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DE CAMALEÓN A COCODRILO: ‘METAMORFOSIS’ DE UN RÉGIMEN SIN CAMBIOS

Desde su independencia en 1980, Zimbabue ha tenido sólo tres presidentes y una hiperinflación que desalienta las esperanzas de una sociedad sumida en la pobreza.

Ilustración: Woody Harrington

Al igual que la mayoría de los países de África, Zimbabue nació a fines del siglo XX. Desde su construcción como nación independiente en 1980, el mundo sufrió tan intensos cambios que incluso regímenes autocráticos como el de China se vieron transformados. Pero, ¿podemos decir lo mismo del gobierno zimbabuense?

Hasta el momento, este territorio sólo ha estado bajo el mando de tres presidentes distintos: Canaan Sodindo Banana (1980- 1987); Robert Mugabe (1987-2017), quien fue Primer Ministro durante el gobierno de Canaan y es conocido como el “camaleón”; y Emmerson Mnangagwa desde 2017, bautizado como el “cocodrilo”. Los tres líderes asumieron el mandato de un pueblo descontento con los abusos de poder, la violencia civil y las crisis económicas. Sin embargo, y a pesar las esperanzas y promesas construidas al comienzo de cada gestión, el deseo de cambio y prosperidad para los ciudadanos ha sido ahogado por una dictadura que pretende perpetuarse en el tiempo.

Antes de ser Zimbabue, era Rodesia. Robert Mugabe (1924-2019), fue un político zimbabuense conocido por haber derrocado el colonialismo en el país.

¿INDEPENDIENTES DE QUIÉN?

Antes de su nacimiento, Zimbabue formaba parte de las colonias británicas en África durante el siglo XX. En honor al empresario Cecil Rhodes, figura clave en el expansionismo del imperio inglés, las tierras del sur africano fueron bautizadas como Rhodesia. A diferencia de otras conquistas, la colonización de este territorio se basó no solo en la extracción y explotación de los recursos naturales, sino que se construyeron asentamientos de colonos que permitieron la usurpación de las tierras para la creación de granjas y plantaciones de tipo comercial.

Nada de esto sucedió en un contexto pacífico, claro. Por el contrario, los enfrentamientos entre las tribus del lugar y los ingleses dieron lugar a sangrientas luchas que, curiosamente, dejaron su marca en las violentas relaciones de la sociedad actual. Finalmente, la puja por el mando y control del territorio culminó con la consolidación de un poder burgués en el que una minoría blanca gobernaba a una mayoría negra, creando una fragmentación étnica que persiste hasta el día de hoy. Y mientras el resto de los países vecinos de Rhodesia comenzaban a liberarse del yugo colonial, en el año 1965 la minoría burguesa firma la Declaración Unilateral de Independencia con lo que se logra la separación de la Corona británica. En consecuencia, surgió el Estado de Rhodesia: una gobernación de blancos que, a pesar de proclamarse autónomo e independiente, conservaba la estructura del régimen colonial inglés.

La falsa esperanza de libertad que había generado este “nuevo” gobierno produjo un fuerte rechazo por parte de la población nativa de Rhodesia del Sur. Fue así como entre los años sesenta y setenta nacieron diversos grupos que anhelaban la verdadera emancipación de este territorio africano. La lucha por la libertad estuvo liderada por dos frentes opuestos: ZAPU (la Unión del Pueblo Africano de Zimbabue) con una base de apoyo marxista acompañada por la URSS; y el ZANU (la Unión Nacional Africana de Zimbabue), movimiento que había surgido por desacuerdos y conflictos de ideas dentro del ZAPU en el cual Robert Mugabe se destacaba con su presencia militar. Las disputas y la guerra por la liberación entre los diferentes movimientos culminaron en 1979 cuando se nombró un nuevo Primer Ministro africano. Sin embargo, la minoría burguesa y blanca continuaba ejerciendo su influencia sobre la población de Rhodesia, por lo que en 1980 se firman los Acuerdos de Lancaster con los que finalmente se proclamó la independencia de la actual república. Por elección popular de los ciudadanos, Mugabe fue elegido Primer Ministro y el ZANU como el nuevo partido que dirigiría a la nación legítimamente africana e independiente.

