El terrorismo islámico en Indonesia
Por Marcel Muñoz Rodríguez
El terrorismo islámico es una amenaza que golpea de forma constante la estabilidad y la seguridad más allá de Medio Oriente o Europa. Desde el atentado en Bali de 2002 Indonesia ha aplicado distintos tipos de políticas antiterroristas, pero ninguna de ellas ha logrado sus objetivos.

Indonesia, a pesar de albergar la mayor población musulmana a nivel mundial (200 millones de habitantes que profesan dicha fe) se configura como un Estado secular. La sharia, o la ley islámica, no constituye en fundamento del entramado político ni los principios legales que rigen la nación. En cambio, el país basa su filosofía estatal en un conjunto de cinco principios conocidos como la Pancasila: la creencia en Dios, la justicia humana, la unidad nacional, democracia representativa, así como la justicia y bienestar social.
Cabe destacar que la diversidad cultural y religiosa de las distintas comunidades que conforman este extenso archipiélago se reconoce como un elemento esencial de la identidad nacional de Indonesia. Asimismo, la compleja composición geográfica del país, dividido en un total de 13.500 islas, actúa como un factor que dificulta la emergencia de conflictos de índole religiosa o cultural a gran escala.
Tras el proceso de liberación nacional, Indonesia atravesó un periodo de considerable fragilidad que culminó con la dictadura bajo el gobierno de Suharto, la cual se extendió por un lapso superior a tres décadas (1965-1998). Durante la época dictatorial, la nación mantuvo su carácter secular mientras se reprimía cualquier indicio de movimiento islamista, calificándolo de extrema derecha. Esta dinámica experimentó un cambio hacia el final de la dictadura, cuando Suharto, al perder progresivamente el respaldo del sector militar, procuró mejorar sus relaciones con la comunidad musulmana como estrategia para preservar su posición de poder.
En 1998, tras la caída del régimen de Suharto en consecuencia de la crisis financiera asiática del año anterior, la coyuntura política de Indonesia padeció una transformación significativa, permitiendo resurgir a los sectores previamente oprimidos por la dictadura.

Este proceso fue seguido por la implementación de políticas menos restrictivas en materia de control de grupos religiosos, otorgando incluso el derecho de libertad de expresión a los sectores más radicales del islamismo, quienes promulgaban la idea de instaurar un nuevo Califato en Indonesia. No obstante, dichos partidos se vieron marginados y no lograron obtener un apoyo sustancial por parte de la sociedad en las elecciones de 1999.
Este paradigma de tolerancia hacía el radicalismo islamista cambio significativamente a raíz de los atentados en Bali de 2002. El atentado perpetrado por el grupo terrorista Jemaah Islamiyah resultó con un total de 202 víctimas mortales. La presión gubernamental e internacional para abordar la amenaza terrorista aumentó de forma notoria, destacándose la participación activa de Australia, nación de la cual 88 individuos eran residentes.
El extremismo islámico, un problema endémico
Históricamente, el islam en Indonesia ha sido caracterizado por su inclinación hacia un enfoque moderado y tolerante. No obstante, la presencia de una significativa cantidad de población musulmana ha propiciado una diversidad de interpretaciones dentro de dicha fe.
Adicionalmente, factores contextualizados a nivel nacional, tales como el vacío de poder resultante de la caída del régimen de Suharto, el deterioro económico y la inestabilidad política del país, han propiciado ajustes en las dinámicas del islam indonesio. Este nuevo escenario ha favorecido a la aparición de distintos grupos radicales.
El extremismo islamista se ramifica en distintos grupos, siendo Jemaah Islamiyah (JI) el más notorio, reconocido por perpetrar el atentado de Bali en 2002. El JI, es una organización que adopta una amalgama ideológica entre el Darul Islam y el wahabismo saudí.

La influencia del wahabismo saudí en el JI deriva directamente del proselitismo llevado a cabo por Arabia Saudí en naciones con significativas comunidades musulmanas. En Indonesia, los saudíes han creado una extensa red de financiamiento dirigida a escuelas, imanes y mezquitas, con el propósito de reemplazar las interpretaciones locales del islam, históricamente asociadas a los valores democráticos y a la coexistencia pacífica de las religiones del país, por aquellas que ellos promueven. Esta injerencia ha resultado ser uno de los principales catalizadores de procesos de radicalización en el archipiélago.
A pesar de que el JI ha mantenido relaciones con Al-Qaeda, sus objetivos se circunscriben a propósitos regionales, específicamente a la instauración de un Estado Islámico que comprenda Malasia, Singapur, la isla de Mindanao y la propia Indonesia.
Por otro lado, el otro grupo terrorista más destacado es el Jamaah Ansharut Tauhid (JAT), el cual ideológicamente comparte similitudes con el previamente mencionado JI, aunque con una ligera variación en su objetivo capital: constituir un Califato en Indonesia. A pesar de haber cometido una serie de violentos atentados, el movimiento exhibe síntomas de fragmentación interna, lo que limita su capacidad de constituirse como amenaza para la estabilidad nacional. Además, nunca ha logrado reunir un contingente numeroso de miembros en sus filas.

