Auge y caída de una ilusión
Por Axel Olivares
La salida de Nicola Sturgeon cierra una de las etapas más activas de Escocia en materia de política exterior. Pero, a poco más de un año de cumplir una década a la cabeza del país insurrecto, ¿cuáles son las razones de su dimisión y cuál es el destino de Escocia de ahora en más?

Tras ocho años de gobierno, la líder del Scottish National Party (SNP), Nicola Sturgeon, anunció su renuncia el 15 de febrero alegando un agotamiento físico e intelectual. “Dar absolutamente todo de ti mismo a este trabajo es la única forma de hacerlo: el país no se merece menos”, fueron sus palabras durante su anuncio oficial. Su salida se concretará a mediados de marzo y ya circulan algunos nombres que podrían relevar a Sturgeon, solo queda esperar la decisión del Parlamento Escocés para conocer al flamante Ministro Principal.
La actual Ministra Principal asumió su cargo en 2014, meses después de la celebración de un fallido Referéndum para la Independencia de Escocia impulsado por el SNP. La razón del porqué un país que siempre anheló la emancipación votara por el “NO” en los comicios fue por el miedo de perder los beneficios de pertenecer a la Unión Europea, entre ellos, cuestiones laborales, de estudio y turismo. Pero cuando en 2016 Reino Unido logró renunciar a la UE, los escoceses se sintieron profundamente traicionados (el 62% votó por no dejar la comunidad europea). Este fue el motor que impulsó la popularidad de Nicola Sturgeon quien, junto a su partido, se comprometieron a llevar al país a su independencia y reintegrarlo a la comunidad europea. Promesas así le valieron la victoria en las elecciones autonómicas en mayo de 2021.
En retrospectiva, la líder del SNP fue una gran estratega al momento de construir su imagen desde los inicios de su administración. Según Foreign Policy, Sturgeon utilizaba las conferencias de prensa para socavar cualquier intención por parte del electorado de consensuar con el resto del Reino. Además, la Primera Ministra estaba siempre atenta a los anuncios oficiales de Westminster para adelantarse, incluso unas horas antes, y así poder menguar sus intenciones y mantener a salvo su popularidad.
Sin embargo, Sturgeon y su partido fueron esclavos de sus propias palabras: sus promesas de independencia y reintegración a la Unión Europea eran la base de su legitimidad. Pero después de 8 años, las promesas que la elevaron a la cúspide fueron perdiendo valor. No obstante, su gestión tuvo un salto de popularidad cuando su administración de la pandemia de COVID-19 se destacó dentro de la comunidad internacional, sobre todo comparada con la de Boris Johnson empañada por el escándalo del Partygate.

Pero el énfasis que el SNP puso en su política exterior hizo que otros problemas internos quedaran relegados a un segundo plano; entre ellos, los altos índices de muerte por sobredosis que hicieron que Glasgow fuera llamada “capital mundial de las muertes por drogas” y a los consumidores fallecidos de entre 35 y 44 años, “generación Trainspotting”, por el New York Times. El European Monitoring Centre for Drugs and Drug Addiction consideró a Escocia el país más complicado en relación al consumo de drogas. Además, la nación tiene, acorde al Foreign Policy, el servicio de salud peor administrado del Reino Unido y su economía crece, en promedio, con menor fuerza.
Por otro lado, la administración interna se vio involucrada en un escándalo cuando la estructura descentralizada de los países constituyentes del Reino Unido se vio cuestionada en noviembre de 2022. El Parlamento escocés aprobó un proyecto de ley de reforma del reconocimiento de género que facilitaba los trámites para cambiar de identidad y reducía la edad permitida para la solicitud de 18 a 16 años.
La polémica no tardó en llegar a la sociedad británica, no solo por la sensibilidad que puede provocar el tema en la ciudadanía, sino también porque la nueva ley ignoraba la legislación vigente hasta el momento sobre las identidades trans en todo el Reino Unido. Como consecuencia, el Primer Ministro, Rishi Sunak, aplicó la “Opción Nuclear” anulando la ley; este recurso nunca antes se había aplicado desde que Tony Blair decidió en 1998 descentralizar el poder permitiendo a las naciones constituyentes ejercer su propia actividad parlamentaria. Shona Robison, ministra de Justicia Social escocesa, calificó el hecho como un “desprecio a la descentralización”.

