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Qatar 2022, la cara de la derrota

Por Francisco Sanchez Giachini

En la antesala de una nueva edición de la Copa Mundial de la FIFA, te contamos la corrupción y las violaciones a los derechos humanos que se esconden en las sombras del lujo y la extravagancia de Doha.

Ilustración | Ana Paula Durán

Como hemos comentados en artículos de índole similar, el deporte es utilizado a menudo como herramienta de soft power y de diplomacia. Hoy veremos la otra cara de los mundiales, alejada de las cámaras y de los grandes estadios, adentrándonos en la política y la corrupción.

Es sabido que en los últimos años el deporte ha comenzado a dirigirse hacia los grandes centros financieros de Oriente Medio. Así, no es raro ver que año tras año se agreguen más fechas en oriente al Campeonato Mundial de Fórmula 1, además de que los dirigentes de las máximas entidades deportivas -económicamente hablando- sean príncipes emiratíes o bien descendientes de grandes familias qataríes, como lo es el caso del City Group (dueño del Manchester City) o bien el Paris Saint Germain. En menor medida, otros eventos también han sido llevado hacia las arenas del desierto, como lo son Grandes Premios del Moto GP, Mundial de Natación y Handball.

Ahora, entre el 20 de noviembre y el 18 de diciembre del 2022, se llevará a cabo la cita deportiva por excelencia -la Copa Mundial de la FIFA– en Qatar. El país árabe cuenta con una cultura futbolística nula, llegando al punto de que su seleccionado nacional disputará por primera (Y quizás única) vez un Mundial de Fútbol.

Esta decisión generó controversia entre los aficionados de la “redonda”, quienes afirman que la FIFA se vendió al mejor postor, sin tener en cuenta al fanático. Sacando otras elecciones polémicas, como lo fueron Corea-Japon (2002), Sudáfrica (2010) o Rusia (2018), la verdad es que se puso un precio muy alto a la organización, precio que Doha estuvo dispuesto a pagar (y la FIFA a aceptar).


Lionel Messi junto al empresario catarí Nasser Al-Khelaifi, quien a demás de ser dueño del París Saint-Germain ocupa un puesto en UEFA, es presidente de la Federación de Tenis de Qatar y presidente de la Federación Asiática de Tenis.

Elección de la Sede

El proceso de elección de la sede para organizar un Mundial no es para nada sencillo. El camino en el que fueron seleccionados los anfitriones para los mundiales 2018 y 2022 inició en 2009 cuando se abrieron las candidaturas. Según el sistema de rotación de continentes, el Mundial del año 2018 debía jugarse en Europa. Por este motivo fue seleccionada, en una elección también controvertida, la Federación Rusa. Qatar sabía que tenía grandes chances de quedarse con la candidatura del año 2022, por lo que la impulsó fuertemente, quedando así designada 12 años antes.

Para dicha elección se había propuesto cuatro países, a saber; Corea-Japón, Australia, Estados Unidos y Qatar. Una vez conocidas las propuestas se procede a la votación. En esta instancia se realiza un sufragio secreto por parte de 22 representantes del fútbol a nivel internacional. Si ninguna de las propuestas alcanza los 13 votos se realiza una nueva y se elimina la que menos votos obtuvo. En este caso se realizaron tres votaciones. En la primera quedó afuera Australia, en la segunda Corea-Japón y en la tercera Qatar se impondría por 14 a 8 frente a Estados Unidos.

En esta elección se encontraban personajes más que conocidos en el mundo del fútbol, algunos de ellos por lo deportivo, otros por lo político. Entre los presentes aquel día se encontraban Joseph Blatter, quien fuera presidente de la FIFA durante casi 17 años, Michel Platini, exjugador de la selección francesa y presidente de la UEFA (Europa) al momento de la elección y el siempre polémico Julio Grondona, exdirigente de la AFA y exvicepresidente de la FIFA.

