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America First: los partidos Proteccionistas

Por Tomás Peña

El florecimiento de nuevas derechas, con un marcado nacionalismo y proteccionismo, pone en jaque el paradigma dominante de la globalización. Desde políticas comerciales restrictivas hasta medidas anti inmigración y aislacionismo en política exterior, estas corrientes reconfiguran el panorama global. ¿Qué futuro le espera a la globalización en este nuevo contexto?

Ilustración | Salon

El auge del liberalismo político, que sustentó y fomentó la globalización, se dio durante la década de 1990. Estas políticas fueron encabezadas por partidos de una antigua derecha que hoy se ha redefinido. Las antiguas izquierdas solían encasillarse bajo el rótulo del proteccionismo/desarrollismo/industrialismo mientras que las derechas post caída del muro de Berlín en Occidente apostaron por las teorías de la interdependencia económica y el aperturismo comercial.

Hoy el tablero ha dado un giro. Varias corrientes literarias sugieren que la creciente polarización política afectiva, producto de una creciente desigualdad en el continente, ha hecho que la gente escape del centro y se ubique en las puntas del espectro político. Esto ha facilitado el surgimiento de extremas derechas y extremas izquierdas. Siendo los primeros partidos de corte conservador y nacionalistas en las áreas comerciales, migratorias y socioculturales, sobre todo.

La OMC ha reportado que el volumen del comercio mundial de mercancías ha crecido un 10.8% en 2021, mostrando una enorme recuperación post contracción económica producto de la pandemia y además una mayor interconexión entre diversos países y regiones. La Inversión Extranjera Directa mundial, según la UNCTAD, ha mostrado que en 2022 se ha recuperado y proyecta grande crecimientos. Además, el avance de la tecnología y su expansión (como el surgimiento de la IA) han colaborado a una suba en el comercio de servicios, comercio electrónico y otras formas de interacción digital.

No obstante, si tomamos el caso particular de Donald Trump, vemos la aparición pronunciada de políticas comerciales proteccionistas. Entre el 2017-2021, Estados Unidos acrecentó los aranceles de las importaciones chinas de un 10% a un 25% en casi todos los bienes importados. Además, estuvo la renegociación con el TLCAN (conocido como NAFTA por sus siglas en ingles) que limitó el alcance de las importaciones norteamericanas con el fin de reducir el déficit comercial y proteger el empleo nacional.


“World Tariffs Profile”, un estudio desarrollado por la UNCTAD año a año, detalla el perfil arancelario de cada Estado sobre las importaciones que tiene. El reporte es preparado en conjunto al Centro de Comercio Internacional y provee información sobre las barreras comerciales que imponen todos los Estados como aranceles, cuotas, precios de referencia, licencias de importación, permisos y certificados sanitarios y fitosanitarios, regulaciones sobre etiquetado de productos, regulaciones sobre estándares técnicos de productos, medidas anti-dumping, derechos compensatorios y medidas de salvaguardia.

La OMC, en sus análisis, ha vislumbrado el proteccionismo de estas nuevas derechas. Sobre el gobierno de Trump: la suba arancelaria a productos chinos, la imposición de medias antidumping y anti subvención en diversas industrias denota una política exterior que alberga un mix entre ideología y pragmatismo. La protección sobre la clase industrial (a veces denominada como trabajadores no calificados), le ha construido al partido conservador una base electoral sólida mientras que traza una línea adversativa tanto simbólica como ideológica con el hegemón que disputa y compite por el poder global.

La India de Modi ha sido criticada por aumentar los aranceles sobre el sector agrario, la industria manufacturera y diversos servicios. A Bolsonaro se le adjudican las restricciones a la importación de ciertos productos y las regulaciones comerciales que dificultan el acceso sobre el mercado Brasileño, sobre todo en el ámbito de la tecnología. 

Otro punto importante es el de la inmigración. Si bien España, Alemania, Reino Unido, Francia, Italia, Alemania y Estados Unidos reportan ser siete de los 10 países con más inmigrantes, es posible encontrar en los últimos gobiernos ultraderechistas políticas de corte anti inmigratorias. La administración de Trump impuso medidas más estrictas en materia de visas y asilo, “en nombre de la seguridad nacional”. Más aún, sus medidas contribuyeron a una disminución de inmigración legal, de visas otorgadas y se afectó la imagen del hegemón como acogedor de diversas culturas. También se registró un aumento en las deportaciones de inmigrantes indocumentados.

Tras el BREXIT en 2015, el Partido Conservador ha buscado limitar la inmigración no calificada y fortalecido el control de sus fronteras para socavar la inmigración irregular. Emmanuel Macron en Francia ha acelerado los procesos de deportación de inmigrantes irregulares y reforzado sus fronteras, de igual manera. La retirada de acuerdos internacionales fue en concordancia con estas posturas aislacionistas: la Política Exterior de Trump significó un multilateralismo disruptivo, manifiesto en la salida del Acuerdo de París, de la OMS, el Tratado de cielos Abiertos, el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP en sus siglas en inglés). 


El futuro de la globalización y cómo se intrinca en partidos derechistas puede variar dependiendo de una serie de factores, incluyendo cambios de panorama político y económico global en base a la interacción con otros actores políticos y sociales. Hay una ola mundial que exacerba la soberanía nacional centrándose en la primacía de la autonomía internacional: reducir la dependencia de instituciones y acuerdos internacionales, lo cual contribuiría a la presente desaceleración de la globalización.

Por otro lado, el presente avance de la tecnología podría significar una necesidad de integración a un nuevo sistema que fortalezca la interdependencia en base a la innovación y al comercio, debilitando los bastiones del proteccionismo. Por último, es esperable una mayor polarización y divisiones internas en países occidentales. Este fenómeno, que erosiona las democracias occidentales, ya está hoy asentado y podría agravarse sobre el punto de la globalización, poniendo de un lado del tablero a los nacionalistas y del otro, a los aperturistas.

Existen también argumentos sociológicos que interrogan la importancia de la globalización. Theodor Adorno obstinó sus escritos a cuestionar la estandarización cultural, alegando que produce una conducción del individuo que perpetúa la reproducción de relaciones desiguales.

En el contexto de la globalización, significa la homogeneización de productos y servicios a través de fronteras nacionales. La expansión de la cultura de masas globalizada (a menudo por Occidente) plantea interrogantes sobre la diversidad y la autenticidad de la identidad de un mundo cada vez más interconectado. Puesto en sus palabras, la globalización se ha vuelto la “mercantilización de la cultura”.


Imagen | Japan Intercultural

El fenómeno de la globalización y el libre comercio se encuentra hoy garrafalmente más cuestionado que en la década de 1990. Hay un escepticismo concentrado en las nuevas derechas que se cuestiona los beneficios de los procesos de internacionalización de sus agendas tanto económicas como políticas en detrimento del bienestar general interno.

Asimismo, esta línea argumentativa refuerza el discurso partidario extremista de derecha, amaparándose en la importancia de su soberanía nacional en comparación al resto de agentes globales que se posan como amenazas. Para Occidente: China, Irán, Corea del Norte, Rusia, entre otros. Las posturas aislacionistas se vienen dando bajo una premisa fundamental: América primero (America first), América para los americanos (America for the americans). 


Tomas Peña (Argentina): Licenciado en Relaciones Internacionales, Universidad de San Andrés.

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