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El precio de los votos

Por Axel Olivares

A medida que se acercan las elecciones en Estados Unidos, los candidatos intentan influir en la ciudadanía para lograr su respaldo, pero no lo hacen solos. Existe un sistema, como ningún otro en el mundo, que le permite a todos los grupos norteamericanos, desde los más pequeños hasta los más colosales, poner sus intereses sobre la mesa y participar en la contienda electoral.

Ilustración | The New York Times

A tan solo semanas de las elecciones presidenciales en Estados Unidos, el país espera con ansiedad los resultados de los comicios, considerados como “los más importantes de toda la historia del país”. Si bien puede parecer una exageración, la ciudadanía no lo ve muy diferente.

Las elecciones son el evento más importante de todos los países democráticos ya que es la oportunidad para que la ciudadanía pueda expresar su voluntad con respecto al rumbo de la Nación. Aunque en Estados Unidos sucede lo mismo, la idea de que “el Estado somos todos” encuentra mayor resistencia producto de una cultura caracterizada por una escasa intervención. Aun así, en ninguna otra Nación se destinan tantos fondos a las elecciones como en la “tierra de la libertad”.

Sin embargo, esos fondos no provienen necesariamente del Estado. Entonces, ¿qué hacen los candidatos presidenciales para lograr llevar a cabo sus campañas por fuera de la órbita del financiamiento público?

Al igual que la mayoría de países, en Estados Unidos el gobierno pone a disposición fondos para las campañas presidenciales. Esta garantía se introdujo con la Ley de Campaña Electoral Federal de 1971 y cobró relevancia luego del escándalo de Watergate en 1974. Con el objetivo de reducir la influencia de poderosos grupos de poder, la ley buscó proporcionar igualdad de condiciones para todos los candidatos. De igual manera, la normativa no les prohibió a los donantes contribuir en las campañas.

De acuerdo con la legislación, los ciudadanos son libres de aportar económicamente a su candidato preferido, pero con ciertos límites. La Comisión de Elecciones Federales (FEC, por sus siglas en inglés) indica que los límites se calculan según la inflación cada dos años (en los años impares para ser más precisos).


Imagen | Times Republican

Para la actual contienda entre la demócrata Kamala Harris y el republicano Donald Trump, el límite se estableció en 3.300 dólares por elección y por candidato, mientras que las contribuciones individuales a los comités nacionales de los partidos son de 41.300 dólares al año. Por otro lado, los contribuyentes pueden optar por destinar $3 de sus impuestos federales a este fondo.

Sin embargo, desde las elecciones de 2008 ningún candidato ha optado por esta subvención debido a que al aceptarla deben renunciar a cualquier recaudación de fondos colectivos y el financiamiento público es insuficiente en comparación con lo que pueden ofrecer los donantes privados.

Los partidos han optado por acudir a otras opciones. En primer lugar, los candidatos pueden inclinarse por los Comités de Acción Política, conocidos como PAC, organizaciones que pueden recaudar fondos para apoyar, como también para oponerse, a uno de los candidatos. Este medio es funcional siempre y cuando los individuos donen el dinero al PAC y no al candidato directamente. No obstante, este medio tiene su límite ya que un individuo puede donar hasta 5 mil dólares por año a un PAC y estos a su vez, pueden donar un máximo de $5,000 por candidato en cada elección (primaria y general) y hasta $15,000 por año a un partido político.

Es aquí donde los candidatos pueden acudir a los Comités Independientes de Gastos Exclusivos conocidos popularmente como Super-PAC. Nacidos de un fallo de la Corte Suprema a favor de la participación de las empresas en las elecciones, estos comités no tienen límites en sus donaciones pero, a diferencia de los PAC, los Super-PAC no pueden entregar dinero directamente al candidato.

Su función se basa en realizar “gastos independientes” en nombre de alguna causa ya que no lo pueden hacer en representación del candidato. Las donaciones provenientes de este fondo se utilizan para publicidad y otro tipo de comunicaciones en favor o en contra de alguna de las dos opciones electorales.


Imagen | Win McNamee

Lo característico de los Super-PAC no solo es el hecho de no tener un límite con respecto a lo que recaudan, sino que, además, la persona que los representan puede encubrir a la cantidad de donantes que quieran. Si bien el comité tiene la obligación de declarar quiénes son sus representantes, estos mismos pueden ser grupos de contribuyentes anónimos. Por lo tanto, no es posible conocer todas las fuentes originales del dinero. Este mecanismo les abrió la puerta a grupos externos (empresas, corporaciones, asociaciones o sindicatos) para impulsar la campaña de algún candidato.