Si bien Grondona ya falleció y nunca pasó un solo día tras las rejas por las extensas causas de corrupción que se le imputaban, ya en el ámbito nacional como en el internacional, lo cierto es que tanto las autoridades estadounidenses como su propia mano derecha en aquel momento, Burzaco, afirman que un grupo de qataríes se habían puesto en contacto con él para “comprar” su voto en un hotel de Rio de Janeiro.

En las últimas semanas otro que rompió el silencio fue Blatter, quien acusó a Platini de haber vendido los cuatro votos de UEFA para apoyar la candidatura del país árabe. Aunque ya es una práctica reconocida por parte del suizo el intentar “lavarse las manos”, la reaidad es que semanas antes a la votación el exjugador mantuvo reuniones con el presidente francés Sarkozy. Semanas después de que se aprobara la candidatura de Qatar, este país compró a Francia una serie de aviones militares valuados cada uno en casi 14 millones de euros.

Ahora bien ¿Qué relación costo-beneficio tiene el albergar una Copa Mundial de la FIFA? La inversión necesaria es bastante elevada, ya que la FIFA establece una serie de requisitos mínimos que debe tener un país para poder ser anfitrión de un Mundial, como lo es capacidad hotelera, estadios o carreteras en buenas condiciones.

En cuanto a los beneficios, estos también son relativos. Todo lo que tiene que ver con derechos de imagen y televisación, así también como patrocinadores y venta de la marca, van directamente hacia FIFA. Los beneficios reales que tiene un país pueden ser, por ejemplo, mejora de las vías terrestres (Alemania renovó todo el sistema de autopistas para la edición 2006), la promoción turística del país (Como lo hizo Sudáfrica y Brasil) y la venta de la marca-país. Otro beneficio que adquiere es el de la venta de entradas, hecho que Alemania supo aprovechar mediante la imposición del IVA (Impuesto al Valor Agregado) a la compra de los billetes para los encuentros, lo que le dio cifras más que positivas al cerrar números.

Infobae | Sólamente dos de los ocho estadios existían antes de aprobarse la candidatura.

Los beneficios que obtendrá Qatar serán casi exclusivamente los referidos al sector turístico y hotelero, así como la promoción de su marca país. En cuanto a la infraestructura futbolística podemos decir que -a priori- serán números rojos que difícilmente puedan salvar, en un país donde la cultura por el futbol es nula y donde los estadios seguramente queden como una simple postal de lo que pasó en 2022, como sucedió con los estadios construidos para Sudáfrica 2010.

Construcción y muerte

Como mencionamos anteriormente, la FIFA impone una serie de requisitos a los países que aspiran a ser anfitriones. Entre estos, los más importantes son los que tienen que ver con la infraestructura netamente futbolística; estadios con capacidad mínima de 40.000 espectadores, dos para las semifinales, con capacidad para 60.000, y uno para el partido inaugural y para la final, con capacidad para 80.000 personas.

Qatar es un país cuyo fuerte precisamente no es el fútbol, por lo que al momento de ser elegido como sede comenzó una carrera contrarreloj para construir seis de los ocho estadios disponibles, carrera donde los “petrodólares” y la mano de obra (casi)esclava tuvieron un rol fundamental.

La Federación Internacional de Fútbol afirma que cerca de 1,5 millones de personas fueron empleadas -entre tantas otras cosas- para la construcción de los estadios. Al momento de generar puestos de trabajo lo importante es velar por las condiciones en las que se desarrollarán las labores. Evidentemente esta no es una de las prioridades ni de FIFA ni de Doha.

Según datos de Amnistía Internacional y de la Organización Internacional del Trabajo, más del 90% de la mano de obra empleada es extranjera, principalmente de personas provenientes de Bangladesh, Nepal o la Inda, empleados mediante el sistema “Kafala”.


Este sistema lo que se asegura es el monitoreo constante de los trabajadores. Para poder trabajar es necesario estar “apadrinado” por un patrón, quien retiene todo tipo de documentación del trabajador, quedando este imposibilitado para retirase cuando desee y no pudiendo cambiar de labor a menos que cuente con la correspondiente autorización de su jefe.

