Un nuevo enfoque para Corea del Norte
Por Lautaro Bermúdez
Pionyang ha sido una amenaza y un reto constante para Estados Unidos desde la Guerra Fría. Las cumbres entre Donald Trump y Kim Jong-un no trajeron avances, y la estrategia de Obama permitió a al régimen de Kim fortalecer su arsenal nuclear. Con las elecciones presidenciales estadounidenses en puerta y las tensiones en aumento, el enfoque futuro parece más incierto que nunca.

Un problema sin solución inmediata
Corea del Norte se convirtió en una de esas amenazas globales que parecen no tener una solución fácil. Destruir físicamente su programa nuclear, aunque fuera posible, desencadenaría una catástrofe, y las sanciones ya demostraron ser poco efectivas para obligar a Kim Jong-un a abandonar su arsenal nuclear. Para complicar aún más la situación, la relación cada vez más estrecha entre Corea del Norte y Rusia, consolidada por un pacto militar en 2023, ofrece a Pyongyang un respaldo estratégico que podría neutralizar parcialmente el efecto de las sanciones impuestas por Occidente.
Esta combinación de factores plantea una pregunta fundamental: ¿es realista seguir apostando por la desnuclearización como el eje de la política de Estados Unidos hacia Corea del Norte? La respuesta parece ser cada vez más negativa. Pese a que este objetivo fue el mantra de cada administración desde Bill Clinton, la realidad es que Pyongyang no muestra intención alguna de desarmarse. ¿Qué incentivos tiene para hacerlo cuando su supervivencia está directamente vinculada a su capacidad nuclear? El próximo presidente tendrá que aceptar que, en lugar de una solución definitiva, la gestión de la amenaza norcoreana podría requerir un enfoque más flexible, pragmático y a largo plazo.
Si observamos a los dos principales candidatos para las elecciones de 2024, Donald Trump y Kamala Harris, está claro que sus enfoques hacia Corea del Norte serían muy diferentes. Sin embargo, ambos enfrentarían el mismo dilema esencial: cómo lidiar con un régimen que, por un lado, no parece dispuesto a ceder, pero que, por el otro, no puede ser ignorado.
Trump, durante su primer mandato, optó por una estrategia de alto riesgo, negociando directamente con Kim Jong-un. Su enfoque fue transaccional, buscando un acuerdo que detuviera las pruebas de misiles intercontinentales (ICBM) y que le permitiera venderlo como una victoria diplomática. Aunque estas cumbres fueron ampliamente publicitadas, la realidad es que no hubo resultados tangibles.
Para un segundo mandato, Trump probablemente intentaría nuevamente negociar con Pyongyang. Sin embargo, existe el riesgo de que sus concesiones, como reconocer implícitamente a Corea del Norte como una potencia nuclear, debiliten la seguridad de los aliados clave de Estados Unidos, especialmente Corea del Sur y Japón, y necesite ser balanceado con otras acciones en ese sentido.
Por otro lado, Kamala Harris parece estar más inclinada a adoptar una versión modernizada de la «paciencia estratégica». Su enfoque, basado en mantener la presión sobre el régimen mediante sanciones y diplomacia multilateral, buscaría reforzar las alianzas con Corea del Sur y Japón, mientras mantiene abierta la puerta al diálogo.
A diferencia de Trump, Harris se enfocaría en el fortalecimiento de las relaciones trilaterales y en presionar a China para que juegue un rol más activo en las negociaciones. Sin embargo, su enfoque también podría quedarse corto si no aborda la creciente frustración de Seúl con la incapacidad de Washington para frenar a Pyongyang.

