Los hermanos sean ¿unidos?
El Acuerdo de Viernes Santo celebrado entre la República de Irlanda y el Reino Unido supuso el final de iure de un conflicto que mantuvo en vilo a la Europa Occidental durante gran parte del Siglo XX. Veintidós años después de aquel histórico 10 de abril, las tensiones entre ambos países han disminuido considerablemente pero el camino hacia la reunificación se presenta aún muy lejano.

La unión de Irlanda y el Reino Unido de Gran Bretaña se remonta mucho antes de 1800. La batalla cultural librada por los británicos desde sus pequeñas colonias y las evidentes diferencias económicas y sociales entre el Úlster y el resto del país, habían hecho añicos a la cultura gaélica que predominó en la isla durante buena parte de la Edad Media y la convirtió en un símbolo del campesinado. La notable prosperidad de la Isla y el valor estratégico que tomó en las últimas tres décadas del Siglo XVIII, fueron determinantes para el Reino Unido, especialmente de cara a la Revolución Norteamericana, la Francia Republicana y luego la Napoleónica. Este hecho, sumado al Alzamiento Católico de 1798, alarmaron a la Corona que creía que una Irlanda libre y rebelde, con perspectivas económicas que mejoraban notablemente, podría significar problemas en el futuro. Así llegamos a 1800, año en el que el Parlamento Irlandés aprueba el Acta de Unión y el 1° de enero del año siguiente se fusionan las coronas mediante el nuevo título de Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda.
La Unión se había presentado como la solución a los problemas de los irlandeses, aunque la realidad es que, como expresó Lord Cornwallis (Lord Teniente irlandés), “a la inmensa mayoría del pueblo de Irlanda la unión le importa un bledo”. A pesar de esto podemos notar el surgimiento de líderes u organizaciones que promulgaban la extinción del vínculo que los enlazaba con Londres, entre los más famosos podemos destacar a la “Joven Irlanda” —movimiento político, cultural y social irlandés— y a Daniel O’Connell, considerado por muchos como el padre del nacionalismo irlandés y el máximo exponente del separatismo.
Con el correr del tiempo la indiferencia de la Corona hacia la situación general en la isla y las marcadas diferencias entre las consecuencias de la “Gran hambruna” entre el sur y el norte, hicieron que en las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del Siglo XX las relaciones entre Irlanda y la Corona estuvieran tensas, como también entre los propios irlandeses con la aparición de grupos potencialmente peligrosos como los “Voluntarios de Irlanda” y luego los “Voluntarios del Úlster”.

Ya para el año 1914 se había aprobado en Westminster la ley que otorgaba a Irlanda una mayor autonomía pero el comienzo de la Gran Guerra pospuso la entrada en vigencia de la misma. En 1916 se produjo en Dublín el primer acto notable de rebeldía por parte de los grupos revolucionarios. Durante la Pascua de aquel año se realizó el “Alzamiento”, donde se tomaron sitios históricos y fundamentales de la capital irlandesa y acto seguido se procedió a la lectura de la Proclamación de Independencia. Aunque días después el alzamiento fue desmantelado y aquellos que lo idearon fueron fusilados, se exiliaron o “cometieron suicidio”, el hecho configuró un acto histórico que aún hoy es celebrado.
En 1919 se restituye el “Dáil” (Parlamento Irlandés) y este designa al IRA —Ejército Republicano Irlandés, en inglés— como ejército nacional quien sería además el encargado de combatir contra el Reino Unido en la Guerra Anglo Irlandesa. Un año más tarde de aquel, se introduce a Irlanda del Norte como una unidad administrativa separada de su hermana del sur, y tres años más adelante, luego de ratificar el tratado que le pondría fin a la guerra, se establece finalmente el Estado Libre Irlandés, una unidad autónoma del Reino Unido pero perteneciente aún a la Mancomunidad de Naciones, con un status similar al de Canadá o Nueva Zelanda. El Tratado no estuvo exento de repercusiones ya que se establecía una “Junta de Fronteras” para establecer los límites entre los condados del norte y los del sur, comenzando así la Guerra Civil la cual se prolongaría hasta el siguiente año. En 1937 Irlanda se da su propia Constitución, y mediante esta deja de reconocer al Monarca Británico como Jefe de Estado, abandonando la Mancomunidad y configurándose como un país soberano. Finalmente, se concreta en 1949 la forma de gobierno y se da paso al país que conocemos actualmente como la República de Irlanda, y el IRA pasó a ser considerado una organización paramilitar.