Además de esto, el ambiente laboral está muy lejos de ser digno. Con condiciones climáticas extremas durante la mayor parte del año, los empleados se ven expuestos a jornadas extensas y a altas temperaturas, provocándoles insolaciones, golpes de calor y deshidratación. Esto se suma al contexto inhumano en el que se ven inmersos en los campamentos, situación que se ve agravada por los bajos salarios (que en la mayoría de los casos está por debajo del mínimo) y el retraso en los mismos, transformándose casi en un trabajo ad honorem.

Según una investigación realizada por el periódico británico “The Guardian”, cerca de 6.500 trabajadores habrían muerto frente a las inclemencias climáticas y las pésimas condiciones laborales (Caídas, accidentes, etc.). Por su parte, tanto el gobierno qatarí como el mismísimo presidente de FIFA, Gianni Infantino, han negado dichas cifras y acusado a los medios de ser “engañosos y tendenciosos”. Según ellos solo tres muertes están relacionadas directamente con la construcción. Entre tanto, la OIT ha contabilizado sólo en 2020 la cifra de 50 muertes, 500 lesiones gravísimas y mas de 3.000 lesiones graves o moderadas.

Derechos Humanos

Los derechos laborales no son los únicos derechos que se violan en Qatar. Esta situación no es de hace pocos años, sino que ya era conocida en 2010 al adjudicarle la sede a Doha. Aún así, la Federación Internacional de Fútbol fue contra sus propios reglamentos e hizo oídos sordos ante las fuertes acusaciones que llegaban desde la península arábiga.

Las restricciones en el país van principalmente enfocadas hacia la libertad de expresión, las mujeres y los derechos de la comunidad LGBTIQ+. En cuanto a la libertad de expresión, el país organizador ha prohibido la publicación o manifestación por cualquier medio de información tendenciosa, dejando a discrecionalidad de un país por demás arbitrario el contenido de la que se puede hacer o decir, en la calle, en las redes o en los medios.

«Está prohibida la discriminación de cualquier país, individuo o grupo de personas por cuestiones de raza, color de piel, origen étnico, nacional o social, género, discapacidad, lengua, religión, posicionamiento político o de cualquier otra índole, poder adquisitivo, lugar de nacimiento o procedencia, orientación sexual o por cualquier otra razón, y será sancionable con suspensión o expulsión.«

Artículo 4 del estatuto de la Fédération Internationale de Football Association (FIFA)

Por su parte, las mujeres siguen siendo las grandes excluidas en la sociedad, con leyes que las segregan y las reducen a un simple complemento del hombre. El actuar de la justicia qatarí frente a las mujeres se entiende fácilmente con el caso de la periodista mexicana Paola Schietekat, quien luego de ser abusada sexualmente en su departamento en la capital del país fue condenada a 100 latigazos y 7 años de cárcel por haber “mantenido relaciones sexuales fuera del matrimonio” o, lo que realmente pasó, condenada por haber sido violada.

Aún así, la minoría mas temida por las autoridades locales son los miembros de la comunidad LGBTIQ+. Si bien la legislación qatarí prohíbe y condena la homosexualidad, los organizadores de la Copa Mundial de la FIFA habían adelantado que todos, incluso los homosexuales, serían bienvenidos a tamaño evento. ¿Se cumplirá? Luego de escuchar las declaraciones del exjugador qatarí y Embajador del Mundial -Khalid Salman- quien afirma que la homosexualidad es un “daño mental”, y sumado a las agrupaciones civiles que luchan contra las personas de esta comunidad, queda claro que no todos serán bienvenidos a la cita mundialista.

Entre las prohibiciones que van a regir durante la Copa Mundial de la FIFA destacan las de muestras de afecto entre cualquier persona, así se prohíben los besos y abrazos, mucho más si son realizadas entre personas del mismo sexo, quienes podrán ser multados o incluso pasar un tiempo tras las rejas.

Otra prohibición recae sobre todo tipo de relación extramatrimonial, ya que quienes cometan adulterio podrán también ser encarcelados.

