La guerra se vive en las canchas de Europa
Por Axel Olivares
El cruce entre el Maccabi Tel-Aviv y el Ajax de Ámsterdam se convirtió en el catalizador de una noche de disturbios y agresiones en la capital neerlandesa. En un contexto marcado por el conflicto de Medio Oriente, el deporte volvió a ser un reflejo de las tensiones políticas y sociales que dividen a Europa.

Lo que parecía un partido más de la UEFA Europa League terminó siendo una muestra más del complejo panorama que el mundo está atravesando producto de los conflictos en Medio Oriente. Durante la noche del jueves 7 de noviembre, una vez finalizado el encuentro entre Ajax de Ámsterdam y el Maccabi de Tel Aviv en el estadio Johan-Cruyff, cientos de hinchas del club israelí sufrieron una serie de agresiones dejando un saldo de 60 heridos. Los disturbios parecen haberse presentado de forma espontánea, no obstante, el partido tenía todos los elementos necesarios para que se desatara la violencia.
Pasadas las 11 de la noche, luego de que Maccabi perdiera 5 a 0 contra el equipo neerlandés, los tres mil seguidores del equipo israelí permanecieron en el estadio tal como lo indicaba el protocolo de seguridad indicado para este partido considerado de “alto riesgo”. De hecho, se desplegaron 800 policías para el partido, una cifra muy poco usual para las autoridades en Ámsterdam.
A medida que salían de las instalaciones, varios seguidores del Maccabi comenzaron a recibir agresiones en distintos puntos de Ámsterdam. En las redes sociales comenzaron a subirse videos de persecuciones y linchamientos propiciados por sujetos que ni siquiera tenían algún distintivo de Ajax.
Mientras que en un video puede verse a un hombre siendo arrojado a un canal y obligándolo a decir “Palestina Libre”, en otro video le gritan a un sujeto tirado en el suelo “¡por los niños!”. El nivel de violencia fue tal que la policía antidisturbios tuvo que intervenir para proteger a los seguidores israelíes y poder trasladarlos a sus hoteles. Sin embargo, para cuando las autoridades se presentaron, varias personas ya habían recibido múltiples agresiones. Algunos tuvieron que ser hospitalizados por la gravedad de las heridas recibidas. Durante esa convulsa noche, las fuerzas de seguridad neerlandesas detuvieron a 62 personas.
Al enterarse de la gravedad de los disturbios, el gobierno israelí envió aviones a Países Bajos para repatriar a los hinchas del Maccabi. En su país natal, las imágenes de israelíes siendo violentados causó una gran conmoción. En efecto, el Ejército le prohibió a su personal viajar a Países Bajos “hasta nuevo aviso”.
Por su parte, el primer ministro Benjamín Netanyahu calificó los linchamientos como de “máxima seriedad” y llamó a las autoridades holandesas a que “actúen enérgica y rápidamente contra los alborotadores». Asimismo, el presidente israelí Isaac Herzog se refirió a los incidentes como un «pogromo”, término que se utilizaba para referirse a los ataques antisemitas en Europa en el siglo XIX y principios del XX.
En Países Bajos, el primer ministro Dick Schoof denunció el hecho como un «terrible ataque antisemita«, mientras que Rey Willem-Alexander añadió que la historia «nos ha enseñado cómo la intimidación va de mal en peor, con consecuencias horribles». La presidente de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen hizo referencia al hecho asegurando que en Europa “el antisemitismo no tiene absolutamente ningún lugar”.
Como producto de los incidentes y de la presión ejercida a nivel internacional, la alcaldesa de Ámsterdam prohibió las manifestaciones pro palestina en la ciudad. No obstante, en lugar de calmar la tensión social, la prohibición incentivó a los manifestantes durante el domingo 10 de noviembre a salir a las calles a reclamar nuevamente por “Palestina Libre” lo cual provocó un tenso cruce entre la policía y las personas congregadas en la plaza Dam.

