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El poscolonialismo que definió Argelia

Por Paula Gómez

El fin de la Segunda Guerra Mundial y el comienzo del proceso de descolonización impulsado por las Naciones Unidas con el objetivo de otorgar la independencia principalmente a los pueblos africanos y asiáticos de las colonias europeas, marcó un antes y un después en el sistema internacional. Al inicio de la fundación de las Naciones Unidas alrededor de 750 millones de personas, casi un tercio de la población mundial, era dependiente de las potencias coloniales. Pero, ¿se han liberado realmente estos “nuevos” estados de su metrópoli?

Ilustración | Martha E. Saint Martin

El concepto de colonización como tal no se refiere solo a la explotación de los recursos y riqueza de la colonia, sino que también debe haber una ocupación efectiva del territorio, la construcción de asentamientos, así como incluso actividad industrial y agrícola. Si es cierto que esta concepción colonial desapareció en la práctica al iniciarse estos procesos, el fenómeno es visible aun en las relaciones de dependencia y superioridad entre excolonia y ex potencia colonial.

Pero este legado va mucho más allá que lo que hoy en día se interpreta como neocolonialismo, concepto que hace referencia principalmente a los lazos económicos que mantiene una potencia con un país en vías de desarrollo y a través de las cuales influencian indirectamente las políticas del país.

El poscolonialismo trata de hacer ver como la realidad actual de ciertos países sigue siendo influenciada indirectamente y perpetuado por las acciones que los colonos ejercieron en tierras indígenas, percibiéndose como una continuación del periodo colonial. Para entender mejor de qué se trata este legado colonial que sigue marcando hoy en día las relaciones internacionales, podemos observar específicamente la conexión que aún mantiene Francia con Argelia en ámbitos económicos, de cooperación e incluso a nivel cultural.

El trauma vivido en Argelia durante la colonización francesa sigue siendo foco de tensiones entre ambos países, además del aumento de un sentimiento antifrancés en la sociedad. Llegando incluso a que unas declaraciones privadas de Macron en octubre de 2021 desencadenaran una crisis diplomática entre ambos Estados. El presidente cuestionó a puerta cerrada la existencia de Argelia antes de la ocupación, además de acusar a Argel de fomentar el odio hacia Francia.


Para incrementar la tensión tras esta filtración, se supo desde Francia que el número de visados que el país concedía a los nacionales argelinos iba a reducirse al 50%. Argelia reaccionó retirando a su embajador en París y cerrando su espacio aéreo a los aviones militares franceses, además de aprovechar la situación para acusar al país europeo de genocidio cometido durante el periodo colonial y bélico.

Para poner en contexto, la ocupación francesa de Argelia se caracteriza por la dureza con la que trataron a la población indígena. Los argelinos siguen acusando a los europeos de haber borrado su identidad, torturado y asesinado a millones de personas durante la ocupación, y de haber realizado pruebas nucleares en su territorio; pero sobre todo por el trauma que ha dejado en el pueblo argelino a pesar de haber conseguido la independencia hace 60 años.

Bajo el pretexto de piratería y de un conflicto diplomático, la ocupación del territorio comenzó en 1830 ejerciendo una fuerte represión sobre la población indígena, destruyendo la organización económica y social precolonial existente. Llevaron a cabo la colonización mediante la introducción de nuevas técnicas y la implantación de la agricultura colonial, el fortalecimiento de los sectores exportables y la expropiación de tierras para que pasaran a manos europeas.

El mayor problema que surge tras la independencia está principalmente arraigado en el establecimiento de estas estructuras, ya que como no había ningún objetivo de industrializar el país, sino de importar productos franceses, el desarrollo de Argelia y de su economía ha estado muy condicionado.


Aunque la historia colonial supuso un trauma para la población, y ha sido fuente de disputa en la complicada relación franco-argelina, la cooperación entre ambos países es muy diversa. París cuenta con un gran número de actores implicados en el país, incluyendo administraciones, autoridades locales, asociaciones y ONG.

Esta variedad en la cooperación es un reflejo de las relaciones históricas que persisten entre los dos países, que, a pesar de la ruptura de su relación colonial, siguen estando muy vinculados. La misma también ha sido posible gracias a acuerdos como la Declaración de Argelia de 2012 que reafirmó los lazos de amistad entre ambos. El 50 aniversario de la independencia marcó un cambio político en Francia a favor del diálogo con la antigua colonia, lo que permitió poner en marcha numerosos proyectos y acuerdos en los ámbitos económico e institucionales en el marco de este acuerdo.

