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DIPLORAMA 55

Mis compatriotas estadounidenses, este es el Día de la Liberación, algo que hemos esperado durante mucho tiempo

Donald Trump.

Edición N° 55

Esta semana, la agenda política nos regaló un cóctel explosivo: mientras unos pocos celebran el “Día de la Liberación” con fuegos artificiales económicos —sí, Trump volvió a hacer de las suyas— otros recuerdan con solemnidad y dolor los 43 años del inicio de la Guerra de Malvinas, conflicto que sigue marcando la historia y presente de Argentina y la región.

En Medio Oriente, Israel continúa su avance sobre Gaza, en una operación que claramente ya no distingue entre los límites militares y alguna de las páginas más oscuras del derecho internacional. Y como si no fuera poco, Ruanda rompió relaciones diplomáticas con Bélgica, en lo que quizás sea el divorcio oficial de una relación postcolonial conflictiva, plagada de culpas, recriminaciones y llamadas no devueltas.

Desde el lujo de las alfombras rojas donde habita el poder, hasta la suciedad de los escombros de la historia, en Diplomacia Activa leemos entre líneas, escuchamos entre bombardeos y traducimos los gestos para que nos ayudes a descifrar el panorama global. Es por esto que te invitamos a interactuar con nosotros mediante las «Notas al Editor», donde podrás dejarnos inquietudes, comentarios, o simplemente un análisis de los temas que tratamos semana a semana.


Comenzó la guerra comercial global

Francisco Meardi

El miércoles 2 de abril, el presidente Donald Trump proclamó el «Día de la Liberación» económica de Estados Unidos. Desde la Casa Blanca, anunció la imposición de aranceles recíprocos de hasta un 50% a productos importados, en una medida que él mismo calificó como “histórica”. Con una base arancelaria general del 10% y con picos del 25% para sectores clave como los automóviles, el nuevo esquema busca, según sus palabras, revertir décadas de saqueo económico y devolver a EE.UU. su “destino industrial”.

No se salvó -casi- nadie. Ni Europa, Japón, Corea del Sur, China, India, Brasil o Argentina. Solo quedaron afuera México y Canadá, por su pertenencia al T-MEC, aunque tampoco del todo: ya están pagando un 25% por productos no cubiertos en ese acuerdo.

Trump justificó la decisión como un acto de justicia comercial: “Recíproco significa que si ellos nos cobran, nosotros también”. El argumento apela a una narrativa de revancha económica que, si bien puede movilizar a su electorado, pone en tensión al sistema multilateral de comercio que EE.UU. ayudó a construir tras la Segunda Guerra Mundial.

Los mercados bursátiles tuvieron reacciones sumamente adversas ante los anuncios del mandatario noerteamericano. Índices como el S&P 500 y Nasdaq tuvieron caídas cercanas al 10% desde la apertura posterior al discurso de Trump. Por su parte, el IBEX 35, uno de los que mejor respuesta tuvo durante el día jueves, experimentó una caída cercana al 5,83% el viernes.

Este clima de incertidumbre refuerza la percepción de que el nuevo paradigma comercial no será un ajuste técnico, sino un verdadero shock sistémico. Tanto países de la primera esfera económica como naciones emergentes deben repensar su estrategia comercial.

Mientras el mundo busca nuevas estrategias comerciales, te invitamos a escuchar nuestro podcast sobre Política Arancelaria:


Malvinas: 43 años.

Luca Nava

Imagen | Sur54

El pasado miércoles 2 de abril, se conmemoró el Día del Veterano y los Caídos en la Guerra de Malvinas. Luego de 43 años de una disputa histórica, diplomática y tristemente bélica, que ha dejado una herida abierta sin sanar en la memoria colectiva de los argentinos, los reclamos por la soberanía argentina sobre las Islas Malvinas han sido una constante en la historia de la diplomacia de nuestro país. Las islas esconden dentro de sí una importancia geopolítica inmensa en términos de ubicación estratégica, debido a su proyección de poder hacia distintos continentes del sur global, así como el acceso a importantes rutas marítimas y recursos naturales, motivos por los cuales Reino Unido mantiene un férreo control sobre el archipiélago. 

A unos 50 km de Puerto Argentino, se halla una imponente infraestructura de alta capacidad que permite la operatividad de cazas Eurofighter Typhoon, helicópteros y sistemas de defensa antiaérea, además de un puerto, radares de vigilancia avanzada y una guarnición de entre 1.200 y 1.500 efectivos permanentes. Inaugurada en 1985, la base aérea de Mount Pleasant es el epicentro de la presencia militar británica en las Malvinas. Desde esta base, el país angloparlante mantiene un control estratégico del Atlántico Sur, proyectando su influencia sobre rutas marítimas clave que conectan los océanos Atlántico y Pacífico, además de resguardar el acceso a la Antártida, una zona de creciente interés geopolítico por sus recursos naturales y su potencial explotación futura.

