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El filósofo gobernante ¿utopía o realidad?

Por Agustina Miranda Giordano

La concepción platónica del filósofo gobernante, tal como es desarrollada en La República, es una de las ideas más icónicas y discutidas en la historia de la filosofía política. Este concepto no sólo define una visión ideal del gobierno, sino que también establece un paradigma sobre la relación entre el conocimiento y el poder. En este artículo, analizaremos en qué consiste la idea del filósofo gobernante y algunas consideraciones claves de la propuesta del filósofo ateniense.

La idea del filósofo gobernante es presentada en la obra La República, un escrito fundamental para la filosofía, especialmente para la filosofía política. El filósofo, aquí, formula la pregunta fundamental sobre la política y presenta un elenco de categorías esenciales de las que disponemos para pensar en términos políticos. Platón procede mediante el método de aproximación a la realidad política a través del desarrollo dialéctico de una comunidad ideal. Podríamos decir que La República es, fundamentalmente, un tratado de pedagogía política, ya que la reflexión central que vertebra el texto es qué condición y qué preparación deben tener los guardianes (los gobernantes) de la ciudad.

Platón presenta una concepción política de la ciudad de índole organicista, lo que significa que cada uno de los miembros de la ciudad tiene una función determinada. Es un sistema de servicios recíprocos en el que cada uno desempeña una tarea específica, motivado por necesidades generales. De modo que el mejor funcionamiento colectivo se da en la medida en que cada organismo desarrolla su función concreta. Lo que se da aquí es una construcción progresiva de la complejidad social, es decir, un proceso dialéctico de creación de la ciudad ideal

¿Cuál era el problema que tenía Platón con los regímenes de su época? ¿Por qué impugna todos esos regímenes? Porque todos esos regímenes son regímenes de partido. No es posible que ninguno de esos gobiernos sea bueno porque es la imposición de una lógica de facción sobre el conjunto de la vida. Todos esos gobiernos son ilegítimos porque lo que hacen es dividir a la ciudad y no buscan el bien de la ciudad, sino el bien de su propia facción, de su propio grupo.

Los primeros, es decir, el subtipo inferior, son los guerreros vinculados a la parte irascible del alma, encargados de la protección y defensa de la ciudad. Platón afirma que los éstos deben ser como perros guardianes, suaves con sus propios ciudadanos y duros con los enemigos.

Los segundos, el subtipo superior, son los gobernantes filósofos, quienes representan la parte racional del alma. Son los únicos capacitados para gobernar porque han alcanzado el conocimiento del Bien y de las Ideas. Su objetivo es el bienestar común, tomando decisiones justas y guiadas por la verdad. 

¿Por qué ocupa el filósofo este lugar? Desde el planteo de Platón, el filósofo tiene una visión sinóptica, una visión de conjunto, y piensa en función de la Idea del Bien. Éste es el único que tiene la capacidad de entender y poner en práctica el bien de la ciudad en su conjunto. El filósofo tiene un régimen de vida que le impide adoptar una perspectiva de facción. El filósofo gobernante, en el contexto propuesto por Platón, no puede tener un interés particular, sino que se debe al interés común y al amor por la ciudad. Pues, si hay algo que se interpone entre el amor, la ciudad y el filósofo, debe retirarse de su cargo. Es decir, hay que eliminar todo aquello que suponga un interés particular en su posición.

“A menos que los filósofos reinen en los Estados, o los que ahora son llamados reyes y gobernantes filosofen de modo genuino y adecuado, y que coincidan en una misma persona el poder político y la filosofía, y que se prohíban rigurosamente que marchen separadamente por cada uno de estos dos caminos las múltiples naturalezas que actualmente hacen así, no ha habrá, querido Glaucón, fin de los males para los Estados ni tampoco, creo, para el género humano […]”.

Platón | La República, 473c-d

Platón dedica un considerable espacio en La República a describir la educación necesaria para formar a estos futuros gobernantes. Para Platón, el problema central de la polis es la educación y la crianza. Es fundamental en su propuesta, la vigilancia permanente sobre la calidad de quienes se encargan de cuidar a los ciudadanos y de gobernar. El camino para formarse es un ascenso hacia la verdad, un camino que es el de la filosofía. Por eso, Platón insiste en no permitir la corrupción en la educación, vigilándola permanentemente para evitar innovaciones que vayan en contra de lo que está escrito en las leyes. Platón se da cuenta de que la música, la poesía y el teatro son instrumentos fundamentales para la transmisión de valores. La educación, en general, y la educación filosófica, en particular, es fundamental, pues ella se encarga de la formación del alma. La educación es la palanca por medio de la cual hace que se mueva todo el estado


Ilustración | The Economist

A lo largo de los siglos, la idea del filósofo gobernante ha sido objeto de diversas interpretaciones y críticas. Algunos la ven como una utopía irrealizable, mientras que otros la consideran un ideal peligroso que podría justificar gobiernos autoritarios en nombre de un conocimiento superior. Sin embargo, la esencia de la propuesta de Platón sigue siendo relevante: la relación entre el conocimiento y el poder, y la importancia de que los líderes estén orientados por principios éticos y filosóficos sólidos. La figura del filósofo gobernante se erige como un símbolo de una política orientada hacia el bien de la comunidad, no hacia el bien individual que persigue fines particulares, y de una política que no puede desvincularse de la verdad.

En la tensión entre realidad e ideal, la propuesta de Platón se presenta como un ejercicio de racionalización. Por lo tanto, cuando se habla de «Platón como utópico«, es incorrecto; en realidad, el utópico supone una cierta voluntad de poner en práctica su visión. Platón aquí realiza un ejercicio intelectual sobre cómo sería una ciudad justa que, en el contexto de la pedagogía integrada que plantea, tiene sentido. La figura del filósofo gobernante nos invita a reflexionar sobre la necesidad de un liderazgo que, aunque quizá inalcanzable en su forma más pura, aspire a ser guiado por la verdad y el bien común.


Agustina Miranda Giordano (Argentina): estudiante de Profesorado de grado universitario y Licenciatura en Filosofía, Universidad Nacional de Cuyo. Miembro de Diplomacia Activa

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