Tres meses después, la cuestión de las identidades de género dio una segunda estocada al gobierno escocés. Isla Bryson, una mujer trans acusada de abusar sexualmente a dos mujeres, se encontraba detenida en una cárcel para mujeres, pero después del juicio en el que se la declaró culpable, fue trasladada a una penitenciaria masculina. La decisión no estuvo exenta de críticas y además alimentó la disputa política dentro de los parlamentarios escoceses en Westminster.
El gobierno de Sturgeon fue acumulando así altibajos que mantenían su legitimidad bajo el ojo de una lupa. Podemos citar como uno de los golpes más tempranos el Ferry Fiasco –una serie de irregularidades con la licitación de astilleros que dejaron sin transporte a los isleños- o los cuestionamientos al esposo de Sturgeon quien, según El Espectador, hizo un préstamo cuantioso a la organización política para la promoción de un nuevo referéndum con fondos de procedencia confusa.
Pero el descenso de la popularidad de la Ministra en parte se puede deber al caso omiso hacia las críticas y una actitud soberbia. Tal como relata el Foreign Policy, la Ministra Principal “podía hacer a un lado cualquier crítica llamando intolerantes y retrógrados a quienes no estaban de acuerdo con ella”; como en el caso Isla Bryson, en el cual Sturgeon clasificó a los críticos de su decisión como “no feministas e insensibles”, o su inexorable sueño de ver a Escocia independiente que hicieron que no viera problemas prioritarios.
Ahora más que nunca el Parlamento escocés debía lograr que el Tribunal Supremo aprobara un nuevo referéndum de Independencia pautado para el 19 de octubre de 2023. Sin embargo, el Tribunal rechazó la solicitud reservando sus razones.

Sturgeon se ha destacado por solicitar la independencia dentro de los parámetros legales aceptando respetuosamente las decisiones del parlamento británico. No obstante, el gobierno forzó esta vez los procesos administrativos al planear anexar un referéndum de facto a los comicios generales de 2024 considerando el resultado –supuestamente favorable para el ala independentista- como el ente legitimador ante las posibles sanciones de Londres.
El plan no llegó a concretarse por una gran avalancha de cuestionamientos a semejante actitud avasallante, pero de haberse concretado ¿realmente contaba con el apoyo suficiente?. Según una encuesta publicada por el Sunday Times, el 48% de los votantes del SNP rechazaba el referéndum de facto y solo el 21% de la ciudadanía respaldaba un referéndum bajo una estrategia unilateral.
Finalmente, la líder del SNP anunció su retiro a través de un discurso asegurando que “es el momento adecuado para dar paso a otra persona”. Entre los candidatos se encuentra Kate Forbes, actual Ministra de Economía, quien no está desprovista de polémica al haber declarado que, si hubiera tenido un escaño en 2014, habría votado en contra del matrimonio igualitario. A pesar de luego haber pedido disculpas, su imagen se vio cuestionada dentro del recinto del SNP. A Forbes le siguen el actual Ministro de Sanidad, Humza Yousaf, y la diputada por el Edinburgh Eastern, Ash Regan.

La administración descentralizada de Escocia se encargó de mantener vigentes las leyes sancionadas durante la estadía del Reino Unido en la Unión Europea. El problema es que el ala más conservadora del Parlamento Británico está empedernida en eliminar o modificar las leyes heredadas de su pasado europeo y finalizar con la tarea para finales de 2023. Como consecuencia, Escocia se ve atascada en una profunda contradicción legal. Tal como afirma Joelle Grogan, jefa de investigación en UK in a Changing Europe, los problemas se verán claramente reflejados en el comercio cuando no se sepa qué legislación se debe seguir.
El futuro político de Nicola Sturgeon no parece terminar con su renuncia ya que, acorde a sus intenciones de que su imagen trascienda las fronteras, la saliente Ministra Principal podría participar de la ONU, según The Telegraph, como embajadora de las mujeres. Además, aseguró que continuará dando pelea por la independencia de Escocia.
La gestión Sturgeon estuvo marcada por hitos históricos como la salida del Reino Unido de la Unión Europea y la resucitación de las aspiraciones ancestrales por la independencia. La Ministra Principal supo representar el carácter disidente de Escocia desde los inicios de su carrera manteniendo en vilo su carácter nacionalista.
La nación, que perdió su autonomía en 1707 y pasó a ser miembro de la Union Jack, tuvo siempre, como parte de su idiosincrasia, el anhelo de recuperar su independencia. En la última década ese anhelo se vio enaltecido no solo por el brexit sino también por una líder que supo llevar la principal disputa escocesa a la cabeza de la agenda política. A pesar de que los objetivos de Nicola Sturgeon quedaran truncos, su legado seguirá palpitando en el futuro de Escocia.
Axel Olivares (Argentina). Estudiante de Comunicación Social en la Universidad Nacional de Cuyo.
Categorías