescindir de ciudadanía o permisos de residencia extranjeros y de tener inversiones o cuentas en bancos del exterior. De esta manera se busca proteger el servicio público y la seguridad nacional de la injerencia externa en los planos político y económico, para que los altos funcionarios no se vean tentados a defender otro interés que no sea el nacional.

El resultado del referéndum fue a favor por un margen un tanto superior al 70%. Con ello, logró no solo impulsar sus reformas, sino también su legitimidad como Jefe de Estado. Otra victoria política en la estela del llamado “putinismo”, que si bien la terminología es ambigua, voy a interpretarlo en el sentido de “las acciones consecuentes con la política doméstica y exterior que permitan el desarrollo integral de Rusia y de su población”. En la definición se omite en sí al propio Vladimir, ya que él tan solo es el artífice de una forma de hacer las cosas, pero la política in situ la ejecuta una amplia gama de funcionarios y burócratas. No gira en torno a la figura del mandatario como lo hacía en su tiempo el socialismo con Lenin y Stalin. Es precisamente eso lo que hace que la población se sienta identificada con la doctrina y la consideren una manera de hacer política y no perteneciente a una persona en particular.

Por lo general la población rusa ve con buenos ojos el desempeño del líder, mientras que los demás funcionarios son vistos como parte de la burocracia funcional dentro del gobierno. Aunque no hay duda de que la continuidad de las políticas de bienestar y la defensa de los intereses nacionales son crédito de dicha burocracia, alineada con Putin y su visión de la Federación.

La estabilidad podría ser la característica principal de lo que el actual presidente persigue. Llegó al poder en un momento muy duro para Rusia, los 90 se caracterizaban por la ausencia del gobierno en temas de relevancia que dieron cabida a un alza en la delincuencia organizada, corrupción gubernamental y desigualdad entre las distintas regiones del mismo, sumado a los conflictos en el Cáucaso que devinieron en las guerras chechenas. El dirigente logró no solo revertir la desaceleración económica, sino afianzar el interés nacional por encima de los de la oligarquía empresarial que tenía mayor poder decisorio que los diputados. Construyó un sistema político en el cual la población pudiera confiar e identificarse a lo largo del extenso territorio nacional; un sistema donde el gobierno ostenta el monopolio del poder.

La política exterior parte de aquel lejano discurso del 2007 en la Conferencia de Seguridad de Munich donde dio a entender que ya no se limitaría a participar simbólicamente a expensas de sus intereses y marcaba el inicio de un nuevo mundo multipolar.

En los años venideros, el país con mayor extensión territorial del mundo se empeñaría en pacificar las fronteras inmediatas y colindantes en aras de evitar la creciente influencia de la OTAN y posibles conflictos desestabilizadores. Además, se impulsó una versión mejorada de la Comunidad de Estados Independientes que había fracasado, denominada Unión Económica Euroasiática; y, junto a China, la Organización para la Cooperación de Shanghái.

Actualmente, desde ambos foros aboga por una cooperación alternativa al modelo occidental donde usarían las monedas nacionales y no el dólar estadounidense, al igual que el intercambio tecnológico, acceso aduanero preferencial y homologación de tarifas comerciales. Todo esto con el objetivo de mantener a la región centroasiática en su zona de influencia y fortalecer los lazos culturales con las ex repúblicas soviéticas.

Las sanciones económicas de la Unión Europea y Estados Unidos a Rusia por la anexión de la Península de Crimea y su intromisión en Ucrania, obligaron al presidente ruso a diversificar sus exportaciones. China resultó beneficiada en primer instancia con la firma de un acuerdo histórico en materia de hidrocarburos en el año 2014. Del mismo modo, Moscú se propuso a fortalecer su visión multipolar del mundo a través del grupo BRICS, para llevar al bloque a hacerle competencia directa a la Unión Europea en el plano de integración política, y al FMI y al Banco Mundial en el plano financiero internacional.

El futuro está plagado de mucha incertidumbre. Desde que se planteó el referéndum para reformar la constitución, la principal pregunta era si Putin pensaba reelegirse nuevamente. ¿Y piensa hacerlo? Yo creo que no. Reiteradamente lo ha refutado y al final del sexenio tendrá 72 años, pero más de uno duda de que la intención de permitir la reelección consecutiva fuera un espaldarazo para que gobierne seis o incluso doce años más.

En consecuencia, surge una interrogante: ¿quién podría sucederlo? Dentro de los partidos de oposición no hay un candidato que pueda jactarse de tener experiencia en el servicio público y un liderazgo inspirador, ambas peculiaridades necesarias para dirigir un país con estas características. Dentro de su círculo cercano la figura de mayor prominencia es el ministro de Defensa, Serguéi Shoigú, que tiene amplia experiencia en prevención de desastres y en asuntos militares; lo que lo limita es su avanzada edad.

Otro potencial sucesor es el actual primer ministro Mijaíl Mishustin. Su nombramiento no fue para nada esperado dado que su anterior cargo era el de titular del Servicio Federal de Impuestos. Su amplio conocimiento de economía lo coloca como una carta fuerte ante las posibles consecuencias venideras de la pandemia y el recrudecimiento de la economía mundial, de la misma forma que las sanciones hacia el estado. Pero su perfil tecnócrata hace dudar de su capacidad política para ocupar en tan poco tiempo el cargo más importante.

Ministro de Defensa de Rusia, Serguéi Shoigú
Mijail-Mishiustin

Por supuesto no hay que descartar al ex presidente y por muchos años hombre de confianza, Dimitri Medvedev. Su reciente nombramiento como vicepresidente del Consejo de Seguridad Nacional demuestra que no ha sido relegado a segundo plano como muchos creyeron. Si bien ya no es el primer ministro, su influencia en las decisiones cardinales está lejos de verse mermada. A pesar de la polémica en torno a su mandato presidencial, sigue siendo el ejemplo con mayor representatividad del putinismo después del mismo Putin.

Entre otros nombres que suenan se encuentra el alcalde de la Ciudad de Moscú, Serguéi Sobianin; el Gobernador de San Petersburgo, Alexander Beglov; y el ministro de Asuntos Exteriores, Serguéi Lavrov.

La incertidumbre que generan las elecciones del 2024 provoca todo tipo de especulaciones. Incluso si el actual líder decidiera ir por un nuevo mandato, figuraría entre las dudas sí realmente no hay nadie digno de sucederlo. En ese escenario la estabilidad rusa quedaría en vilo dado que Vladimir es una especie de Charles de Gaulle ruso, capaz de darle identidad y un rumbo frente a las amenazas interiores y exteriores.

Ningún ruso quisiera volver a aquellos años 90 donde cada uno se valía por sí mismo. Aferrarse a la idea de que no habrá una Rusia sin Putin tampoco es viable desde un punto de vista geopolítico, por lo cual su posible sucesión acaparará los encabezados de la noticia mundial en tanto nos aproximemos al 2024.


Gueorgui Martínez Smirnov (México): Licenciado en Relaciones Internacionales, Universidad del Valle de México.

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