¿Desnuclearización o un nuevo marco estratégico?
La desnuclearización, aunque sigue siendo un objetivo teórico, está demostrando ser un obstáculo más que un punto de partida para las negociaciones con Corea del Norte. Insistir en este objetivo como precondición para cualquier avance limita la capacidad de Estados Unidos para explorar otras herramientas diplomáticas. En este sentido,expertos reconocidos sugieren que el próximo presidente podría optar por un cambio de enfoque.
Aceptar que la desnuclearización no es un objetivo alcanzable a corto plazo podría permitir a Washington reconfigurar su estrategia. En lugar de poner fin a las negociaciones con Corea del Norte cuando rechaza la desnuclearización, un enfoque más pragmático podría buscar compromisos intermedios, como una moratoria permanente en las pruebas de misiles ICBM o incluso una reducción limitada de su arsenal nuclear a cambio de alivio en las sanciones económicas.
Esta estrategia, aunque no perfecta, podría ofrecer al menos una estabilización temporal en la región. Sin embargo, existe el riesgo de que Pyongyang utilice cualquier concesión para ganar tiempo y seguir fortaleciendo su arsenal. Por lo tanto, cualquier acuerdo deberá estar basado en verificaciones rigurosas y un fuerte consenso entre los aliados de EE. UU.
Un aspecto que también comenzó a ganar tracción en los círculos de seguridad es la idea de que Corea del Sur desarrolle su propio arsenal nuclear. Aunque la «Declaración de Washington» entre Estados Unidos y Corea del Sur reafirma el compromiso de evitar esta opción, el creciente poder nuclear de Pyongyang, apoyado por Rusia y China, está llevando a algunos sectores en Seúl a reconsiderar esta posibilidad.
La nuclearización de Corea del Sur representaría un cambio radical en el equilibrio de poder en Asia Oriental. Para Estados Unidos, este escenario presenta dilemas importantes: por un lado, otorgaría a Seúl una mayor capacidad de disuasión frente a Corea del Norte, pero por otro, podría desencadenar una carrera armamentística en la región, con implicaciones difíciles de prever.

A pesar de esto, es importante destacar que la nuclearización de Corea del Sur es una discusión que es evitada en Washington desde hace muchos años. Incluso debatirla abiertamente es visto como un riesgo. Sin embargo, ignorar esta posibilidad no parece ser una estrategia sostenible a largo plazo, especialmente si los avances nucleares de Corea del Norte continúan desafiando el equilibrio regional.
En este sentido, un futuro gobierno de Trump podría ser más propenso a combinar un acuerdo interino con Corea del Norte con una escalada en la nuclearización de Corea del Sur. Ante la posibilidad de que Kim Jong-un utilice las concesiones para continuar desarrollando su arsenal, Trump podría optar por apoyar o al menos no obstaculizar la opción de que Corea del Sur desarrolle sus propias armas nucleares como medida de disuasión.
Este escenario, aunque controversial, se alinearía con la visión transaccional de Trump sobre las relaciones internacionales. Su enfoque menos ortodoxo de las alianzas podría incluir presionar a Seúl para que asuma una mayor carga de defensa, incluso permitiendo que Corea del Sur cree su propio arsenal nuclear.
Sin embargo, esta medida transformaría radicalmente la dinámica en Asia Oriental, ya que desencadenaría una carrera armamentista en la región y provocaría una fuerte reacción de China y Rusia. Pero, desde la perspectiva de Trump, una Corea del Sur nuclear podría proporcionar una disuasión adicional frente a Pyongyang, limitando la necesidad de una intervención militar directa de Estados Unidos.
Cualquier cambio en la política de Estados Unidos hacia Corea del Norte tendrá repercusiones inmediatas en su relación con China. Beijing sigue siendo el principal apoyo de Pyongyang, y cualquier esfuerzo por desarmar al régimen norcoreano requerirá la cooperación de China. No obstante, las tensiones entre EE. UU. y China, exacerbadas por la competencia en el Indo-Pacífico, hacen que esta cooperación sea cada vez más difícil.

La cuestión de Corea del Norte seguirá siendo un desafío central para el próximo presidente de Estados Unidos. Ya sea Donald Trump con su estilo más transaccional o Kamala Harris con un enfoque basado en alianzas y presión diplomática, el nuevo liderazgo en Washington deberá enfrentar una realidad incómoda: la desnuclearización no está sobre la mesa en el corto plazo, y cualquier avance requerirá nuevas ideas y un enfoque flexible.
Si bien abandonar la desnuclearización como objetivo principal sería arriesgado, también podría abrir la puerta a una nueva era de negociaciones y compromisos. Al final, la clave estará en encontrar un equilibrio que proteja los intereses de seguridad de Estados Unidos y sus aliados sin dejar de lado la posibilidad, aunque remota, de una Corea del Norte más integrada y menos amenazante.
Lautaro Bermudez (Argentina): Licenciatura en Relaciones Internacionales, Universidad Nacional de San Martin. Miembro de Diplomacia Activa.
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