Saltar al contenido

América Latina frente a la IA

Por Estanislao Molinas

El avance de la inteligencia artificial plantea un interrogante central para las Relaciones Internacionales contemporáneas ¿Puede América Latina transformar ésta tecnología en un vector de autonomía, desarrollo y proyección de poder dentro del Sistema Internacional?

En la última década del corriente siglo, la inteligencia artificial (IA) se ha consolidado como uno de los factores más transformadores del Sistema Internacional, reconfigurando no solo las dinámicas productivas y sociales, sino también las jerarquías de poder. El Índice Latinoamericano de Inteligencia Artificial (ILIA) 2025 lo expresa con claridad al señalar que la IA “está transformando los fundamentos del desarrollo económico y social, así como la geopolítica a escala mundial”. En este contexto, América Latina y el Caribe enfrentan desafíos estructurales —baja capacidad de crecimiento, alta desigualdad y debilidad institucional— que configuran “trampas del desarrollo” autoreforzadas, limitando su proyección internacional. Frente a ello, la IA emerge no solo como herramienta tecnológica, sino como palanca estratégica para romper ese círculo vicioso y catalizar transformaciones profundas en el modelo de desarrollo regional.

El informe identifica que América Latina invierte cuatro veces menos en IA de lo que correspondería a su peso económico global, situándose en apenas el 1,12% de la inversión mundial. Este dato revela el lugar periférico que aún ocupa la región en el campo tecnológico, pero también su enorme potencial de expansión. La posibilidad de incorporar la IA como un componente estructural de las agendas nacionales y subnacionales de desarrollo no se limita a su dimensión económica: implica impactos transversales en la gobernanza, el bienestar social y el poder estatal, elementos centrales en el análisis de las Relaciones Internacionales.

Anuncios

Desde esta perspectiva, el ILIA 2025 ofrece un marco analítico fundamental. El estudio clasifica a los países de la región en tres categorías —pioneros, adoptantes y exploradores— en función de su grado de madurez tecnológica, revelando un mapa heterogéneo. Chile, Brasil y Uruguay se posicionan como pioneros con ecosistemas avanzados de investigación, infraestructura y gobernanza, mientras que países como Ecuador, Guatemala o República Dominicana muestran avances acelerados en conectividad, talento y estrategias nacionales. Este “despertar de los adoptantes tardíos” no solo modifica el equilibrio regional, sino que abre oportunidades para construir alianzas menos asimétricas y nuevas formas de cooperación multilateral.

Uno de los elementos más significativos que resalta el informe es el rol del código abierto como vía de entrada al ecosistema global. Países como Honduras, El Salvador y Cuba destacan en productividad y calidad de software libre, lo que demuestra que este modelo no solo reduce barreras de acceso, sino que también fomenta la transparencia algorítmica y la colaboración regional. Estas dinámicas permiten que incluso economías con capacidades limitadas participen activamente en el desarrollo de soluciones de IA, erosionando parte de las asimetrías estructurales del Sistema Internacional.

Sin embargo, la región enfrenta obstáculos significativos que amenazan con profundizar su dependencia tecnológica. La brecha en infraestructura crítica es uno de los más notorios: Brasil concentra más del 90% de la capacidad de cómputo de alto rendimiento de América Latina, y más de la mitad de los países carecen de infraestructura suficiente para el entrenamiento de modelos avanzados. Asimismo, 13 de los 19 países no incorporan contenidos de IA en los currículos escolares y 11 carecen de programas de doctorado en la materia¡ Esta asimetría estructural no solo limita el desarrollo de soluciones con pertinencia local, sino que también perpetúa un patrón de dependencia respecto a las potencias tecnológicas del Norte Global.

La disponibilidad de datos es otra debilidad estructural. Si bien la región produce grandes volúmenes de información a través de sistemas públicos y privados, la falta de apertura y estandarización limita su utilización para el desarrollo de soluciones basadas en IA. Esta brecha no solo reduce la transparencia y frena la ciencia abierta, sino que además puede generar sesgos en las decisiones algorítmicas, con implicaciones directas en la equidad social y en la formulación de políticas públicas.

En contraposición, el auge de la IA generativa representa una oportunidad sin precedentes para democratizar el acceso tecnológico. Gracias a sus bajas barreras de entrada y a interfaces accesibles, países como Chile, Perú o República Dominicana se ubican entre los líderes regionales en uso de estas herramientas, mientras que América Latina ya representa entre el 15% y el 20% de las descargas globales. Esta tendencia permite que actores no tradicionales participen en el ecosistema digital, amplificando el alcance de la tecnología y reduciendo la brecha con el Norte Global. Además, su uso como herramienta para la participación ciudadana y la co-creación de políticas públicas abre nuevas posibilidades de gobernanza democrática, aunque la mayoría de los países aún limita su implementación a funciones informativas básicas.