Si bien no es oficial que la OTAN reconozca a la base de Mount Pleasant como propia, Gran Bretaña, como miembro clave de la alianza, mantiene acuerdos de defensa con otros aliados igual de importantes. En múltiples ocasiones, se ha denunciado que la base funciona como un enclave de la OTAN en la región, con ejercicios militares conjuntos, apoyo logístico y despliegues periódicos de efectivos extranjeros. 

Analizándolo desde esta perspectiva, el Atlántico Sur puede llegar a convertirse en un escenario de conflictividad latente, donde la militarización británica contrasta con el Tratado de Tlatelolco, que establece la desnuclearización de América Latina y el Caribe. Argentina ha denunciado la presencia de armas nucleares en submarinos británicos que operan en la región, lo que generaría una violación de este acuerdo, tambien se ha filtrado un video en la red “X” que graba la supuesta pista de aterrizaje de los aviones en la base, siendo que culaquier tipo de grabacion se encuentra estrictamente prohibida en la zona

La existencia de esta base militar busca reforzar coercitivamente la posición del Reino Unido en la disputa de la soberanía frente a Argentina. Además, su presencia genera preocupaciones en otros países sudamericanos, ya que implica una proyección de poder extra-regional en un área donde América Latina ha buscado tradicionalmente limitar la influencia de potencias extranjeras.

A pesar de los esfuerzos de Argentina para impulsar iniciativas en foros internacionales, como la ONU y el Mercosur, denunciando la militarización de las Malvinas y reforzando su reclamo soberano, la presencia británica sigue siendo un desafío estratégico que condiciona la posibilidad de una resolución pacífica del conflicto. La “Causa Malvinas” trasciende generaciones. Hoy es una política de estado que unifica a los argentinos, ya que su relevancia va más allá del reclamo territorial: representa un fortalecimiento de nuestra identidad nacional. Mantener viva la memoria es esencial para fortalecer esa identidad nacional.

Las Malvinas fueron, son y serán argentinas; te dejamos más información para seguir la temática: 


Tristemente, todo sigue igual

Vale Terranova

Imagen | El Corresponsal

En la Franja de Gaza, Israel reanuda su ofensiva militar, dejando atrás el alto al fuego acordado en enero. Paralelamente, sus fuerzas avanzan y ocupan nuevos territorios, designándolos como “zonas de seguridad del Estado de Israel”. Como efecto dominó, esta estrategia ha provocado evacuaciones masivas de la población gazatí en las zonas de combate. ¿Se vuelve cada vez más real la fantasía de Trump sobre la despoblación de Gaza?

Aunque el plan de la Casa Blanca de reubicar a la población gazatí y palestina de la región fue descartado, ya que requería la cooperación de países árabes que se opusieron firmemente, la denominada «operación de expansión» por el ministro de Defensa de Israel ha implicado en la última semana el desplazamiento forzado de miles de personas. Según la UNRWA, la agencia de la ONU que asiste a los refugiados palestinos, al menos 140.000 personas han sido afectadas por nuevas órdenes de evacuación emitidas por las FDI.

La reanudación del despliegue de tropas no solo ha significado la ruptura de la frágil tregua acordada. El pasado miércoles, al menos 35 personas, muchas de ellas niños, murieron en un ataque aéreo israelí contra una escuela convertida en refugio. Sin embargo, la estrategia israelí actual va más allá de la eliminación del grupo terrorista Hamás. Entre las medidas contempladas por Netanyahu se incluyen la ejecución de la propuesta del expresidente Trump para que la población gazatí abandone el territorio a gran escala, el control absoluto de la seguridad en Gaza por parte de Israel y el desarme de Hamás.

Según el grupo israelí de derechos humanos Gisha, hasta el momento Israel ha tomado el control de aproximadamente 62 kilómetros cuadrados, lo que representa alrededor del 17% de la superficie total de Gaza. Aunque Israel Katz afirma que el ejército aumenta la posesión de territorio con el fin de expulsar terroristas, la idea de una anexión permanente no se descarta, profundizando el desplazamiento forzado y así la crisis humanitaria que golpea a Gaza.

¿Querés saber más? Te dejamos las siguientes recomendaciones:


Fracaso de la diplomacia en África Central

Luna Werner Robledo

Ilustración | Foreing Policy

Las tensiones entre Ruanda y Bélgica han alcanzado el quiebre con la drástica decisión de Kigali de cortar relaciones diplomáticas en medio del conflicto en la República Democrática del Congo (RDC). Sin embargo, este choque no es un episodio aislado ni una crisis reciente. Se trata de las consecuencias, en una especie de “efecto dominó”, de un legado colonial mal administrado, tensiones permanentes tras el genocidio de 1994 y una geopolítica regional donde los recursos naturales involucran a los intereses de potencias extranjeras.

