Reordenar el estado argentino
Por Adrián Pérez
El contexto económico, político y social complejo que desborda a la Argentina constituye a su vez una oportunidad para salir de la decadencia. Los resultados de las elecciones primarias (PASO) señalan que, por lo menos, la mitad del electorado que emitió su voto quiere transformaciones profundas e innovadoras. Sin embargo, existe un riesgo: el desconocimiento sobre el Poder Ejecutivo del país.

Dentro de un escenario donde predomina el malestar social causado sustancialmente por problemas vinculados a la gestión económica del gobierno de Alberto Fernández, el pasado 13 de agosto se llevaron a cabo elecciones en Argentina. ¿Qué expresó la ciudadanía a través de su voto? Según los resultados oficiales publicados por la Dirección Nacional Electoral y el Observatorio Político Electoral del Ministerio del Interior, en las primarias votaron 23,7 millones de personas. Los resultados:
- Javier Milei y Victoria Villaruel de La libertad avanza (derecha) alcanzaron el 30%.
- Patricia Bullrich y Luis Petri de Juntos por el Cambio (centro-derecha «halcón») obtuvieron el 17%.
- Horacio Rodriguez Larreta y Gerardo Morales de Juntos por el Cambio (centro-derecha «paloma») sumaron 11%.
- Sergio Massa y Agustin Rossi de Unión por la Patria (centro-derecha) alcanzaron 21% de los votos.
- El resto de los candidatos, las expresiones minoritarias, se quedaron con el 16%.
- El voto en blanco fue del 5%.
Estos datos demuestran que, por un lado, el electorado apoyó a aquellos precandidatos que presentaron propuestas que iban por fuera de las políticas tradicionales (Entre Javier Milei y Patricia Bullrich sumaron 47% del sufragio participante). Por otro, significa una oportunidad para repensar el rol y el funcionamiento del Estado de forma integral con un enfoque y performance alternativa. Mediante el voto, la ciudadanía expresa su cansancio frente a un Estado que no funciona, que origina crisis continuas, las cuales a su vez generan pobreza y desigualdad.

Ya no alcanza con los eslóganes de gestión y la campaña política, la gente precisa soluciones concretas y visibles. Se trata de una oportunidad singular. Sin embargo, que exista la oportunidad no significa que la misma sepa ser aprovechada.
Teniendo en cuenta las limitaciones políticas, de regímenes legales y de gobernabilidad, el progreso y desarrollo de Argentina requiere de un ordenamiento del sector público. La decadencia social y económica del país tiene su origen en la degradación del Estado. Disponer de un sector público mejor organizado no es una meta que responda a una ideología. Resulta condición sine qua non para desplegar buenas políticas públicas, independientemente de cuál sea la orientación política.
Para superar las frustraciones, es crucial abordar la totalidad del problema. La solución no se limita a equilibrar ingresos y gastos (de hecho, en 2019 se logró casi un equilibrio en el déficit primario), sino que también implica abordar los aspectos cualitativos.
Tanto la baja calidad de los impuestos implementados como la ineficiencia y la carencia de un enfoque estratégico en la gestión del gasto público son aspectos problemáticos que se deben resolver. En los países que tienen sociedades prósperas, los sistemas tributarios son más simples y se centran en los ingresos personales y en la riqueza. La inversión del Estado se ejecuta eficientemente para proporcionar una infraestructura sólida (energía, transporte, comunicaciones, entre otras) y para fomentar el desarrollo social (educación, salud, seguridad, vivienda y planificación urbana).

Ordenar el Estado no implica un planteo de “izquierda” o de “derecha”, es una cuestión de estricto sentido común. Hasta que esto no se clarifique y se integre en el debate sobre políticas públicas, seguirán predominando propuestas inoportunas, improvisadas e ineficaces. El resultado será profundizar la decadencia económica y social. Por el contrario, un ordenamiento del Estado le otorgará capacidad para llevar a cabo políticas públicas sensatas, independientemente de las direcciones ideológicas que emerjan (o se definirán) en el proceso democrático.
El Presidente electo (que se defina en las próximas elecciones generales o ballotage) y su futuro gabinete tienen la difícil y larga tarea delineada en los párrafos anteriores: la de reimaginar al Estado. Para ello no sólo se deberán afrontar cuestiones complejas inherentes a todo país, sino hacerlo en un contexto social y económico aún más difícil, tanto doméstico como global. En ese recorrido es útil recordar que otras naciones ya han superado desafíos comparables y que superar la «eterna» crisis argentina es una posibilidad.
Adrián Pérez (Argentina): Estudiante de Derecho y Gestión Pública, Universidad Nacional de Cuyo
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