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Todo el poder para Trump

Por Valentina Terranova y Luca Nava

Crónica de las elecciones presidenciales de Estados Unidos de 2024.

5 de noviembre, 10:00. Florida – Por las calles del Estado del Sur por predilección se pasean ciudadanos de los más diversos países. Las elecciones estadounidenses que paralizaron al mundo aquí en el Condado de Miami Dade parecen pasar un poco inadvertidas. Hace ya algunos años Florida se posiciona como un bastión republicano. Es algo insólito a primera vista ya que cerca del 70% de la población del condado de Miami Dade es de origen latino, y entre ese grupo, cerca de la mitad son cubano-estadounidenses. Insólito si nos detenemos en la consistente propuesta anti-migraciones que promete Donald Trump, quien ha afirmado en reiteradas veces en campaña su política de deportación. 

Uno de los análisis posibles permite plantear la idea de que aquellos quienes se exiliaron de sus países nativos, en su mayoría con inclinación socialista, hacia el capitalismo salvaje, terminan por construir comunidades conservadoras. Así es como horas más tarde el estado caribeño se teñiría de rojo en el mapa del resultado electoral. En las importantes avenidas de Miami como Collins Ave o Washington Ave se destacan las tiendas y locales cubanos, venezolanos y colombianos, con sus propuestas gastronómicas y culturales parecen convivir en paz. Algunos jóvenes afirman siquiera estar interesados en ir a votar mientras otros se hallan en la puerta de los recintos de votación dejando en claro quien es su candidato favorito.

5 de noviembre, 12:00. Florida – Al mediodía del martes, el candidato republicano Donald Trump llegaba a los comicios en Palm Beach para emitir su voto, seguro de que la victoria sería inminente y “para nada reñida”. Sin embargo, sabíamos que las encuestas no decían lo mismo. Kamala Harris y Donald Trump estuvieron semanas disputando los siete estados clave que podrían significarles un triunfo y las consultoras predecían una holgada diferencia. Horas más tarde, Harris festejaba junto a los demócratas la noticia de un “posible empate”. 

Más tarde, Trump comenzaba a hacer correr la idea de un “masivo fraude en Philadelphia”, condado donde la noche anterior Harris cerraba su campaña reafirmando su visión sobre el futuro de Estados Unidos. En esta atmósfera poco a poco los resultados fueron desvelados, a las 20 hs ya Alabama, Carolina del Sur y Mississippi daban al trumpismo ganador. Massachusetts, Maryland y Connecticut a su vez fueron uno de los primeros estados en decretarse demócratas. En simultáneo en boca del mundo entero se escuchaba una sola pregunta, ¿quién será el próximo presidente de los Estados Unidos? 


Ilustración | Ben Kothe

6 de noviembre. 5:00. Florida – Para este momento Estados Unidos ya tenía un nuevo presidente electo dando comienzo a una nueva era Trump. “Quiero agradecerles mucho a todos ustedes, esto es genial, estos son nuestros amigos, somos cientos de amigos”.  Así comienza el discurso de Donald Trump, reelegido no consecutivamente, en Palm Beach, luego de ganar en estados clave que le dieron la victoria, entre ellos Arizona, Georgia y Carolina del Norte. Lo hizo con 292 votos electorales, es decir el 50,9% de los votos. 

Una transición que marca la diferencia 

Trump se consagra como el presidente número 47 de los Estados Unidos, luego de lo que fue una de las elecciones presidenciales más reñidas de la historia hasta la fecha. Su regreso a la Casa Blanca presentará cambios radicales en lo que concierne a la política exterior e interna del país, comprendiendo múltiples frentes mientras la guerra y la incertidumbre se apoderan de algunas partes del mundo, y también de la sociedad estadounidense. Si bien durante su campaña no expuso con detalle cómo llevará a cabo sus planes, Trump probablemente basará su política en los principios del no intervencionismo y proteccionismo comercial, a lo que él se refiere como “América primero”

Su ascenso en el poder ejecutivo supondrá uno de los cambios más significativos en la forma en que Washington aborda los asuntos exteriores y sus dificultades internas, en medio de crisis paralelas que van desde la guerra de Ucrania, hasta el caluroso debate sobre la ley del aborto y la inmigración ilegal. Quizá por lo pronto, si bien hay mucha especulación y pronósticos, deberemos remitirnos al análisis de su gestión anterior para encontrar una pista de qué nos depara el futuro, al menos hasta que ocupe oficialmente el sillón de la Oficina Oval.

A nivel nacional se trató de un evento atípico de exacerbada polarización social y de clivajes políticos muy disímiles, que llegaron a dividir a sus votantes no solo por móviles políticos, sino que por tendencias de género y hasta de etnia, lo cual deja entrever los problemas endémicos que subyacen a la sociedad en los Estados Unidos. 

Como dato no menor, este año las aproximaciones y generalizaciones no pudieron hacernos caer en los ya conocidos fenómenos del «espejismo rojo», que define el momento en que los primeros resultados de la noche de la elección proyectan una aparente victoria de los republicanos, pero cuando empiezan a sumarse los votos anticipados y los datos de las grandes ciudades de los estados clave, la diferencia se reduce e incluso la tendencia puede llegar a revertirse, convirtiéndose en lo que se conoce como el fenómeno del «cambio azul», el color de los demócratas. 

Harris se pronunció a modo de discurso postelectoral, aceptando su derrota a manos del presidente Trump. Habló honestamente y con altura sobre la aceptación de los resultados de la votación, aunque admitió que estos no eran lo que esperaban. En el momento en el que se confirmaron los resultados, la vicepresidente se comunicó con Trump para hablar sobre el traspaso pacífico del mando. En la conferencia, no realizó ninguna referencia directa a la negativa de Trump por aceptar la derrota en 2020 a manos del actual presidente, y en este plano, Harris distinguió su decisión de acatar los resultados con la de su adversario hace cuatro años y hablar de paz en el traspaso. 

Si analizamos sus dichos, notamos una fuerte pero sigilosa crítica que recae directamente sobre el presidente electo, destacando como la gestión demócrata no ha dudado del resultado de los comicios ni por un segundo, y ha sido resiliente con su derrota, muy diferente de las actitudes de Trump en el 2020. En lo que respecta al futuro, Harris dijo «Nunca renunciaré a la lucha por un futuro en el que los estadounidenses puedan perseguir sus sueños, ambiciones y aspiraciones, nunca renunciaré a la lucha por nuestra democracia”, confiriendo un aire de esperanza para sus votantes, alentándolos a no rendirse y a seguir “librando esta lucha en las urnas, en los tribunales y en la plaza pública”. Sin duda, la ambición y movilización gestada a partir de la campaña demócrata en tan poco tiempo, probablemente será un grito difícil de callar para el partido republicano

La improvisada Kamala Harris no logró la convicción necesaria para ganar las elecciones, pero sí para ser una oposición digna al diferenciarse de la agresividad y la retórica del miedo y el ataque de la campaña del trumpismo. Su concesión pacífica del triunfo a los republicanos es una certera forma de seguir en el camino hacia la idea de un país donde las formas y las instituciones pesan


Valentina Terranova (Argentina): Licenciada en Comunicación Social, Universidad Juan Agustín Maza. Columnista de Diplomacia Activa.

Luca Nava (Argentina): Estudiante de Relaciones Internacionales, Universidad Nacional de San Martín. Columnista de Diplomacia Activa.

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