Finalmente, a pesar de la existencia de actores terroristas de origen interno, los grupos extranjeros, como el Estado Islámico de Irak y Siria (ISIS), también representan una amenaza a la seguridad de Indonesia. La razón de preocupación radica en el significativo número de combatientes del ISIS originarios de este país, situando a esta nación como uno de los principales contribuyentes de efectivos militantes. El aumento en la presencia de combatientes indonesios en el Daesh en años anteriores se atribuye, en parte, a las facilidades proporcionadas por grupos terroristas nacionales como JI o JAT.
No obstante, el tejido islamista se encuentra igualmente representado por organizaciones de naturaleza moderada y pacifista. Este espacio lo ocupan Nahdlatul Ulama y Muhammadiyah. En el año 2019, diversos intelectuales respaldaron la candidatura de ambas organizaciones al Premio Nobel de la Paz. Según palabras del propio embajador indonesio en Noruega, Todung Mulya Lubis, tanto Nahdlatul Ulama como Muhammadiyah son la “espina dorsal del islam moderado en Indonesia”, y agrega “son cruciales para frenar la marea del extremismo religioso”.
El método indonesio
Tras los atentados en Bali y la creciente presión diplomática internacional, las autoridades indonesias optaron por implementar una política antiterrorista de carácter extremadamente duro. Inicialmente, dichas políticas conferían facultades militares para enfrentar a los grupos terroristas, siendo el grupo militar designado para llevar a cabo estas medidas conocido como Densus 88.
Posteriormente, Densus 88 fue objeto de acusaciones por violaciones a los derechos humanos, específicamente relacionadas con prácticas de tortura y ejecuciones extrajudiciales. La transgresión de los derechos humanos perpetrada por el grupo desencadenó en una serie de nuevas amenazas terroristas, alimentadas por la indignación de la población civil. Esta coyuntura subrayó la imperiosa necesidad de implementar un programa de desradicalización de índole más flexible y compasiva como respuesta a los acontecimientos precedentes.

El programa de desradicalización indonesio, ratificado en el año 2018, se orienta hacia dos escenarios específicos: el entorno carcelario y la esfera post presidiaria. En el ámbito penitenciario, dicho programa se articula a través de diversas fases que abarcan desde la inserción a la cárcel de sospechosos hasta su condena.
Estas fases comprenden una rehabilitación del recluso mediante asesoramiento y diálogo en grupo, un proceso de reeducación que incorpora orientación religiosa y desarrollo personal, educación cívica y nacionalista, así como la promoción de habilidades de gestión de conflictos. Por otro lado, en el ámbito post presidiario, el programa se focaliza en la reintegración social de los individuos que han cumplido condena.
Aun así, el mencionado programa evidencia algunas problemáticas que podrían propiciar un incremento de la reincidencia, cuyas raíces se encuentran vinculadas a diversas deficiencias en su diseño, implementación y enfoque.

Entre ellas, destaca la ineficiencia para abordar las causas fundamentales de la radicalización, tales como los problemas socioeconómicos, la alienación social o la falta de educación. Asimismo, se observa la carencia de una individualización adecuada en el plan de desradicalización.
Se resalta también la resistencia por parte de los participantes, quienes pueden oponerse al proceso de desradicalización o involucrarse en él únicamente con el propósito de obtener los beneficios ofrecidos sin un cambio real en sus convicciones.
Por último, otros factores que inciden en la disminución de los éxitos del programa comprenden el incumplimiento de incentivos, en relación con la falta de cumplimiento de promesas, como la concesión de la libertad condicional, así como la incapacidad para gestionar elementos desencadenantes como la influencia de contactos anteriores o la exposición continuada a propaganda radical.
Repensar la lucha antiterrorista
El fenómeno terrorismo islámico en Indonesia ha perdurado en el tiempo como una amenaza constante, socavando la estabilidad nacional y la integridad de la seguridad democrática del país, al tiempo que contribuye a la complejidad del conflicto en el ámbito del terrorismo internacional. Las evaluaciones de diversas políticas antiterroristas aplicadas en Indonesia, tanto las más restrictivas como las más flexibles, han arrojado resultados poco alentadores.
En este contexto, resulta imperativo reconsiderar y reformular las estrategias de lucha contar el terrorismo en Indonesia, una amenaza que permanecerá hasta que sea erradicada por completo. En este proceso, la cooperación internacional se presenta como un elemento esencial. Se hace necesario llevar a cabo una evaluación exhaustiva de las implicaciones derivadas de las diversas políticas antiterroristas implementadas, con la finalidad de concebir un plan integral que demuestre eficacia para poner fin a este problema endémico en Indonesia.
Marcel Muñoz Rodríguez (España): Estudiante de Historia, Política y Economía Contemporáneas en la Universitat Autónoma de Barcelona.
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