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Seguridad Espacial: un pilar invisible

¿Quién controla el espacio? Aunque parezca un mundo lejano, las decisiones que se toman a cientos de kilómetros de altura influyen en la seguridad, la comunicación y la economía global, impactando directamente en nuestra vida cotidiana.

Ilustración | Agencia Espacial Europea

La noche veraniega era insoportable, las paredes lloraban humedad y tu abuela se quejaba del dolor de rodillas. Escuchaste un trueno y tu alegría te llevó a abrir la aplicación del clima, que no solo te dijo cuánto y a qué hora iba a llover, sino que mostró un cartel rojo de alerta por un fuerte frente de tormenta en toda tu zona. Lo ignoraste; no era la primera vez que veías una alerta, pero en el noticiero y en X advertían que esta vez la tormenta era grave.

Al día siguiente, la catástrofe se desató. El cambio climático hace que las precipitaciones sean cada vez más intensas en menor tiempo, y no hay infraestructura que aguante. El anegamiento de las calles transcurre frente a tu ventana y vos no podés hacer nada. Días después, la sociedad se organiza para asistir a los afectados. Incluso un filántropo danés, con familia en tu ciudad, decide hacer una transferencia millonaria para ayudar con la reconstrucción de una escuela.

Ahora bien, ¿qué tiene que ver esto con el espacio ultraterrestre? Vayamos paso a paso.

Los datos meteorológicos que anticiparon la tormenta provienen de satélites que monitorean la atmósfera, el terreno y los patrones climáticos en tiempo real. Esto permitió que las autoridades dieran aviso y se implementara un toque de queda circunstancial para minimizar el impacto en la salud de la población. Sin estos satélites, los pronósticos serían imprecisos y la población estaría más expuesta a desastres naturales.

A su vez, las comunicaciones entre las fuerzas armadas que actuaron en el rescate de víctimas en zonas remotas también fueron posibles gracias a la tecnología satelital. Por ejemplo, en eventos como inundaciones o terremotos, los equipos de rescate utilizan satélites de comunicación para coordinar operaciones, enviar actualizaciones en tiempo real y facilitar la localización de personas atrapadas en áreas de difícil acceso.

Lo mismo ocurrió con la transferencia bancaria del filántropo, que, entre todos los pasos que realizó, utilizó el sistema SWIFT. Este sistema se apoya en redes de telecomunicaciones globales y sistemas de sincronización basados en relojes atómicos en satélites para garantizar la seguridad y precisión de las transacciones financieras. Ni hablar de la conexión a internet del centro de asistencia, que frente a la interrupción de la fibra óptica pudo instalar una antena de ARSAT o Starlink para comunicarse con el Ministerio de Salud.


Ilustración | Breaking Defense

Principales amenazas a la seguridad espacial

Sin embargo, no todo es color de rosas en el espacio. Desde que el ser humano llegó, el entorno espacial se ha transformado en un ámbito en constante disputa que plantea desafíos significativos. Algunas de las preocupaciones más relevantes en la agenda internacional espacial incluyen la creciente cantidad de basura y escombros espaciales. Estos son fragmentos de diversos tamaños generados por impactos, explosiones, desorbitaciones fallidas o pruebas de armas cinéticas antisatelitales.

Estos desechos pueden desencadenar el efecto Kessler, donde las colisiones en órbita generan más escombros, amenazando la operatividad del espacio y aumentando el riesgo para misiones y astronautas. Esta situación ha impulsado al sector privado aeroespacial a invertir en el desarrollo de tecnología de remoción activa de desechos espaciales, como una medida para mitigar los riesgos asociados.

Otro aspecto crucial es la prevención de la militarización en el espacio, conocida también como PAROS (Prevention of an Arms Race in Outer Space). Aunque el desarrollo de tecnología espacial tuvo origen en operaciones de carácter militar, los países han intentado evitar el emplazamiento de armas en el espacio debido a los riesgos estratégicos que esto conlleva.

Sin embargo, la creciente falta de transparencia genera incertidumbre sobre cuánto tiempo podrá mantenerse este escenario sin la colocación de armas en órbita. El espacio se ha convertido en un dominio clave para la defensa y la seguridad global, donde las armas antisatelitales (ASAT) o capacidades contra espaciales son desarrolladas por algunas naciones para disuadir y desarticular capacidades espaciales adversarias. Estas tecnologías pueden ser cinéticas, no cinéticas, electromagnéticas o cibernéticas. Las pruebas de ASAT cinéticas, que pueden representar hasta un 25% de los escombros orbitales, han generado millones de fragmentos, poniendo en peligro la seguridad espacial.

A medida que más países y actores privados ingresan al ámbito espacial, las preocupaciones sobre una posible carrera armamentista en órbita van en aumento. En este contexto, las discusiones internacionales deben avanzar con urgencia para establecer normas claras que eviten conflictos y promuevan la cooperación en un entorno que se ha vuelto esencial para la seguridad y la economía global.

Asimismo, es fundamental considerar la Conciencia Situacional del Espacio (SSA), ya que la cooperación y transparencia internacional en el monitoreo del tráfico espacial son claves para evitar colisiones y garantizar operaciones seguras en un entorno cada vez más congestionado. Pero, ¿qué sucede cuando una nación como Corea del Norte pone un satélite en órbita sin informar a la comunidad internacional? Surgen problemas de responsabilidad y coordinación que pueden poner en riesgo tanto la seguridad espacial como la integridad de otros satélites en órbita. Por ello, avanzar en acuerdos multilaterales que fortalezcan la SSA es una prioridad urgente para la comunidad internacional.


