La casa está en desorden: las mentes “argentinas”
Por Agustina Miranda Giordano
Si existe algo así como la “mente argentina” diría que se configura a partir de vivencias: un pasado aterrador, un presente complejo y un futuro totalmente incierto. En realidad, no tan incierto; pues, en Argentina se repiten ciclos de malos gobiernos, corrupción, desorden, vulnerabilidad, riesgo, emigración y demás.

“Siempre hay un argentino metido”, con frecuencia se escucha esta locución, debido a que muchos suelen escapar de su tierra, con pesar y aflicción por marcharse. A sabiendas de que Argentina lo tiene todo —en el sentido literal de todo lo bueno y lo malo—, geográficamente, es tan extensa y variable como su gente: llanuras al este, sierras al centro, montañas al oeste. La Cordillera de los Andes nos atraviesa de sur a norte; y su punto más alto, el Cerro Aconcagua, con tan solo 6.962 metros sobre el nivel del mar, resulta ser el pico más alto del continente americano.
Este cordón montañoso constituye el escenario de grandes gestos, coraje y una reconocida travesía heroica: el “Cruce de los Andes”. Este suceso formó parte del plan que el General José de San Martín puso en marcha para realizar la “Expedición Libertadora de Argentina, Chile y del Perú”. Esta aventura es considerada como uno de los grandes hechos históricos de Argentina, así como también, una de las mayores hazañas de la historia militar universal. San Martin, así como Simón Bolívar son figuras y, tal vez rastros olvidados, de lo que constituye un pasado común y el anhelo de terminar con el poder español en América Latina.
A pesar de haber actuado íntegramente en el pasado y en el presente para sostener el país, los sesgos siguen existiendo. Reiterado es el reclamo de las provincias a la capital para recordar que Buenos Aires no es el ombligo del país. Argentina es tan diversa como extensa, la pluralidad y plurivocidad es el rasgo constitutivo. Sin embargo, gobierno tras gobierno, año tras año, la gestión de turno lo olvida, desconoce la alteridad, hasta que nos necesita a los del “interior”. Bien podría entenderse la noción de “interior” como las venas del país, no por ello menos importante que el corazón. Borges en Nota sobre los argentinos lo manifiesta, clara y concisamente: “Cada cien años, Buenos Aires engendra un dictador que de algún modo siempre es el mismo. Al cabo de un plazo variable, las provincias —conste que soy porteño— tienen que venir a salvarnos”.

Borges, una de las voces más sublimes nacidas del suelo argentino, quien como muchos y muchas figuras importantes de la Argentina que, por exilio, voluntario o involuntario, murió en Europa.
“La asidua reverencia que nuestras escuelas dedican a la historia argentina ha servido para borrarla o, mejor dicho, para simplificarla y endurecerla curiosamente. Las invasiones inglesas, la Revolución de 1810, la guerra de la independencia, las otras guerras, la larga sombra de la primera dictadura, las anteriores y ulteriores contiendas civiles y la Conquista del Desierto, han dejado de ser hechos humanos; son las bolillas de un programa o los capítulos de un libro de texto. Los días han decaído en aniversarios o en sesquicentenarios, los hombres que vivieron en próceres, los próceres en calles y en mármoles […] Nuestra historia es un frígido museo”.
¿Qué es la Argentina? | Jorge Luis Borges
El tango, manifestación cultural curiosa — pues siendo argentina no sé bailar tango, pero en el mundo nos conocen por ello— también tiene qué decir sobre la idiosincrasia argentina: ¡Todo es igual! ¡Nada es mejor! ¡Lo mismo un burro que un gran profesor!entona Enrique Santos Discépolo en su conocido tango Cambalache. Cambalache se dice de “un lugar o situación en los que predomina el desorden y el ruido”. La actualidad de la denuncia social que se entreteje en sus palabras resulta tan patente, tanto en el plano vital y existencial como en el institucional, que hasta parece una redundancia e insistencia mencionarlas.
La tajante voz crítica de la sociedad argentina es algo destacable. Una voz que proviene de una reflexión y una forma de concebir el mundo que, en cierta medida, nos determina por las vivencias sorteadas. Como un juego de azar, el argentino está siempre tratando de esquivar los malos destinos de políticas y decisiones que nos hunden más en la desgracia. Pero, a la vez, somos parte de ese juego de “vencedores vencidos”, que ya no saben qué hacer. La “mentalidad argentina” ha engendrado fuertes y contundentes voces que no sólo dijeron, sino que hicieron. Y, eso es lo más llamativo ¿cómo hemos tenido y tenemos mentes tan brillantes y perspicaces? Pues ahora estamos en crisis —económica, política, social, existencial también — y estuvimos así antes. Voces que no son oídas. Habitamos desde una sordera y ceguera que nos hace vivir ‘en’ y ‘de’ una corrupción tras otra que nos pudre desde dentro.