Un terreno fértil para la violencia
Teniendo en cuenta una serie de factores, el partido parecía propiciar algún hecho de gravedad. Al igual que muchas ciudades europeas, Ámsterdam es hogar de miles de inmigrantes de países islámicos y el movimiento propalestina ha tomado una gran fuerza convirtiéndose en un escenario usual de manifestaciones que denuncian el avance militar de Israel sobre Gaza, el cual ya dejó un saldo de más de 40.000 muertos.
Además, la participación de Israel en el futbol europeo ha sido blanco de cuestionamientos. Los equipos israelíes participan de la Liga Europea desde 1994, luego de que el país se mantuviera durante 20 años entre la Confederación de Futbol Oceánica y la UEFA sin estar oficialmente adscrito a ninguno de ellos.
Israel era parte de la Confederación Asiática de Futbol (AFC), pero en 1974 fue expulsado a causa del conflicto árabe-israelí. Ya sea por antisemitismo o por una cuestión geográfica, la inclusión de Israel a la Liga Europea nunca dejó del todo convencido al viejo continente. Por lo que su participación, al igual que en otros eventos como Eurovisión, causó escepticismo en una parte del público europeo.
Durante las horas previas al partido en Ámsterdam, varios aficionados del Maccabi Tel-Aviv comenzaron a recitar cánticos racistas contra los árabes y los palestinos como “¡Muerte a los árabes! ¡Vamos a ganar!» y “Que gane el Tsahal y acabe con los árabes”. Además, pudo registrarse en algunos videos cómo desprendían banderas palestinas de los balcones. Una vez en el partido, los seguidores del Maccabi fueron duramente criticados por no respetar el minuto de silencio dedicado a las víctimas de las inundaciones en España. Cabe recalcar también que posiblemente los hinchas tenían en cuenta que España es uno de los países europeos que recientemente reconoció a Palestina.
Para el jueves 14 de noviembre, el equipo israelí se enfrentará a Francia en un partido que forma parte de la UEFA Natios League. En París, las autoridades galas tienen pensado desplegar un gran operativo para evitar que se repitan los incidentes ocurridos en Ámsterdam. El Stade de France, el transporte público y la capital francesa en general estarán preparados para albergar un evento que el jefe de policía de París, Laurent Nunez, calificó de “alto riesgo”.

El deporte no está exento de geopolítica. De hecho, ha sido en varias oportunidades una herramienta para extender la influencia de los líderes mundiales al resto del mundo, o bien crear lazos que beneficien las relaciones bilaterales con otro país. Bien lo definía Joseph Nye quien aseguraba que el deporte formaba parte del soft power de las naciones, fomentando valores propios de la disciplina para dar una mejor imagen al país o bien alentar a la unidad nacional.
No obstante, los encuentros deportivos pueden ser también el espejo que refleja las tensiones globales, convirtiéndose en un nuevo campo de batalla por fuera del escenario real. Si retomamos el caso de Israel vemos que los deportistas israelíes enfrentaron serios atentados en el pasado tales como lo sucedido en los Juegos Olímpicos de Munich en 1972 cuando un grupo de ocho terroristas palestinos de la organización Septiembre Negro secuestró y asesinó a 11 atletas de la delegación israelí con el objetivo de exigir la liberación de 234 prisioneros palestinos retenidos en cárceles israelíes.
El hecho no solo marcó un antes y un después en la seguridad de los Juegos Olímpicos, sino que además demostró el alcance del conflicto en Oriente Medio en el ámbito internacional y dejó un legado duradero en la manera en que el deporte y la enemistad diplomática pueden ir de la mano.
Si bien no se lamentaron muertes por las recientes riñas en las calles de Ámsterdam, los incidentes son una muestra de la tensión que se vive en Europa como producto de la Guerra en Medio Oriente cuyo lejano fin no hace más que vigorizar las posturas. La extensión de la guerra puede irradiar en cualquier lugar que la reciba y, en medio de un contexto convulso, en donde el bullicio aturde los sentidos, el pensamiento lógico se inhibe y los cánticos festivos inspiran a despertar los impulsos más pasionales, las tensiones geopolíticas pueden aflorar en el ámbito deportivo y desembocar en la violencia más instintiva.
Axel Olivares (Argentina): Estudiante de Comunicación Social, Universidad Nacional de Cuyo. Redactor y columnista en Diplomacia Activa.
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