Argelia es el segundo socio comercial de Francia en el continente africano, alcanzando los 8 billones de euros en 2021; y en términos de inversión extranjera, el país europeo es el principal inversor fuera de la industria energética. Con cerca de 500 empresas establecidas en sus fronteras, generando más de 40.000 empleos directos y 100.000 indirectos en el país. Las actividades más importantes de las empresas francesas son los servicios financieros y el transporte.

Como puede verse, los intereses franceses en el país persisten en la actualidad, y puede percibirse en las acciones del país europeo. Tras las tensiones del año pasado, y con la guerra de Ucrania como telón de fondo, el pasado mes de agosto, Emmanuel Macron realizó una «visita de buena voluntad» al país norteafricano tras sus comentarios el año anterior. Con la UE presionando para cortar los lazos con Moscú, y las importaciones chinas en Argelia en aumento, París ha reforzado los lazos económicos y energéticos con Argelia, convirtiéndolo en una prioridad en su agenda y siendo el principal importador de crudo del país africano.

En cuanto al legado cultural, lo que se sigue reivindicando como el principal factor de la erradicación de la identidad argelina dadas las imposiciones culturales, fue la imposición de la lengua francesa. Esto tuvo mucho que ver con el desarrollo de la segregación, el analfabetismo y la intolerancia religiosa, donde las instituciones políticas y administrativas influyeron mucho en la forma de trabajar, vivir y aprender de la gente.


La imposición del francés desplazó al árabe y el bereber tradicionales en el territorio, y ambos pasaron a considerarse lenguas extranjeras en el país y prohibidas en las escuelas y los documentos oficiales.  Para superar este fenómeno, el objetivo principal tras la independencia fue restablecer las raíces culturales de la población en un intento de revertir el proceso.

Es por ello que, tras la independencia, a pesar de que el gobierno argelino restableciera el árabe como lengua oficial, el francés continuó tanto en la vida cotidiana como en la profesional de los argelinos, ya que la mayoría de los altos funcionarios y las élites del país, así como los profesores, se educaron exclusivamente en francés.

De esa manera la asimilación del francés en el corazón del país ha quedado profundamente arraigado, debido a que el desarrollo de sus propias escuelas en detrimento de las tradicionales argelinas ha ayudado a forjar su enseñanza superior con una gran influencia colonial. Así, a pesar de la reimposición del árabe en la sociedad argelina, incluso en las calles, y en las empresas más importantes, el francés sigue siendo la lengua de comunicación, perpetuando la visión del francés como lengua «modernizadora» mientras que el árabe se sigue sintiendo ligado a símbolos religiosos.   

Así, podríamos identificar como punto de inflexión la guerra de independencia argelina como el resultado de más de cien años de represión en los que el pueblo argelino finalmente se unió contra sus colonizadores; Inicialmente, había dos movimientos en la sociedad, los que estaban a favor de la integración gradual en las instituciones francesas y los partidarios de la identidad musulmana hasta la independencia; sin embargo, el referéndum para la autodeterminación del pueblo argelino mostró esta unidad con el 90,7% de los votantes en la Francia continental y el 99,72% ratificando los Acuerdos de Evian que darían la independencia a Argelia.


Lo que los argelinos no sabían en el momento del referéndum es que, aunque las autoridades francesas abandonaran oficialmente el territorio, seguirían conectados a pesar de los esfuerzos por terminar esta relación de superioridad. Y no sólo en el aspecto económico, que es algo que puede ser más comprensible en cuanto al desarrollo del sector durante este periodo, sino también en cuanto a la «pérdida» cultural como es el caso del valor de su lengua, que ha quedado relegada a la esfera religiosa.

Las declaraciones privadas de Macron que desataron la polémica no fueron muy acertadas, sin embargo, sí que es cierto que la Argelia que conocemos, para bien o para mal, no puede separarse de su historia colonial. El francés llegó para quedarse como símbolo de modernización y ha marcado desde entonces las estructuras sociales y económicas que han forjado la relación entre ambos países.


Paula Gómez (España): Estudiante de Máster en Estudios Geopolíticos, Charles University, Republica Checa.

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