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Mongolia: un alfil geopolítico

Por Arturo Bautista

Las relaciones internacionales a lo largo de la segunda mitad del siglo XX estuvieron fuertemente condicionadas por la Guerra Fría y los bloques ideológicos que se constituyeron. La caída de la Unión Soviética en 1991 produjo un terremoto tanto interno como externo para todos los Estados dependientes de Moscú, debido principalmente a la pérdida del apoyo económico y el liderazgo político.

Mongolia y Corea del Norte, regímenes comunistas ambos, sufrieron las consecuencias de este proceso histórico. Sin embargo, la resistencia desde Ulán Bator a todos los cambios que se estaban produciendo en la sociedad internacional, fue mucho más débil que la de Pyongyang, hecho que se consumó en 1992 con la disolución de la República Socialista de Mongolia y el inicio de un proceso constituyente democrático.

La filosofía y el hermetismo Juche hicieron que la reunificación de la península de Corea por el colapso del bloque comunista no fuera posible, ya que Corea del Norte encontró en Pekín más que nunca el soporte vital que necesitaba y que siempre le han prestado, pero desde luego, afrontó el futuro desde una posición menos halagüeña.

Las relaciones exteriores entre Mongolia y Corea del Norte siempre se han caracterizado por ser estables y amigables, desde el establecimiento de relaciones diplomáticas en 1948, siendo una de las primeras naciones en hacerlo. Prueba de todo ello fue que la primera visita de un Jefe de Estado recibida por Kim Jong Un, fue la del presidente de la República de Mongolia en el año 2013.

Este interés por mantener las buenas relaciones se ha justificado a lo largo del tiempo debido a la explotación y el comercio de recursos mineros como el carbón, el estaño o el cobre, necesarios para el éxito de los planes de crecimiento industrial de Pyongyang, la capital de Corea del Norte.


“The Missiles” (1994-2004) | Pak Yong-chol

Mongolia, rodeado por potencias como la Federación de Rusia o la República Popular China, ha basado la actuación de su Ministerio de Asuntos Exteriores en la supervivencia y en asegurar el mayor nivel de independencia económica posible con respecto a ellos.

En consecuencia, los mongoles han aprendido mantener la equidistancia en los conflictos generados, para salir lo menos perjudicados posible. Esta línea de política exterior provoca que Corea del Norte vea a Mongolia como un país amigo y no hostil, con el que se pueden entablar relaciones de cooperación bilateral. En 2018 ambos Estados procedieron a la firma de un acuerdo por el cual se incrementaban las actividades relacionadas con la diplomacia cultural y el comercio entre ambos países. Sin embargo no todo lo que parece oro termina siéndolo. Muchos desertores y refugiados norcoreanos eligen ir a Mongolia por su proximidad fronteriza, así como la actitud favorable para con ellos por parte del gobierno. Normalmente, estas personas son reubicadas en aquellos países que ellos solicitan, siendo común la elección de Corea del Sur, hecho que enfada a Pyongyang.

Existen rumores que desde las altas cúpulas de Ulán Bator se realizan devoluciones ilegales a Corea del Norte, pero hasta ahora ninguna agencia ni organismo internacional ha conseguido certificarlo. A su vez, Mongolia ha sido parte de la maquinaria de espionaje e inteligencia norcoreana de las últimas décadas. La “oficina 39”, conocida por liderar actividades irregulares ligadas a la extracción y atesoramiento de divisas extranjeras para el régimen, encontró en el territorio mongol una oportunidad de incrementar los ingresos para el estado juche.

Pyongyang (con el fin de financiar sus proyectos evitando las sanciones internacionales) ha enviado trabajadores, sobre todo del sector de la construcción, con la finalidad de quedarse con todo el sueldo de los ciudadanos empleados, situándoles en una condición de esclavismo de facto y violando todos los tratados y convenciones globales ligadas al derecho de los trabajadores.

Estados Unidos ha utilizado a Mongolia a lo largo de los años como eje de comunicación con Pyongyang. Lo que les ha garantizado ser visto por parte de Washington como un actor al que tener en cuenta dentro del desarrollo de las acciones pertinentes a todo lo relacionado con el conflicto coreano.

El aumento de las tensiones en la región del Pacífico, debido a la intensificación del programa nuclear norcoreano y sus ensayos, han provocado que recientemente la situación de aseverada neutralidad por parte de Mongolia se haya visto ligeramente alterada.

¿Tienen futuro las relaciones entre ambos Estados? Desde un punto de vista global, la respuesta es que sí. Mongolia no puede permitirse una mala relación con sus vecinos debido a la enorme diferencia de capacidades existentes. Mientras Corea del Norte ve en Ulán Bator un balón de oxígeno diplomático y económico, que aunque no sea muy grande, ayuda al sustento del partido y su población. Sin embargo, las relaciones son muy dependientes de la imagen exterior y las sanciones internacionales, por lo que presentan una clara grieta que puede profundizarse con el tiempo.

Mongolia se ha convertido en parte indirecta de la política exterior del Pacífico, en un alfil geopolítico. Las relaciones bilaterales establecidas son totalmente asimétricas, lo que deja a Pyongyang en una situación frágil y dependiente. La política exterior del estado mongol es un ejemplo de como utilizar la equidistancia en el sistema internacional y sobrevivir al intento.


Arturo Martínez Bautista (México): Estudiante de Relaciones Internacionales, Universidad Tecnológica de México.

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