A estas prohibiciones se suman algunas más que, a primera vista, no tienen sentido alguno. No habrá libertad de culto, por lo que las personas no podrán llevar ningún tipo de representación ni realizar manifestaciones religiosas. Además, las personas no podrán mostrar sus hombros ni sus rodillas, por lo que incluso la vestimenta será un tema para tener en cuenta a la hora de salir a las calles de Doha o de asistir a un partido.

Por último, y si bien Qatar y FIFA habían llegado a un acuerdo por el tema de la venta y consumo de bebidas alcohólicas dentro de los estadios, menos de 48 antes del inicio Doha informó a la Federación Internacional de Fútbol que no se permitirá adquirir este tipo de bebidas. Esto supone un grave problema para el organizador, siendo que la popular marca «Heineken» es uno de los principales auspiciantes del evento.

¿Qué hacemos?

Evidentemente ni el mundo del fútbol ni la sociedad civil se ha quedado callado frente a estos atropellos disfrazados de “cultura y tradición”. Así, diversas organizaciones pro derechos han intentado, aunque sin éxito, boicotear la realización del Mundial. Aún así, se han dado diferentes manifestaciones que buscan combatir esta discriminación o bien desvincularse del evento.

Un claro ejemplo es el del seleccionado danés, que junto a la empresa proveedora de indumentaria (Hummel) diseñaron remeras de tal forma que ni el escudo de la federación ni el logotipo de la marca sean visibles, y así “despegarse” simbólicamente y no consentir los diferentes abusos que se han dado del 2010 a la fecha.

Por su parte, varias selecciones han hecho un pedido a la FIFA para utilizar cintas de capitán con el arcoíris, en señal de apoyo a la comunidad. El seleccionado estadounidense ha cambiado su histórico escudo con la inscripción “USA” y las barras rojas, por barras multicolores. Otras muestras de apoyo fueron las dadas por la cantante británica Dua Lipa, quien en las últimas horas se bajó del acto inaugural de Qatar 2022 por considerar que no se habían cumplido los requisitos exigidos sobre derechos humanos.

También están quienes creen que son decisiones tan profundas que no comparten que un futbolista sea el encargado de llevar la bandera del cambio de paradigma. Así, el arquero francés Hugo Lloris -campeón del Mundo en el 2018 y capitán del equipo galo- adelantó que no utilizará la cinta multicolor y fundó su decisión en que “cuando ingresan extranjeros a Francia pedimos que cumplan nuestras reglas”, haciendo referencia a que cada país es libre de reglamentar según sus creencias y visiones del mundo, así también como la obligación de los “invitados” aunque sea de respetar dichas exigencias.

En contraposición Manuel Neuer, el guardameta alemán y campeón del Mundial 2014, además de capitán del equipo, expresó que utilizará con orgullo la cinta «de los derechos humano», y agregó que está sumamente dispuesto a pagar la multa que el país o la FIFA quieran imponerle. Esto es debido a las advertencias de la Federación sobre posibles sanciones a los seleccionados en caso de violar la normativa del Mundial.


Es evidente que las diversas maniobras de “Sportwashing” (Lavado de imagen mediante el deporte) ejercidas por el gobierno y la organización desde el 2010 a la fecha no están dando resultado, o al menos no como esperaban. Tanto la sociedad civil, los clubes y los diferentes seleccionados han mostrado su preocupación por las grandes irregularidades en materia de seguridad jurídica y derechos humanos.

A menos de 24 horas de que inicie la cita deportiva por excelencia, el ambiente en Qatar está “caldeado” y quedará ver si las restricciones impuestas por el gobierno del país anfitrión se cumplen a rajatabla o bien se relajan y pasan desapercibidas. Lo importante es que el próximo 20 de noviembre cuando suene el silbido inicial no olvidemos lo que hasta aquí hemos mencionado y que -disfrutemos o no- lo hagamos con ojos críticos.


Francisco Sánchez Giachini (Argentina): estudiante de Abogacía, Universidad de Mendoza. Columnista y Podcaster en Diplomacia Activa.

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