Aunque en 1980 todo fue fiesta para la población, los siguientes años de construcción del Estado-Nación africano dejaron en evidencia las debilidades de una gestión política autoritaria y corrupta. Una vez más, aparecían las falsas promesas de libertad que la convertirían en rehén de su pasado colonial durante los siguientes 37 años en los que el “camaleón” ejercería la autoridad.

CAMUFLANDO LA HISTORIA

La consolidación como nación independiente y el fortalecimiento del ZANU estuvo acompañada de un poderosísimo pero letal recurso político: el desarrollo del nacionalismo como arma discursiva para la creación de una “nueva historia”. Aunque el objetivo principal se basaba en la construcción de un sentido de pertenencia a la nación y la cohesión entre las diferentes comunidades que la conformaban, el discurso nacionalista promovido por el máximo líder incrementó las tensiones étnicas y raciales, principalmente entre blancos y negros.

El fomento de valores panafricanistas y el fuerte rechazo hacia las costumbres occidentales por parte del régimen, pronunciado con una fuerte tendencia racista, se apoyaban en las intenciones de establecer la unidad nacional. Así, lo que a simple vista se asomaba como la construcción de una identidad zimbabuense, se  trataba en realidad de una estrategia que camuflaba los abusos que vendrían con Mugabe.

¿Por qué hablamos de un camuflaje de poder? La edificación de la identidad ha sido fundada en historias pasadas relacionadas con los enfrentamientos étnicos y raciales junto a una estructura de gobierno heredada de las colonias británicas. Aunque el discurso nacionalista daba mayor visibilidad a las comunidades negras víctimas del imperialismo inglés, lo cierto es que el esquema jamás cambió, por el contrario, la concentración del poder de la corona británica fue cedida a un partido independentista cuyos fundamentos hicieron que, lejos de convertirse en una república democrática y libre, se transformara en una dictadura. Sosteniendo la bandera de la chimurenga –que significa ‘lucha’-, el fundamentalismo de la independencia hizo del ZANU un partido que adquirió su legitimación gracias al fraude electoral y al importante rol de las fuerzas armadas. Dato clave: el ejército que ha mantenido a Mugabe como máxima autoridad, ha recibido financiación china.

UNA ECONOMÍA EN LLAMAS

Para que la identidad nacional cobrara sentido fue necesaria una mayor presencia estatal que contemplara las necesidades de los sectores más vulnerables. De esa manera, y a la par del discurso de unidad nacional, se destinó gran parte del gasto público a la construcción de escuelas, hospitales y vías de transporte. El motor nacionalista se inscribió fuertemente en la educación por lo que el gobierno logró incrementar exponencialmente la tasa de alfabetización a un 90%. Según los informes del Banco Mundial para el año 2014, el 90% de los niños que ingresan a la primaria terminan esta etapa de su educación, y un 44% de los menores que terminan la primaria continúan con sus estudios secundarios. Estos números han llevado a considerarla una de las tasas de alfabetización más altas de África, teniendo en cuenta que el promedio en la región subsahariana era del 64% para el año 2015.

Pero no todo es lo que parece. A pesar de la esperanza que estos números transmiten en el crecimiento de Zimbabue, la mala gestión de los recursos desde sus comienzos la ha sumido en una catástrofe económica que tiene sus implicancias en la actualidad. En la década del ochenta, comenzaron a llevarse a cabo modestas reformas agrarias cuyo objetivo era restituir las tierras que se encontraban en manos de comerciantes y terratenientes blancos. Para ese momento unos 6.000 granjeros tenían bajo su dominio el 39% de las tierras agrícolas, mientras que un 41,4% de los territorios marginales eran trabajados por 1 millón de familias negras. El discurso panafricanista y la profunda desigualdad social impulsaron a los mandatarios a la expropiación y repartición de tierras cultivables.