¿Acaso estas entidades no buscan algo a cambio? Muchos señalan que las donaciones ilimitadas pueden ser una herramienta para injerir en el Gobierno. Industrias como farmacéuticas, bienes raíces o productores agrícolas donan miles de dólares a los Super-PAC proporcionando un peso similar, o mayor, al de los votantes. Una de las corporaciones más inmersa en este mecanismo es la Asociación Nacional del Rifle (NRA), una entidad que ha aportado a las campañas tanto de republicanos como de demócratas cuantiosas cantidades de dinero para conservar lo más intacta posible la Segunda Enmienda que le permite a la ciudadanía la libre portación de armas.

Otro caso que demuestra la intención de influir en el Poder Ejecutivo en el país es el reciente apoyo del empresario multimillonario Elon Musk al expresidente Donald Trump. El CEO de Tesla ha consolidado su posición conservadora, sobre todo, después de que el candidato republicano sufriera un atentado que casi le cuesta su vida. El magnate inició una estrecha relación con Trump y un apego al desenfrenado MAGA (Make America Great Again) y prometió donar 45 millones de dólares a la campaña de Trump. Pero, a diferencia de otras entidades, este caso llama la atención teniendo en cuenta que la agenda de Trump no coincide demasiado con la de Musk.

Mientras que el empresario sudafricano orientó su compañía de vehículos eléctricos hacia la sostenibilidad y la generación de energías renovables, Trump anunció que, de ganar las elecciones, le pondría fin al “mandato de vehículos eléctricos” por considerarlos costosos y poco eficientes. Aun así, Trump prometió que, de ganar los comicios, crearía una comisión de eficiencia gubernamental y Elon Musk sería el encargado de dirigirla.

El organismo tendría la tarea de combatir fraudes y pagos indebidos, pero muchos analistas señalan que Musk tendría el poder de desarticular los organismos regulatorios que mantienen la lupa sobre sus empresas, tales como la Comisión de Bolsa y Valores o la Junta Nacional de Relaciones Laborales.


Imagen | Miquel Pellicer

De todas formas, Trump puso bajo el reflector, como ningún otro, las alternativas a las cuales puede acudir un candidato para recaudar fondos. A finales de agosto sacó una nueva edición de tokens no fungibles (NFT) en forma de tarjetas digitales ilustradas (muy a lo Trump) mostrando al candidato republicano con un cuerpo escultural y guantes de boxeo.

Cada tarjeta de la serie “The American First Collection” tiene un costo de 99 dólares, pero quién compre entre 75 y 250 tarjetas podía ganar algunos premios como un par de zapatillas de la marca Trump, un trozo de tela del traje que el candidato utilizó en el debate presidencial contra Joe Biden y hasta una cena con Trump en su campo de golf en Florida.

Aun así, Trump no ha logrado alcanzar lo recaudado por su contrincante, la vicepresidenta Kamala Harris. De acuerdo con New York Times, en menos de tres meses, Harris recaudó mil millones de dólares entre los aportes de los afiliados y el Comité Nacional Demócrata, y sin contar con el dinero donado por los super PAC aliados, mientras que el expresidente republicano lleva 853 millones de dólares. Harris recaudó tanto dinero que en septiembre envió 25 millones de dólares a otros comités del partido para respaldar las candidaturas de los demócratas en la Cámara de Representantes, el Senado, la gobernación e incluso las legislaturas estatales.

Luego de ocupar el lugar del presidente Biden en la carrera electoral, a Harris le llegó una oleada de donaciones que le permitió recaudar en su primera semana como candidata más de lo que Biden pudo reunir en los últimos seis meses de 2023. Así y todo, la campaña demócrata teme todavía que los super PAC republicanos logren influir en la contienda.


No se descarta que, en las semanas restantes antes de la elección, ambos partidos logren reunir más dinero. En lo que queda para los comicios, los grupos de interés pueden realizar un último esfuerzo para impulsar el voto en alguna región o algún sector social pero, a pesar de la cuantiosa cantidad de dinero que destinen para estas operaciones, todos saben que el votante tendrá la última palabra.

Si bien el presupuesto privado es el principal motor que impulsó al sistema bipartidista en los últimos 15 años, las elecciones no las ganará quien recaude más fondos sino quien logre convencer al electorado. A fin de cuentas, siempre se trató de eso.


Axel Olivares (Argentina): Estudiante de Comunicación Social, Universidad Nacional de Cuyo. Redactor y columnista en Diplomacia Activa.

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