La carga de los tiempos pasados todavía la acarreamos los jóvenes, pendemos de una cuerda fina, en una eterna crisis. Nos caracteriza la fluctuación e inestabilidad política: Del éxtasis a la agonía/ Oscila nuestro historial/ Podemos ser lo mejor/ O también lo peor/ Con la misma facilidad bien dice la canción La argentinidad al palo de la banda argentina la Bersuit Vergarabat. Lo que firmemente expresa Moldavsky, un joven filósofo argentino.
“Vivir en crisis permanente no te vuelve resiliente como le gusta decir al stencil de los bares, te resigna. Te invita a bajar los brazos. A encoger los hombros, suspirar y seguir. Te volvés más chiquito, más egoísta. Con la cantidad de quilombos que tengo no me entran los del resto. Nos cuidamos menos, nos derrotamos más. Volver a casa es caer rendido, es estar agotado, es no tener lugar para descansar un rato y ver qué cosas nuevas salen de cerrar los ojos.”
Eial Moldavsky | Filósofo argentino
Cuando Borges se pregunta ¿Qué es la Argentina? Responde agudamente: “Hablamos de la República Argentina y realmente pensamos en un mapa o, en el más favorable de los casos, en un indefinido proceso histórico, jalonado de mármoles y de próceres”. ¿Proceres? Sí, quienes pusieron su cuerpo a luchas físicas e intelectuales para romper con las cadenas de la conquista, la colonización y la dependencia de España y —como escribe el colombiano García Márquez — buscar a tientas nuestra Identidad. Sin embargo, “cinco siglos después, los descendientes de ambos no acabamos de saber quiénes somos” (En Por un país al alcance de los niños).
Pues, la misma cicatriz abierta desgarradora que acarrea Colombia también llega hasta Argentina. Gabriel García Márquez, en su discurso de aceptación del Premio Nobel 1982 titulado La soledad de América Latina, lo diagnostica certeramente: “La independencia del dominio español no nos puso a salvo de la demencia”. Sobre lo que José Martí en Nuestra América también se expresa: el problema de la independencia no era el cambio de formas, sino el cambio de espíritu […] La colonia continuó viviendo en la República”.
Y, sin embargo, a pesar de las circunstancias adversas y hostiles, una pequeña llama que no se ha apagado mantiene actualizada la actitud ante la vida que García Márquez, con su pluma, retrata acertadamente.
“Frente a la opresión, el saqueo y el abandono, nuestra respuesta es la vida. Ni los diluvios ni las pestes, ni las hambrunas ni los cataclismos, ni siquiera las guerras eternas a través de los siglos y los siglos han conseguido reducir la ventaja tenaz de la vida sobre la muerte”.
La soledad de América Latina | Gabriel García Márquez

Hablar de Latinoamérica tiene sus implicancias epistemológicas, políticas, sociales y filosóficas que no puedo abordar aquí, pero que no desconozco. Más allá de eso, y sobre todas estas cuestiones, hay una historia común (y comunitaria) que nos vertebra. Desde mi visión de extranjera — una argentina en el extranjero— no puedo dejar de sentirme, en ocasiones, en Colombia, como en casa. A pesar de las diferencias culturales, un mismo tejido nos sostiene e hilvana nuestra historia que, aunque amarga y desdichada, nos pertenece. Palabras que resuenan en el fragmento de la conocida canción Latinoamérica de Calle 13.
Soy el desarrollo en carne viva
Fragmentos de Latinoamérica | Calle 13
Un discurso político sin saliva
Las caras más bonitas que he conocido
Soy la fotografía de un desaparecido
La sangre dentro de tus venas
Soy un pedazo de tierra que vale la pena
Una canasta con frijoles
Soy Maradona contra Inglaterra
Anotándote dos goles
Soy lo que sostiene mi bandera
La espina dorsal del planeta es mi cordillera.
Esta es una pequeña reflexión e intento por apreciar los distintos modos de entender el funcionamiento de la mente desde la perspectiva de la mente situada y su influencia en la toma de decisiones, la ejecución de acciones y la comunicación intersubjetiva. Los modos cómo las vivencias sociales, políticas y económicas de la cultura y el suelo desde donde venimos contribuyen en la configuración de visiones del mundo, lo cual, en cierta medida, moldea y determina -aunque no define- nuestros procesos cognitivos y nuestras prácticas sociales, específicamente, en la República Argentina.
A pesar de las luces y sombras que pintan el panorama actual argentino, hay algo valioso que escribe Borges y me gustaría rescatar: “el derecho a la esperanza”. Escribe el literato: “No sé si la instrucción puede salvarnos, pero no sé de nada mejor [instrucciones] capaces de enseñarnos lo más precioso de que el hombre es capaz: la inquietud de lo impersonal, el noble olvido apasionado y casi divino de las urgencias de lo efímero” (En ¿Qué es la Argentina?).
Agustina Miranda Giordano (Argentina): estudiante de Profesorado de grado universitario y Licenciatura en Filosofía, Universidad Nacional de Cuyo.