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¿Y tú que prefieres? ¿Inflación o desempleo?

Por Jesús Del Peso Tierno

Los Estados, al igual que las personas, son la consecuencia de sus experiencias vitales. De esta manera, la forma de entender la vida de las diferentes sociedades varía mucho en función de sus experiencias pasadas y son la herencia de un legado histórico que llega hasta la actualidad.

Con las políticas económicas ocurre lo mismo. La falacia del crecimiento permanente de los años 80 y 90 llegó a su fin con la crisis financiera del 2007 y sus consecuencias lastradas a lo largo del 2008, 20089 y consecuentes.

Durante sendas décadas se vivió bajo la premisa de que los ciclos económicos se podían solventar aumentando los niveles de deuda, la dispersión de sus riesgos y el acceso a la financiación nuevamente en los mercados financieros. Algo así como esconder la basura debajo de la alfombra.

Con el estallido de la crisis de 2007  y sobre todo durante los años consecutivos, se trató de corregir todo el desbalance financiero sufrido durante décadas impulsado por unas políticas de “dinero barato” que animaban a los deudores a seguir endeudándose ante el crecimiento permanente de la economía con la esperanza de llegar a alcanzar un crecimiento continuado. Una burbuja financiera que había contaminado todo el sistema y que debía estallar para corregir los niveles de deuda.

En la actualidad, por el contrario, estamos presenciando otro ciclo económico recesivo como consecuencia de las restricciones impuestas en la pandemia. Año tras año y con el actual y exponencial crecimiento de los costes de las fuentes de energía y las materias primas sofocadas por el “boom” de demanda vivido tras la pandemia, algo que ha sido potenciado por el efecto de la guerra en Ucrania, se ha agravado aún más la situación actual.


Ilustración: Lea Rossa

En cuanto a los factores económicos que preocupan, y mucho, a occidente y a los mercados financieros, se encuentran las elevadas tasas de inflación que sufren las economías de estos países. Sin embargo, achacar a la guerra en Ucrania, al aumento de los costes de la energía y las tasas inflacionarias sería una falacia.

Entre los motivos detrás de las tasas inflacionarias en Europa y Norte América se encuentran fundamentalmente los planes de gasto gubernamental impulsados a la raíz del covid-19 y los intentos de estos Estados por contener los efectos que las restricciones causaron en sus empresas (financiación para evitar el cese de actividades, el sistema de los ERTE que evitaba los despidos colectivos a costa de los fondos públicos ya que el Estado pagaba las nóminas de los trabajadores cuando las empresas tuvieran que dejar de operar con motivo de las restricciones) así como los anunciados planes de inversiones en nuevas infraestructuras.

Además, tanto en la Unión Europea, como en los Estados Unidos se anunciaban planes de gasto público que tras las licitaciones y concursos pertinentes han comenzado a ver la luz en la actualidad, y que suponen una lluvia de millones sobre los ciudadanos a raíz de incentivos a la remodelación de viviendas, el parque móvil para la adquisición de vehículos eléctricos o la remodelación de los cascos urbanos para hacerlos más sostenibles.

En total, 750.000.000.000 euros más en circulación para incentivar el movimiento de la economía europea que tienen como consecuencia, tal y como vemos en la actualidad, un aumento de las tasas inflacionarias de hasta el 10% en las diferentes economías nacionales.

Sin embargo, la otra cara de la moneda es la situación privada de los ciudadanos. Para el caso de España, por ejemplo, y como contrapartida a la situación financiera (lo que también se conoce como la economía real) cabría destacar el buen hacer del mercado laboral, con unas tasas de cotizaciones a la seguridad social (número de personas asalariadas en España) que ha logrado llegar a máximos históricos nunca antes vistos y con una tasa de desempleo que mes a mes continúa reduciéndose y que hoy se sitúa a niveles de 2008.


Ilustración | The Economist

Por otro lado, y a nivel macroeconómico, las economías europeas siguen demostrando tasas de crecimiento económico que sortean (guerra incluida) las tasas de crecimiento para el continente en el periodo del 2008 al 2015 y que analizaremos a continuación. Un gran ejemplo de los factores multiplicadores en los que Keynes sostenía sus teorías económicas.

Ahora bien, los Bancos Centrales, y en este caso, el BCE, tienen el reto de subir las tasas de financiación para revertir la situación monetaria sin que eso suponga un aumento excesivo de las tasas de desempleo, o de lo contrario se correrá el riesgo de empeorar la situación ciudadana por el lado contrario de la vara de medir: vaciando sus cuentas de ahorros.

Estas políticas económicas, que parecerían impensables años atrás, y especialmente con Ángela Merkel en la cancillería alemana, contrastan mucho con el legado financiero que dejó la gestión de la crisis del 2008 y que se han llevado a cabo como consecuencia, precisamente, de intentar evitar repetir los errores del pasado.

Unas políticas que se limitaban a la austeridad fiscal, el freno del gasto público y el aumento de las tasas prestatarias cuya única preocupación se encontraba en el mantenimiento de unas tasas inflacionarias bajas (de entre el 2% y 3% tal y como es el objetivo del BCE) y el pago de las deudas a los acreedores y que tuvo, como consecuencia, el aumento de los factores que tensaban los mercados financieros y económicos nacionales.


Ilustración | James Marshall

Además, con motivo de las políticas de austeridad, y en combinación con la falta de liquidez por parte de empresas y la ciudadanía, la crisis financiera, económica y laboral perduró hasta bien entrado el 2015 cuando ya comenzaron a percibirse tasas normales de crecimiento de la economía. En definitiva, una prolongación de una crisis que duró casi 7 años y que pudiera haber sido solventada más rápidamente con una respuesta estatal más apropiada.

En cualquier caso, lo que es una certidumbre es que los Estados sufren periódicamente los ciclos crecientes y recesivos de la economía y que en el papel que adopten los Estados y las instituciones se encuentra la clave para solventar los problemas económicos que achaquen a sus ciudadanos mediante una multiplicidad de herramientas: tipos de interés, depreciación de la moneda, políticas fiscales regresivas que fomenten la inversión, aumento de impuestos, bajada de impuestos, liberalización de la burocracia para el fomento de la inversión extranjera, aumento de la inversión estatal…

Lo que está claro, sobre cualquier cosa, es que el rol del Estado es fundamental para dar certidumbre a los inversores y evitar que el sistema colapse. Al fin y al cabo el juego de la economía es uno de riesgo, rentabilidad y confianza.

Ahora bien, las mejores recetas a seguir ya dependen de los objetivos políticos perseguidos y los problemas a solventar, y ello ya depende de una elección fundamental en el principal coste a pagar: desempleo o inflación.


Jesús del Peso Tierno (España): Licenciado en Relaciones Internacionales, Universidad Rey Juan Carlos de la Comunidad de Madrid.

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