Desde entonces, la mala combinación de políticas agrarias y la consecuente privatización de algunos sectores de la economía zimbabuense, debido a las deficiencias de su capacidad productiva, llevaron a la imposición de una estricta reforma agraria en el año 2000. Lo que en un comienzo parecía una justa distribución de las riquezas para aumentar el empleo y el desarrollo del sector agrario, tuvo un efecto contrario. Las tierras entregadas a veteranos de la guerra por la independencia partidarios del régimen, cuyo conocimiento en el área era nulo, devino en una fuerte caída de la economía: disminución de la producción, aumento del desempleo y por supuesto del gasto público sostenido por una fuerte emisión monetaria.

Ya adivinaron cómo se llama el final de esta obra, ¿no? Así es: la república llegó a tener una de las hiperinflaciones más alta del mundo en el año 2008. Aunque el Banco Mundial no cuenta con datos para ese año, el Banco de la Reserva de Zimbabue afirma que sus precios aumentaron en un 231.000.000%. Sí, millones por ciento. El descomunal descontrol económico obligó a abandonar la moneda local y adoptar otras divisas como el dólar y el euro. En esos años, 1 dólar estadounidense equivalía a 35 mil billones de dólares zimbabuenses.

En la actualidad, y de acuerdo a los datos del Fondo Monetario Internacional, el país africano tiene la segunda inflación más alta del mundo, con una tasa anual del 182,9%, ocupando Venezuela el primer puesto con una inflación del 200.000% anual. Luego le  siguen Argentina con una tasa de 53,55% (nice) y Sudán del Sur con una inflación del 51,19%.

DE CAMALEÓN A COCODRILO

La corrupción de un gobierno enriquecido a costa de la pobreza de sus ciudadanos —un 33,9% de la población vive sobre la base de USD 1,90 por día (2011 PPA)— que estalló en una crisis política, económica y social, y llevó a las fuerzas militares a arrestar al presidente en noviembre de 2017. Luego de casi 40 años como líder del país y con 91 años de edad, el presidente más longevo del mundo fue obligado a abandonar el poder que había ejercido durante toda su vida.

Y mientras el camaleón se retiraba de su cargo, la presidencia fue asumida por Emmerson Mnangagwa, conocido como “el cocodrilo” debido a su astucia política. Habiendo sido destituido de su cargo como vicepresidente para darle paso a la entonces primera dama Grace Mugabe, logró llegar al poder y legitimarlo en las urnas de julio de 2018.

No obstante, una vez más las renovadas esperanzas de un pueblo oprimido por los abusos del camaleón no parecen haber sido resueltas por el Emmerson. En este punto, es importante tener presente que el 3° presidente había sido mano derecha de Mugabe desde los comienzos de la guerra por el nuevo estado. Entonces, ¿por qué el cocodrilo transformaría esta estructura centralizada? Algunos partidos opositores afirmaron que se trata de “una nueva cara del viejo orden”.

El presidente chino, Xi Jinping, se da la mano con el presidente de Zimbabwe, Emmerson Mnangagwa, mientras posan para los medios después de una ceremonia de firma en el Gran Salón del Pueblo en Beijing, China, el 3 de abril de 2018.

Mientras tanto, el brote del coronavirus ha profundizado la crisis económica, social y sanitaria de un estado que no encuentra estabilidad. Se teme que la economía caiga hasta un 20% este año.  La escasez de alimentos está afectando la vida de 7,7 millones de personas, a la vez que la sequía y la falta de mantenimiento del sistema de agua han provocado cortes del suministro de hasta 18 horas.

Aunque este desalentador panorama no deja a la vista prontas soluciones posibles, pone en evidencia las deficiencias de un poder centralizado. En tiempos de crisis como los que hoy corren, ¿es posible sostener estructuras neocoloniales para el fortalecimiento de un régimen autocrático sin desmoronarse? ¿O debería reformarse la arquitectura de ese poder para salvar al régimen?


Ana Paula Collado (Argentina): Lic. en Relaciones Internacionales, Universidad de Congreso.

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