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Libia y Marruecos ¿Ahora qué?

Por Paula Gómez

Tras las devastadoras catástrofes naturales que han arrasado las ciudades de Derna y Marrakech, los gobiernos del Magreb han evidenciado las carencias a las que se somete su población. Desde cómo se podría haber evitado el impacto hasta la posterior gestión de ambas crisis podrían reavivar la llama que se desató en 2011 ¿Podemos estar ante una nueva chispa que busque un cambio?

Casi tres mil muertos en el terremoto de magnitud 6,8 en una de las regiones más pobres al sur de Marrakech; en Libia aún no se sabe exactamente cuantos fallecidos debido a la discrepancia entre organizaciones. En un principio la ONU estableció más de once mil, pero la Media Luna Roja les hizo rectificar constando que la cifra rondaba las cuatro mil. Además, hay que tener en cuenta los desaparecidos, alrededor de diez mil y que no hay datos actualizados desde el 17 de septiembre.

Responder ante estos sucesos nunca es fácil dada su imprevisibilidad, no obstante, en el caso de ambos países el problema se ha encontrado sobre todo en la base: desatención gubernamental y falta de preparación.

Comenzando por el caso de Marruecos, según los expertos la previsión de un terremoto de estas magnitudes es muy difícil debido a la poca memoria sísmica de regiones como el Alto Atlas, que se deforma anualmente menos de un milímetro. Esto hace que se esperen terremotos cada miles de años, sin embargo, no es el primer terremoto en la historia moderna del país magrebí. En 1960 un terremoto de 5,7 destruyó la ciudad costera de Agadir. Tres cuartas partes de la ciudad de 20.000 habitantes destrozada, dejando 12.000 víctimas mortales. El norte del país también se sacudió en 2004, más precisamente en Alhucemas, dejando más de 600 muertos y 15.000 rifeños sin hogar.

En el más reciente se supo que la falta de preparación por parte del gobierno ante este estilo de crisis agravó el impacto del movimiento terrestre en la población. Como se explica en el Servicio de Información y Noticias Científicas español, “No podemos predecir ni parar estos fenómenos naturales, pero el desastre sí es una responsabilidad humana, ya que son nuestras construcciones las que causan los fallecidos al derrumbarse.” El 8 de septiembre se confirmó la situación de abandono gubernamental de las remotas zonas rurales, cuyas infraestructuras no soportaron la magnitud del terremoto.


Imagen | Euronews

En Libia ya se advertía la posibilidad de una catástrofe tal y como ocurrió el 11 de septiembre. La tormenta Daniel que arrasó Grecia -e incrementó su intensidad de camino al norte africano- hizo saltar las alarmas de las autoridades, que terminaron por imponer un toque de queda, aunque demasiado tarde e insuficiente. Si bien el temporal ha sido el detonante, la explosión de dos presas en mal estado ha sido la principal causa de la gravedad de la catástrofe.

Desde finales de los noventa se conocía la necesidad de reparar las instalaciones, y en 2002 se contrató una empresa turca para llevar a cabo estas labores. Además de arreglar estas presas existentes, se aconsejaba la creación de una tercera para aliviar la presión. En 2010 se comenzaron las obras, pero el derrocamiento de Gadafi en 2011 y la consiguiente inestabilidad del país no han permitido su desarrollo.

A pesar de las peticiones de expertos de poner una solución a este problema, los libios no se han visto respaldados por ninguna administración desde hace 20 años, cuando ya se advertía del problema. Ni durante la dictadura de Gadafi ni con dos gobiernos paralelos, a los cuales la falta de legitimación no ha permitido el desarrollo de fondos para grandes proyectos, se ha conseguido invertir en el mantenimiento de infraestructura vital como es el estado de las presas que explotaron el pasado 11 de septiembre.

Con estos problemas como base de las crisis, también hay que atender a la respuesta ante esta, ¿es suficiente?

Mientras el suelo marroquí temblaba al sur del país, el rey Mohamed VI, sin el cual no se puede tomar ninguna decisión, se encontraba de vacaciones en Francia. En veinticuatro horas sin reacción estatal, los marroquíes tuvieron que movilizarse por su cuenta durante el tiempo crucial para el rescate de supervivientes bajo los escombros. La coordinación de la ayuda recibida no para de cuestionarse, comenzando por el posible motivo político que ha llevado al ejecutivo a rechazar ayuda de países como Francia o Alemania.


