Guerra en Gaza, ocho meses
Por Lautaro Bermudez
¿Hacia una paz de reconciliación o hacia una paz de venganza? Después del fatídico atentado del 7 de octubre, Gaza sigue siendo el centro de atención internacional. Mientras Israel avanza en su intento de desmantelar a Hamás y establecer su control en Rafah, se ponen a prueba los límites del apoyo de Washington a Israel, al tiempo que crece la indignación global. En este contexto, Biden continúa instando a los líderes de un lado y del otro a buscar un alto el fuego, pero Netanyahu se mantiene firme en la búsqueda de sus objetivos de guerra, una resistencia que no solo genera tensiones con la Casa Blanca, sino también dentro de la política israelí misma.

Surgen varios interrogantes ¿Hacia qué tipo de paz nos dirigimos en Gaza una vez terminada la guerra? ¿Será una paz de reconciliación, donde ambas partes encuentren un terreno común, o una paz marcada por la venganza, donde el resentimiento y la hostilidad persistan? La falta de una respuesta clara destaca la necesidad de un plan para poner fin al conflicto y establecer las bases para una paz duradera entre Israel y Palestina.
El Desafío de la Seguridad Absoluta y los Riesgos de una Paz Punitiva
En el proceso de buscar una paz duradera tras una guerra, los líderes suelen enfrentar constantes presiones que dificultan la moderación. La seguridad absoluta, que implica eliminar completamente la amenaza del enemigo, resulta siempre mucho más atractiva que la reconciliación, siempre cargada de incertidumbre. Netanyahu entiende bien esta dinámica. Para él, una conquista territorial ofrece una seguridad tangible, alineada con la emoción popular de un país que reclama protección a su liderazgo. En contraste, integrar a un oponente en la comunidad internacional mediante la moderación requiere siempre un salto de fe y, probablemente, enfrentarse a la crítica furibunda de la opinión pública nacional.
Este es el motivo por el cual Henry Kissinger argumentaba que en estos casos los defensores de la «seguridad absoluta» suelen contar con el apoyo popular, ya que la opinión pública tiende a enfocarse en las necesidades del presente. Sin embargo, los grandes estadistas deben pensar en el futuro, trascendiendo las emociones del momento. En el contexto del conflicto israelí-palestino, lo cierto es que la búsqueda de una seguridad absoluta puede derivar en una situación revisionista y revolucionaria, atrapando a la región en un ciclo interminable de violencia.
Este es el gran temor del gobierno de Estados Unidos, que Netanyahu prolongue indefinidamente la guerra en Gaza, lo que podría desencadenar un conflicto regional o incluso mundial. La historia muestra que cuanto más punitiva es la paz, más se necesitará de un sistema de seguridad colectiva basado en la fuerza para mantener el orden, en lugar de uno que apele a la legitimidad y al derecho internacional. Esta situación convierte la paz en algo que solo se puede mantener mediante la fuerza bruta, dejando al sistema vulnerable ante actores más agresivos, dispuestos a colaborar con el actor revisionista, como en este caso podrían ser Irán o incluso potencias extrarregionales como Rusia, quienes también son actores revisionistas del orden internacional.

La Necesidad de una Estrategia Reconciliadora y la Paz de Moderación como Solución Viable
Como se mencionó anteriormente, el gobierno de Biden está presionando a Netanyahu para que proponga un plan de posguerra que incluya la participación de los palestinos. Sin embargo, existe frustración debido a la intransigencia del gobierno israelí. Netanyahu enfrenta una fuerte presión de su electorado, que, después del 7 de octubre, desconfía profundamente de los palestinos y cree que la seguridad del país depende de reducir al mínimo la capacidad de agresión palestina. En este contexto, Netanyahu ve las soluciones militares como la única opción viable, aunque esto refleje una abdicación a favor de una solución política.
La decisión no puede postergarse por mucho más tiempo. A corto plazo, tanto Israel como Estados Unidos deben considerar qué tipo de arquitectura de seguridad desean para Gaza después de la guerra. Tienen que elegir entre una paz de integración y reconciliación o una paz de venganza, punitiva y de ocupación. Si optan por la ocupación, es probable que solo fomenten el espíritu de venganza y militarismo entre los palestinos, además de complicar las relaciones de Israel con sus vecinos árabes, fundamentales para la estabilidad regional. Es preferible, en mi opinión, asegurar una paz más estable al construir una arquitectura de seguridad basada en el consenso de la mayoría de los países de la región, en lugar de arriesgar la normalización de relaciones entre árabes e israelíes con medidas extremas.
En resumen, sucumbir ante la tentación del espejismo de la seguridad absoluta resulta contraproducente. Al enfocarse únicamente en el componente físico de la estabilidad, se descuida el aspecto moral; y aunque pueda generarse la fuerza necesaria para contener al enemigo, también socava la determinación de mantener esa restricción, como se evidenció con el Tratado de Versalles. Por eso, es importante que los líderes puedan distanciarse de las fluctuaciones a corto plazo de la opinión pública y fomentar hábitos pacíficos en la región.
No descubro nada nuevo al afirmar que la única solución viable a largo plazo para la cuestión Palestina es un acuerdo de dos estados, respaldado por la comunidad regional e internacional. Sin embargo, esto requiere que tanto el gobierno israelí como el liderazgo palestino tomen decisiones valientes, trascendiendo las pasiones populares del presente.
Si bien es cierto que una motivación que no logre entusiasmar ni siquiera a su propia nación es difícil de ejecutar, tal vez una paz que evite la venganza pero que tampoco sea magnánima puede ser útil. Esto evitaría que los palestinos se conviertan en un cuerpo político revisionista y radicalizado, al tiempo que se respetan las necesidades de seguridad de Israel.
Una paz moderada resulta necesaria para poner fin a un conflicto de larga data. Sin embargo, su realización solo será posible si los líderes de Israel y Palestina logran distanciarse de las emociones volátiles que dominan a sus sociedades. Si permiten que estas emociones los guíen, ambas partes exigirán una paz vengativa, lo que expondrá a todo Medio Oriente a una lucha política incesante.
Lautaro Bermudez (Argentina): Licenciatura en Relaciones Internacionales, Universidad Nacional de San Martin
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