No man’s land
Dos Estados enfrentados durante décadas, religiones distintas, intereses económicos y miles de civiles muertos, son el resultado de uno de los conflictos más antiguos del mundo, la Guerra del Alto Karabaj.

El Alto Karabaj es un territorio montañoso que se encuentra al oeste de Azerbaiyán, representando alrededor del 20% de la base de este país y limitando con la frontera de Armenia. Por siglos ha sido fuente de conflictos que han acabado con cientos de miles de víctimas de ambos países.
Sus orígenes se remontan al siglo XIII cuando la mayor parte del sur del Cáucaso estaba gobernado por el Imperio Otomano. Luego el país hoy liderado por Armén Sarkissián, una de las primeras civilizaciones cristianas, es anexada al Imperio turco durante el reinado de Mehmed II en el siglo XV prometiéndole su protección en caso de una invasión. A lo largo de los siglos los gobernantes armenios estuvieron bajo la influencia de la dinastía osmanlí hasta la Guerra ruso-turca de 1828 a 1829.
Durante esta reconfiguración geopolítica, los cristianos armenios y los turcos azeríes estuvieron en un marco de tensiones constantes a raíz de las prácticas religiosas que estas dos comunidades profesaban. Los conflictos evolucionaron de tal forma que, en la Primera Guerra Mundial, el pueblo armenio sufre un genocidio con más de 1 millón de víctimas por parte de Azerbaiyán y la actual Turquía, que hasta hoy en día no reconoce haber realizado tales actos.
En 1922, Armenia, Azerbaiyán y Georgia fueron incorporados a la Unión Soviética (URSS) como parte de la RFSS Transcaucásica. En este acuerdo Iósif Stalin decide que el territorio de Nagorno Karabaj iba a estar designada al segundo, independientemente de que los armenios constituían el 90% de su población. Esto no hizo otra cosa más que aumentar el odio de la comunidad cristiana armenia hacia los turcos azeríes a lo largo de las décadas.
Con la Unión Soviética llegando a su fin, las tensiones que se venían acumulando a lo largo del siglo XX transformaron a la zona en un campo de batalla. A principios de 1988 las relaciones se encontraban en una cuerda floja, llegando a una escalada que estallaría en un conflicto armado. En 1991, ya con la URSS disuelta, Armenia y Azerbaiyán se declararon Estados independientes y paralelamente a ellos la población de origen armenio que habitaba en el Alto Karabaj decidió instaurar —con el apoyo de Ereván— la República de Artsaj, tomando el control no sólo de la región montañosa sino también de otros territorios pertenecientes al país limítrofe del Mar Caspio que no estaban en disputa.
Luego de una limpieza étnica, ambos países decidieron un cese al fuego provisional a través del Protocolo de Bishkek en 1994. A su vez, la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) creó el Grupo Minsk, un organismo conformado por Estados Unidos, Francia y Rusia con el objetivo de llevar a cabo las negociaciones de paz.
Sin embargo, aquel protocolo se ha quebrantado en reiteradas ocasiones por choques fronterizos como la Guerra de los Cuatro Días en abril de 2016 o el más reciente a finales de septiembre de 2020. Es indudable que cada vez que se reanuda este conflicto vuelve a poner en vilo a la comunidad internacional.

En una primera aproximación podemos analizar el conflicto desde una postura meramente anárquica, un escenario hobbesiano y el estado de naturaleza de “todos contra todos” que proponía en su obra Leviatán. A su vez, se lo puede analizar a partir de la teoría de la interdependencia compleja propuesta por Robert Keohane y Joseph Nye.
Al finalizar la contienda entre los países de la región montañosa del Cáucaso en 1994, ambos se encontraban en una situación económica similar, por lo tanto el intercambio de balas se dio por territorio y recursos. Sin embargo, en 1999 Bakú descubre el yacimiento gasífero Shaj Deniz, convirtiéndola en una potencia gasística. Actualmente este país junto con Turquía son propietarios del gasoducto de Gas Natural Transanatolio (TANAP), que tiene como objetivo suministrar el gas Azerí en Turquía y posteriormente transportarlo a toda Europa.
En este sentido los dos Estados mencionados con anterioridad gozan de una dependencia mutua pero simétrica, ya que Azerbaiyán depende de Turquía como paso estratégico para exportar el gas natural hacia el viejo Continente. Si se diera el caso de que decidan romper relaciones, el primero dejaría de ser una potencia gasística con la imposibilidad de exportarlo, teniendo en cuenta que los territorios que la rodean —Irán, Rusia, Kazajstán y Turkmenistán— son independientes energéticamente hablando, por lo que Turquía es indispensable para la economía azerí, que a su vez podría importarlo de sus anteriores socios comerciales: Irán y Rusia. Sumado a la cuestión energética, existe un vínculo religioso y cultural entre Ankara y Bakú.
Luego entre Rusia y Armenia sucede una situación diferente. Históricamente el primero ha apoyado al pueblo armenio por sus raíces cristianas-ortodoxas con la justificación de frenar el expansionismo del Islam. Además ambos países forman parte del tratado de la Organización del Acuerdo de Defensa Colectiva, esto explica que exista una base militar rusa en Gyumri. A pesar de ello, como el conflicto del Nagorno-Karabaj es territorio azerí de iure, Moscú no puede desplegar sus tropas sobre este territorio. Al mismo tiempo, en el caso de Ereván, la mayor cantidad de gas natural que importa proviene de aquel, por lo tanto existe una dependencia directa ante un conflicto armado, y también se encuentra vulnerable en el corto y mediano plazo para buscar un nuevo socio comercial que le proporcione gas.

Abrazo entre Putin y Sarkissian.

Recep Tayyip Erdogan demostrando su apoyo a Azerbaiyán.
Por otro lado, el gobierno de Putin quiere evitar cualquier tipo de enfrentamiento entre estos dos Estados, ya que también tiene acuerdos comerciales con Bakú. Esto explica porque se quiere mantener una situación de status quo en la región y se ha actuado en búsqueda de mediar el enfrentamiento, a tal punto de haber logrado el «Acuerdo de alto el fuego en el Alto Karabaj de 2020”.
El resultado de esta contienda ha sido el de siglos de hostilidad y miles de víctimas, en el que ninguno salió vencedor. Ahora la pregunta que la comunidad internacional se hace así misma es, después de todo ¿el conflicto del Alto Karabaj ha llegado a su fin? ¿O solo es otro periodo de «stand by” como los que se vivieron a lo largo de la historia?
Mauricio Rodríguez (Argentina): estudiante en Relaciones Internacionales, Universidad de Congreso.
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