Ilustración | Carmen Vivas (El Independiente)

Mientras que en un comunicado las autoridades justificaron su decisión con que el exceso de ayuda en el terreno podría ser contraproducente tras un estudio de las autoridades, expertos interpretan esto como un mensaje a favor de su soberanía, específicamente apuntando al caso de Francia y su pasado colonial: Marruecos es libre de aceptar o rechazar la ayuda de París.

El Rey no tiene la situación bajo control. La coordinación de los paquetes recibidos desde diferentes ONGs internacionales no llegan. Los transportistas están denunciando el trato recibido en la frontera terrestre, enfrentándose en algunos casos hasta a días de espera e incluso al rechazo de mercancía como ropa y tiendas de campaña para las familias afectadas.

En Libia la actuación también está siendo caótica, y el caso es completamente distinto. La falta de un gobierno centralizado está entorpeciendo los avances, al igual que ha sido causa del abandono de la infraestructura. La división del país en dos administraciones, una reconocida internacionalmente en Trípoli y la respaldada por el parlamento en Benghazi a la que pertenece Derna, hace que se señalen mutuamente buscando culpables e intentando legitimarse como la mejor gestión sobre la catástrofe. Mientras tanto, la población denuncia la falta de coordinación de la ayuda que llega y que no consideran suficiente.

El descontento del pueblo libio ha desencadenado una ola de protestas que han terminado en la quema de la casa del alcalde de la ciudad. En busca de un cambio ante la desesperación de la situación, la población ya no tiene nada que perder, siendo cada vez mas conscientes del desamparo en el que se hayan.

La lucha por el poder y el reconocimiento de los gobiernos, además de la corrupción, se están llevando todos los recursos que deberían de estar destinados para garantizar el bienestar de la población, o a menos su supervivencia.


Imagen | AFP

Al igual que el pueblo libio, el marroquí se encuentra al límite, con un rey ausente como ha mostrado tras no estar presente en el país en el momento de la tragedia. Aún recuerdan las promesas y ayudas del gobierno para las víctimas de Alhucemas en 2004: jamás llegaron. Los propios emigrantes marroquíes fueron los encargados de suministrar ayuda a sus familiares ¿se volverá a repetir esta vez?

Como bien explica Youssef M. Ouled para Público, “lo que realmente temen estos mandatarios no son las tragedias naturales, puesto que a ellos siempre les pilla lejos, no solo geográficamente, también moral y económicamente. Lo que realmente temen es ver cómo la ciudadanía va perdiéndolo todo y con ello el poco miedo que le queda.” El descontento general que se está avivando es muy probable que lleve a protestas en cuanto se estabilice la zona del terremoto; no obstante es difícil predecir si estas llevarían a un cambio o a un aumento de la represión.

El norte de África fue testigo en 2011 de cómo el pueblo reprimido se cansó de estar en manos de gobernantes que no les tienen en cuenta. En ese momento fue la desesperada inmolación del vendedor ambulante tunecino Mohammed Bouazizi lo que “despertó” la furia del pueblo; esta tragedia se ha llevado más de catorce mil vidas que podrían haberse evitado, o haber sido un numero considerablemente menor si hubiera habido una buena gestión gubernamental. 

Los tunecinos llevan movilizándose durante meses ante la deriva autoritaria y ultranacionalista de su presidente Kaïs Saied y el aumento del costo de vida. ¿Podría propagarse por el resto del Magreb una nueva Primavera Árabe? ¿Soportaría el rey Mohammed VI una nueva ola de protestas? ¿llegará el momento de abdicar en su sucesor? ¿conseguirá Libia un gobierno unificado que pueda hacerse cargo efectivamente de su administración? El norte de África necesita un cambio, y estas dos crisis lo han dejado más claro que nunca.


Paula Gómez Moñiz (España): Estudiante de Máster en Estudios Geopolíticos, Charles University, Republica Checa.

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