Chile: La política exterior como una política de Estado
Según la creencia popular, Chile es un país que en el ámbito económico presenta una dependencia absoluta con los Estados Unidos, no obstante, esto es un gran mito.

Para entender la economía y el comercio chileno debemos aprehender, en primera instancia, su forma de vincularse con otros países y de asociarse con ellos. Desde sus inicios se ha distinguido del resto de América ya que fue la colonia más pobre del imperio español y la primera en convertirse en una república estable después de independizarse. Esto en conjunto con el aislacionismo geográfico, ha contribuido a la creación de un “excepcionalismo” chileno.
En este contexto, la política exterior se ha diseñado en base a la fusión de los factores externos con los internos, lo que si bien otorga rasgos distintivos a las relaciones exteriores de cada gobierno, también marca una cierta continuidad del papel que juega en el escenario internacional y la forma de insertarse en él.
De este modo, el gran paso de las relaciones exteriores del país sudamericano se dio en los años ´90 con la vuelta de la democracia. Allí, el proceso de transición obligó a la izquierda a consensuar con la derecha para poder gobernar y le imposibilitó al gobierno democráticamente electo realizar cambios profundos debido a la permanencia de enclaves autoritarios —ciertos elementos «del régimen anterior» que persisten «en el régimen democrático»— tales como los senadores designados, la inmovilidad de los comandantes en Jefe de las Fuerzas Armadas, la composición y atribuciones del Consejo de Seguridad Nacional, el sistema electoral binominal y el alto quorum necesario para aprobar cambios constitucionales. Así, esta dinámica interna sería clave en la formulación de una política externa centrada en la economía y en la alianza con Estados afines, postergando a su vez la integración con Latinoamérica.

Entretanto, la creación de una coalición de diferentes fuerzas políticas (Concertación de Partidos por la Democracia) provocó que, a pesar de la presencia de principios como el universalismo y el restablecimiento de vínculos democráticos con países de ideologías opuestas, algunos sectores oficialistas persistieran en valoraciones propias de la Guerra Fría, generando la necesidad de acordar criterios en el seno de la coalición. Así, esto contribuiría a que se primaran los contrapesos del sistema político interno y el énfasis en la dimensión comercial.
Si bien las relaciones exteriores se centraron en los primeros años en cambiar la imagen en el mundo del Estado chileno apostando por una reinserción en el campo de los derechos humanos, de la democracia y de la cooperación con América Latina, siguió vigente un factor clave de la dictadura de Pinochet: las negociaciones comerciales bilaterales.
En este contexto bajo la gobernanza de la coalición de izquierda, Chile puso en marcha una larga lista de acuerdos económicos con diferentes países. En primer lugar, entraron en vigor tres Acuerdos de Complementación Económica: Bolivia (abril de 1993), Venezuela (julio de 1993) y el Mercosur (1996). A estos les siguieron Tratados de Libre Comercio: Canadá (1997), México (1999), Centroamérica (2002). Luego entrarían en vigencia numerosos acuerdos de distintos niveles integradores, todos ellos de gran importancia para su economía: Acuerdo de Asociación con la Unión Europea (2003), P4 (2006) y Japón (2007); Acuerdo de Alcance Parcial con India (2007); Acuerdo de Libre comercio con Estados Unidos (enero 2004), Corea del Sur (abril 2004), Asociación Europea de Libre Comercio (diciembre de 2004), China (2006), Panamá (2008), Australia (marzo de 2009) y Colombia (mayo de 2009); y Acuerdo de Complementación Económica con Cuba (2008), Perú (2009) y Ecuador (2010).


Aunque sería un error decir que la política internacional chilena fue completamente constante debido a que en el 2006 se reformuló para centrarse en América Latina, sí se puede decir que siguió manteniendo los mismos principios que en sus comienzos con el plano económico como eje central. Sin embargo, poco a poco otros temas pasaron a ocupar mayor lugar en la agenda: la integración política y la cooperación ambiental.
Más allá del cambio de gobierno en el 2010 cuando asume Sebastián Piñera, el sistema externo mantuvo la misma línea siguiendo con los acuerdos económicos y el integracionismo con América Latina. Durante este mandato entraron en vigor Acuerdos de Libre Comercio con Turquía (2011), Malasia (2012) y Vietnam.
En este contexto hay tres elementos importantes que se resaltan al analizar las relaciones exteriores de Chile. El primero es la continuidad en sus ejes centrales, lo que genera que ellas sean estables a pesar de que cada gobierno le de sus propios “tintes”. El segundo rasgo es la visión estratégica de la gobernanza y su entendimiento de los cambios en el sistema internacional, lo que se refleja en la apuesta por los mercados asiáticos sin descuidar sus otros vínculos y es de aquí que surge la tercera característica: la diversificación de alianzas, lo que plantea evitar las relaciones bilaterales asimétricas que lleven al país a depender directamente de otros.
De este modo, si bien con alternancias de gobiernos entre la izquierda y la derecha, y con sus respectivas posiciones en cuanto a temas particulares, a gran escala la política exterior siguió la línea ya mencionada: entraron en vigor Acuerdos de Libre Comercio con Hong Kong (2014), Tailandia (2015), Uruguay (2018) y Argentina (2019); un Acuerdo de Asociación Integral con Indonesia (2019); y el hito de esta visión más integracionista con la región, el Protocolo Comercial con la Alianza del Pacífico (2016).
La gran cantidad de acuerdos económicos en conjunto con estrategias liberalizadoras (puesto n° 15 en el índice de libertad económica) llevaron a Chile a tener el quinto mayor PBI de Latinoamérica, el tercer mayor PBI per cápita regional y a ser el líder de la región en el Índice de Desarrollo Humano y en el ranking de eficiencias del gasto público.
De esta forma, dichas políticas también hicieron que el PBI del país sudamericano estuviera representado en un 57% por el comercio internacional. Siguiendo esta línea, en la actualidad el 98% de las exportaciones chilenas son con naciones con los que ha celebrado tratados de libre comercio entre los que se destacan China (28% de las exportaciones), Estados Unidos (14%), la Unión Europea (13%) y Japón (9%). En cuanto a las importaciones, ellas provienen mayormente de China (24%), Estados Unidos (18%), la Unión Europea (15%) y Mercosur (15%). Esto convierte al gigante asiático en su mayor socio comercial, seguido por los norteamericanos y luego los europeos.
Sin embargo, sería totalmente descuidado sugerir que solo por tener fuertes lazos comerciales con Estados Unidos se presentaría una dependencia absoluta ya que se ignorarían otros ámbitos de las relaciones internacionales (defensa y seguridad, energía, política, etc.) y las dinámicas tanto internas como externas que condujeron a este incremento de los flujos comerciales entre ambos países.

Es por ello que actualmente la subordinación absoluta chilena con Estados Unidos o con cualquier otro país no es más que un mito. Chile le ha dado centralidad a su política externa y ha trabajado para diversificar proveedores y compradores, evitando confiar en un único socio. Por supuesto hay áreas en las que los andinos no son autosuficientes como es el caso del ámbito energético, pero han comprendido la necesidad de reducir la exposición frente al riesgo de suministro y a la volatilidad de los precios internacionales diversificando, también, las fuentes energéticas. Sin dudas la formulación realizada es un gran ejemplo a seguir para sacar el mayor provecho posible a un escenario globalizado y para adaptarse a los nuevos desafíos que trae el dinamismo internacional.
José Ignacio Teruel (Argentina): Licenciado en relaciones internacionales, Universidad de Congreso.
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