En los años siguientes las relaciones se mantuvieron estables en la isla. Pero ya en 1968 comenzaron en Irlanda del Norte una serie de marchas en favor de los derechos de las minorías cristianas, las cuales fueron prohibidas por el gobierno. La primera que se realizó dentro de la prohibición fue fuertemente reprimida por la policía local, desencadenando una serie de enfrentamientos tanto en Londonderry como Belfast. Este hecho es considerado por muchos como el comienzo del Conflicto en Irlanda.
Durante los meses de marzo y abril de 1969 una serie de bombardeos causados por lealistas norirlandeses fueron adjudicados erróneamente al IRA. Este momento significó un antes y un después en la vida política, social y religiosa de estos países, sumiéndose en un caos generalizado que se extendió en todo el territorio. Escenas de violencia podían ser vistas a diario y los altercados con bombas eran cada vez más frecuentes. Ataques como el del “Domingo Sangriento”, el “Viernes Sangriento”, “Shankill Road” y “Manchester” sembraron el terror tanto en ambas islas. El de mayor importancia en cuanto al objetivo fue perpetrado contra la ex Premier Británica Margaret Thatcher cuando se encontraba en Brighton en 1984, luego del atentado la cúpula del IRA emitió un comunicado indicando:
“La señora Thatcher ahora se dará cuenta que Bretaña no puede ocupar nuestro país y torturar nuestros prisioneros y disparar a nuestra gente en sus propias calles y salir con la suya. Hoy no tuvimos suerte, pero recuerde que solo necesitamos tener suerte una vez. Usted tendrá que tener suerte siempre. Dele paz a Irlanda y no habrá más guerra.”
Muchos fueron los intentos por llevar paz, pero siempre se interpuso la cuestión política entre los unionistas norirlandeses y los nacionalistas republicanos, y la cuestión religiosa entre protestantes y católicos. Finalmente en 1998 se llevó a cabo el proyecto más ambicioso para su logro. Se reunieron los representantes de todos los frentes que componían este conflicto; partidos políticos, organizaciones revolucionarias y miembros del clero. El 10 de abril se firmó el “Acuerdo de Viernes Santo” que impulsó una legislación sin precedentes y que instaba a los grupos terroristas a deponer su actitud. El último ataque se produjo cuatro meses después en Omagh.
El impacto cultural del Conflicto llevó a la banda irlandesa U2 a componer su canción homenaje al “Domingo Sangriento” (Sunday Bloody Sunday) y Bono alza una bandera blanca al grito de “No More” (no más) en su interpretación en Colorado.
En 1999 se alcanzó por primera vez consolidar el gobierno de coalición que se había pactado en el acuerdo. Durante los años posteriores a la firma del mismo los grupos revolucionarios no mostraron predisposición hacia el desarme, haciendo tambalear lo concertado. Con los ataques terroristas del 11-S el mundo tomó dimensión del problema que suponía el terrorismo, haciendo que muchos americanos-irlandeses que sostenían los ideales nacionalistas —y que en muchos casos financiaban—, abandonaran su participación. En el año 2005 el IRA anunció un alto al fuego y para 2008 se consideraba que dicha organización no presentaba capacidad organizativa por lo que se la dio por desmantelada.
Sin duda alguna el momento de mayor entendimiento entre “las dos Irlandas” se dio cuando en el 2007 el pastor protestante Ian Paisley, y el antiguo guerrillero del IRA y católico nacionalista Martin McGuinness, formaron un gobierno de coalición en el norte. Esta noticia impactó a la opinión pública y a ellos mismos, quienes reconocieron no haber intercambiado palabras hasta ese momento.
La región continuó estable con esporádicos ataques de facciones autodenominadas “IRA”, considerados aislados y sin la estructura necesaria para desencadenar un conflicto. Sin embargo, esta calma comenzó a tambalearse nuevamente cuando en 2016 se celebró el Referéndum por el que el Reino Unido buscaba abandonar la Unión Europea. A pesar de que el resultado general fue negativo a la permanencia, en Irlanda del Norte la historia fue diferente ya que el 56% votó a favor de permanecer en la Unión Europea. Esta situación reavivó la llama de la reunificación, instando incluso el Vice Primer Ministro a convocar a un referéndum para la reunificación.
La cuestión ocupó un rol fundamental en las negociaciones entre Londres y Bruselas, dado a que la imposición de la frontera “dura” entre ambas naciones podría avivar pasiones. Una innovadora idea se planteó para evitar un nuevo conflicto y era la de adoptar por una frontera marítima entre la isla de Irlanda y la de Gran Bretaña, evitando una física y poniendo a Irlanda del Norte en una situación especial estando “dentro y fuera” de Europa al mismo tiempo. Por otro lado, muchos son los que alegan que la verdadera solución seria la reunificación y, si bien es lo más razonable, la verdad es que está más lejos de lo que se cree. Según lo convenido en los Acuerdos de Viernes Santo, la única posibilidad de unión es un referéndum realizado a ambos lados de la frontera. La repentina reaparición después de décadas del Sinn Féin, partido nacionalista por excelencia, en las elecciones llevadas a cabo este año y el crecimiento exponencial de su popularidad en el norte, hace pensar que en los próximos años pueda realizarse el tan ansiado Referéndum de Reunificación.
Si bien hay una solución legal y real, lo cierto es que demandaría un consenso sin precedentes entre católicos, protestantes, unionistas, nacionalistas, pro Europa y anti Europa. A través de los años el conflicto se ha atenuado y ha llegado la calma por ya casi 20 años. Aún así, el camino a la reunificación de un país que durante siglos ha permanecido divido por las diferencias políticas, religiosas, culturales y económicas, no será fácil y no pondrá resultados a la vista en el corto plazo.
Francisco Sánchez Giachini (Argentina): estudiante de Abogacía, Universidad de Mendoza.