Imagen | AXIOS

Gobernanza espacial

Desde que las naciones se reunieron en la ONU para crear el Tratado del Espacio Exterior de 1967, los países han intentado establecer regulaciones para garantizar el uso pacífico y la cooperación en el espacio. El Tratado mencionado, establece que los Estados deben llevar a cabo sus actividades en el espacio en conformidad con el derecho internacional, incluida la Carta de las Naciones Unidas (artículo III). Esto incluye la prohibición del uso de la fuerza en las relaciones internacionales entre Estados, consagrada en el artículo 2.4 de la Carta y reconocida también por el derecho internacional consuetudinario.

A lo largo de los años, se han desarrollado diversos acuerdos complementarios que refuerzan esta normativa. Uno de ellos es el Acuerdo sobre el Rescate de Astronautas de 1968, que busca asegurar la asistencia y pronta devolución de los astronautas en caso de accidentes o aterrizajes forzosos. También está la Convención sobre Responsabilidad por Daños de 1972, que define la responsabilidad internacional en caso de que un objeto espacial cause daños a otro Estado o a sus ciudadanos. De igual manera, la Convención de Registro de 1976 obliga a los Estados a registrar los objetos que lanzan al espacio, lo que permite identificar y responsabilizar a los actores en caso de incidentes.

Sin embargo, no todos los tratados han logrado adhesión global, como es el caso del Tratado de la Luna de 1984, que propone que la Luna y otros cuerpos celestes sean utilizados exclusivamente para fines pacíficos y que ningún país pueda reclamar su soberanía. A pesar de sus principios, el tratado ha sido firmado por pocos Estados, lo que refleja las dificultades de alcanzar consensos internacionales en un contexto de competencia creciente por los recursos espaciales.

En este proceso de gobernanza, desempeñan un papel fundamental organismos como el Comité de las Naciones Unidas sobre el Uso del Espacio Ultraterrestre con Fines Pacíficos (UNCOPUOS) y la Oficina de Asuntos del Espacio Ultraterrestre (UNOOSA), ambos con sede en Viena. Mientras UNCOPUOS fomenta la cooperación internacional para el uso pacífico del espacio, UNOOSA supervisa la implementación de los tratados y facilita el acceso al espacio para los países en desarrollo. También en otras comisiones se trabajan en temas relacionados a campos específicos del sector espacial, como el caso de UNIDIR, en Ginebra, que genera estudios y una conferencia anual sobre Seguridad Espacial a la que tuve la oportunidad de asistir el pasado septiembre y que me dio la oportunidad de publicar un pequeño artículo sobre los desafíos que enfrenta el sur global en este ámbito.

No obstante este desarrollo, muchos de estos instrumentos han quedado desactualizados frente a la irrupción de nuevos actores y tecnologías. Mientras algunos de ellos promueven tratados legalmente vinculantes, como el Tratado del Espacio Exterior, otros buscan normas no vinculantes, como las Directrices para la Sostenibilidad a Largo Plazo de las Actividades en el Espacio Ultraterrestre de UNOOSA. Los tratados establecen reglas de cumplimiento obligatorio, mientras que las normas no vinculantes buscan generar consenso sin implicaciones legales estrictas. Esta ambivalencia persiste debido a la falta de acuerdos internacionales sólidos, aunque en la teoría contemporánea se considera que ambas posturas no son necesariamente opuestas, sino complementarias en la búsqueda de un marco regulador más efectivo para el espacio. También emergen acuerdos unilaterales, como los Acuerdos Artemisa, que reflejan estrategias nacionales más que consensos multilaterales.


En los próximos 50 años, el espacio será radicalmente diferente. La proliferación de megaconstelaciones, el auge de la exploración lunar y marciana, y el aumento de la competencia entre China y EE.UU. definirán un nuevo orden espacial.

La inteligencia artificial y la automatización jugarán un papel clave en la gestión del tráfico espacial y la fabricación en microgravedad. Sin embargo, la falta de gobernanza efectiva podría generar una creciente disputa y el temible emplazamiento de armas de distinta índole en la órbita terrestre. Por ello, el debate sobre la seguridad espacial será cada vez más relevante.

Por su parte, Argentina cuenta con amplias capacidades espaciales y se posiciona como líder regional en este ámbito. Empresas como INVAP, VENGSatellogic, Novo Space y Skyloom desempeñan un rol estratégico tanto en el desarrollo nacional como en los planteamientos hemisféricos. Estas capacidades no están exentas de los desafíos actuales: se insertan plenamente en los debates globales sobre seguridad, sostenibilidad y gobernanza del espacio exterior. Lejos de mantenerse al margen, nuestro país participa activamente y se encuentra en el núcleo de estas discusiones. ¡El potencial por explotar es enorme!

La seguridad espacial no es solo una cuestión técnica, sino un eje fundamental de la estabilidad global. Su regulación y protección definirán cómo la humanidad usará y accederá al espacio en el futuro. ¿Estamos preparados para enfrentar estos desafíos? De todas formas, el mundo nos necesita atentos


José Ignacio Vieux (Argentina): estudiante de Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de Rosario especializado en el ecosistema espacial global y su gobernanza. Ha participado, entre otras, en la conferencia de seguridad espacial de UNIDIR. Exalumno del Departamento de Estado de EE. UU.

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