Mateo Ricci, el «apóstol de China»
Por Lucas Martin Albornoz
La figura de Matteo Ricci ocupa un lugar especial en la historia de la cultura humana como uno de los principales protagonistas del encuentro entre diferentes culturas. Junto con Marco Polo, es una de las dos únicas figuras no chinas incluidas en la gran representación de la historia china en el Monumento del Milenio de Pekín. Fue el primer no chino en recibir el honor de ser enterrado en la propia capital, en un terreno especialmente asignado por decreto imperial.

Desde el surgimiento del cristianismo como interpretación heterodoxa del judaísmo, hasta el cristianismo como religión universal de Occidente, han pasado más de 2.000 años. Entre tanto, la comunidad igualitaria, liderada por la autoridad carismática de su profeta fundador, se transformó en una institución jerárquica —la Iglesia– con la misión de universalizar el mensaje de Jesús. En este contexto, las misiones jesuitas fueron las principales vías de difusión del cristianismo a lo largo y ancho del territorio explorado; tanto Pablo de Tarso (ca. 10 – 60), el “apóstol de los gentiles”, con los paganos en el Imperio Romano, como Matteo Ricci (1552 – 1610) con los chinos en el Imperio Ming, predicaron la fe del cristianismo.
Matteo Ricci, conocido como “Li Madou” por los chinos, era un italiano oriundo de Macerata, ciudad de la región de Marcas. Debido a su posición social y económica, realizó estudios de derecho y ciencias. También asistió al colegio de jesuitas, lo cual le permitió su ingreso en la Compañía de Jesús. Finalmente, en 1853 se entrecruzan los caminos de Ricci y China. Para cumplir con su objetivo evangelizador, tanto Ricci como sus acompañantes, comprendieron que la inculturación del cristianismo en China era posible mediante el sincretismo. El sincretismo, en resumidas cuentas, es la conjunción de diversas formas de pensamiento; en este caso, el pensamiento filosófico chino y el pensamiento cristiano occidental. Si pensamos en el pasado, Pablo de Tarso fue criticado por la tradición judeo-cristiana más conservadora, por su predicación del cristianismo por fuera del marco judío. No obstante, fue él quién posibilitó la difusión del cristianismo en Roma.
La “microhistoria” reduce la escala de observación, mostrando mayor interés en las personas, sin aislar el análisis del contexto general. Es decir, existe una interacción entre ambas escalas, por lo tanto, el estudio de individuos nos permite acercarnos, de un modo distinto, a la mentalidad de las personas de ese tiempo. No obstante, la anterior afirmación debe ser aprehendida con mucha precaución: no debemos caer en el terreno de las generalizaciones.

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En el caso de Ricci, es interesante observar cómo la interrelación entre los campos científico, filosófico y religioso fue la llave para el desarrollo del sincretismo. Tenemos varios ejemplos de ello. En primer lugar, la primera edición china que conocemos de un Mapamundi tiene la autoría de Matteo Ricci. En segundo lugar, él se encargó de traducir al latín los Cuatro Libros de Confucio. Por último, tal vez de mayor relevancia, realizó la traducción de los seis primeros libros de Elementos del autor griego Euclides, junto con su alumno Xu Guangqi. Este último ejemplo resulta significativo a partir de la importancia crucial que tiene el practicismo en el pensamiento filosófico chino. Es por esto que la obra del “padre de la geometría” brindó un notable estatus a la personalidad de Ricci.
El sincretismo cultural llevado a cabo por él y otros jesuitas podemos decir que concluyó exitosamente con el edicto de tolerancia del cristianismo proclamado por el emperador Kāngxī (1654-1722). No obstante, por fuera de China, ello condujo a la controversia sobre los ritos chinos entre los cristianos ¿Cuál era el punto de discusión? La inclusividad y permisividad del método sincretista, en oposición, al dogma cristiano predicado desde el centro institucional y jerárquico del cristianismo católico: el papado de Roma.
Lucas Martin Albornoz (Argentina): Estudiante de Historia, Universidad de Buenos Aires.
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