El desequilibrio en la producción de conocimiento es otro obstáculo clave. Cinco países concentran el 90% de la investigación regional en IA, y solo siete participan en conferencias internacionales de alto impacto, con predominio de Brasil y Chile. Esta concentración restringe la visibilidad global del pensamiento latinoamericano y dificulta su proyección como actor epistémico en la gobernanza internacional de la IA. Además, la participación limitada en organismos de estandarización internacional reduce la capacidad de la región para influir en la configuración de las normas globales, un aspecto cada vez más central en la competencia tecnológica interestatal.

La gobernanza emerge así como un terreno decisivo. Aunque nueve países cuentan con estrategias nacionales de IA, pocas incluyen planes de implementación, asignación presupuestaria o indicadores de impacto. Esta brecha entre el discurso político y la acción concreta refleja un patrón estructural de la política tecnológica en la región: la tendencia a formular estrategias declarativas sin mecanismos operativos que garanticen su efectividad. A ello se suma la debilidad de las capacidades técnicas en áreas críticas como la ciberseguridad, donde los marcos legales avanzan más rápido que las capacidades operativas.

Otro elemento descuidado es la sustentabilidad. Solo cuatro países cuentan con industrias de centros de datos robustas, y apenas uno de cada cinco cumple con estándares internacionales. La ausencia de criterios ambientales en la mayoría de las estrategias nacionales no solo amenaza los compromisos climáticos, sino que también puede limitar el desarrollo a largo plazo de la IA como instrumento para el desarrollo sostenible.


Ilustración | Derek Brahney

Pese a estos desafíos, el ILIA 2025 muestra que el desarrollo de IA no depende de una matriz productiva compleja. La existencia de correlaciones débiles entre la adopción industrial y el entorno emprendedor o el gasto en I+D sugiere que países con estructuras económicas menos sofisticadas también pueden impulsar la innovación en IA mediante políticas de inversión, formación de talento y promoción del emprendimiento. Esta evidencia es crucial para el análisis de las Relaciones Internacionales, pues señala que la posición relativa de un Estado-nación en el campo tecnológico no está determinada exclusivamente por su estructura productiva, sino también por su capacidad institucional y su voluntad política.

En términos de proyección de poder, la IA se configura así como un recurso estratégico que puede redefinir el lugar y peso del Sur Global en el sistema internacional. Su potencial para diversificar la economía, fortalecer la soberanía digital y aumentar la capacidad de agencia de los Estados latinoamericanos es innegable. Pero para ello, es indispensable superar las brechas estructurales en infraestructura, talento, datos y gobernanza. Asimismo, es necesario adoptar una estrategia de cooperación regional que permita articular capacidades dispersas, compartir recursos y negociar colectivamente en los foros internacionales donde se definen las reglas del juego tecnológico.

Anuncios

En definitiva, el desafío no es meramente tecnológico, sino profundamente político. La pregunta que atraviesa la discusión es si América Latina será capaz de utilizar la inteligencia artificial como instrumento de desarrollo y proyección de poder, o si quedará atrapada en un rol periférico en la nueva economía del conocimiento. Como señala el ILIA 2025, “cerrar las brechas de infraestructura, talento y gobernanza, considerando criterios de sostenibilidad y de equidad de género, así como potenciar la cooperación regional, serán claves para que la IA se convierta en un motor de transformación estructural”.

Atisbando una conclusión, el análisis del Índice Latinoamericano de Inteligencia Artificial 2025 permite afirmar que la IA tiene el potencial de convertirse en un vector de autonomía tecnológica, desarrollo económico y proyección de poder para América Latina y el Caribe. No obstante, alcanzar ese objetivo requiere superar desafíos estructurales profundos y repensar las políticas públicas desde una lógica de inserción internacional. La cooperación regional, la inversión sostenida en talento e infraestructura, la apertura de datos, la participación activa en la gobernanza global y la incorporación de criterios de sostenibilidad deben constituir los pilares de una estrategia integral. Solo así el Sur Global podrá transitar de ser un receptor pasivo de tecnologías a un actor activo en la configuración del orden tecnológico global.


Estanislao Molinas (Argentina): Estudiante avanzado en Relaciones Internacionales, Universidad Católica de Santa Fe, y columnista en Diplomacia Activa.

Deja un comentario

Descubre más desde Diplomacia Activa

Suscríbete ahora para seguir leyendo y obtener acceso al archivo completo.

Seguir leyendo