Desde enero, los avances del grupo rebelde M23 han llevado la guerra hasta los límites de la ciudad de Goma, una ciudad clave en términos estratégicos y económicos, además de su control sobre la región minera de Rubaya, donde la explotación del coltán —esencial para la industria tecnológica— genera alrededor de 800.000 millones de dólares mensuales bajo un sistema de impuestos ilegales. En este escenario, la RDC acusa directamente a Ruanda de respaldar a los insurgentes, mientras el gobierno de Paul Kagame niega cualquier implicación.

En un intento por frenar el colapso de la región, la diplomacia africana ha buscado un alto al fuego, apelando incluso a la intervención de Estados Unidos y Europa. Pero la balanza se inclina hacia los avances del M23, en lugar de la negociación. En esta línea, se ha tomado el pasado 17 de marzo, la decisión unilateral de Ruanda de cortar lazos diplomáticos con Bélgica, argumentando que el país europeo, es provocador de las tensiones tras tomar partido en un conflicto regional y movilizarse en contra de la integridad territorial y sociopolítica de Ruanda, en alianza con la RDC.

El peligro ahora radica en el vacío de poder que podría consolidarse en el este del Congo. Si Kinshasa no logra una respuesta efectiva, el país podría fragmentarse de facto en territorios controlados por actores no estatales. Al mismo tiempo, si las acusaciones de la RDC son ciertas y Ruanda continúa apoyando al M23, el conflicto podría internacionalizarse aún más, atrayendo sanciones o incluso una intervención diplomática más agresiva de la Unión Africana o de potencias con intereses estratégicos en la región. Es importante no descartar esta última ya que, más allá de la indiferencia predominante, tanto Pekín como Washington tienen intereses envueltos en la trama.

Y sin embargo, a pesar de la gravedad del escenario, el conflicto sigue sin captar la atención global. Ruanda y la RDC quedan relegadas a los márgenes de la agenda internacional, que involucra la vida de muchos ¿Será el abandono de la diplomacia lo suficientemente ruidoso como para romper ese patrón de indiferencia?

Te dejamos a continuación, contenido para adentrarte en el tema:

Esferas de Influencia

Donald Trump volvió a la presidencia de Estados Unidos con el mismo eslogan, pero con un mundo mucho más fragmentado que en su primer mandato. A los pocos meses de asumir, ha sugerido iniciativas disruptivas para el orden internacional. Todo en nombre de una idea: recuperar el control de ciertos espacios donde Estados Unidos, según su visión, “nunca debió haber cedido terreno”. Esa idea tiene nombre en política internacional: esferas de influencia.

El concepto se refiere a zonas del planeta sobre las que una potencia ejerce predominio, sin necesidad de ocupación militar directa. Esa influencia puede expresarse en forma de presión diplomática, tratados bilaterales, dependencia económica o control narrativo. Históricamente, el término estuvo asociado a la Guerra Fría, con un mundo dividido entre el bloque occidental y el soviético. Sin embargo, las esferas de influencia nunca se fueron. Solo cambiaron de forma, actores y excusas.

Trump, en su versión 2025, parece dispuesto a redefinirlas a su manera: cuestionó la presencia china en Panamá, busca comprar Groenlandia como si se tratara de una operación inmobiliaria y reforzó alianzas estratégicas con Israel con un enfoque netamente geopolítico. Más que recuperar influencia, busca marcar territorio. Y lo hace en un momento en que otras potencias también están jugando el mismo juego.

China, por ejemplo, ha logrado construir una red de influencia global a través de su Iniciativa de la Franja y la Ruta, con inversiones millonarias en infraestructura, puertos, telecomunicaciones y energía en África, Asia, América Latina e incluso Europa del Este. A diferencia de la política exterior estadounidense, Pekín no exige reformas políticas ni se involucra abiertamente en conflictos, pero fideliza a sus socios mediante deuda, tecnología y desarrollo.

Rusia, por su parte, actúa con menos sutileza. La invasión a Ucrania fue la punta del iceberg de su intento por mantener a sus vecinos dentro de su órbita, pero su influencia se extiende también a Siria, al Sahel africano, y a países europeos dependientes del gas ruso. En su lógica, toda antigua república soviética que busque integrarse a la OTAN o la UE representa una amenaza a su zona de control.

El regreso de las esferas de influencia —ya no como teoría, sino como política activa— plantea un dilema central para el orden internacional. Los países pequeños o intermedios quedan atrapados entre potencias que los consideran parte de su patio trasero. Se les exige alinearse, abstenerse o pagar costos. La autodeterminación, en ese contexto, se vuelve una declaración de intenciones difícil de sostener.


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