La guerra y su reflejo sobre el mundo
Por Axel Olivares
El combate real puede concentrarse en las fronteras entre Gaza e Israel, pero en otros países se han convertido en tierra fértil para acoger el conflicto en su forma cultural, a partir de los odios más ancestrales que siempre encuentran una nueva razón para resurgir.

La guerra en Medio Oriente ha sido devastadora tanto para Palestina, que lleva un saldo de 10.000 muertos y cuyo territorio atraviesa una de las mayores crisis humanitaria de su historia, como para Israel, que sigue reclamando por la liberación de cientos de israelíes secuestrados por Hamás. Pero si hay algo por lo que esta guerra se ha destacado es por involucrar forzosamente a dos grupos étnicos y religiosos que se encuentran presentes en casi todo el planeta, lo que ha tocado la sensibilidad de la comunidad internacional desde su más deleznable expresión, desembocando en actos de odio e intolerancia en varios puntos del globo. Desde el 7 de octubre se registró un alza en crímenes que involucran antisemitismo e islamofobia.
Es aceptable y necesario ser crítico de los diferentes actos perpetrados en la Franja de Gaza. Sin embargo, muchas manifestaciones en todo el mundo han simplificado el conflicto a esloganes, lo que ha generado niveles de intolerancia injustificables. La propagación de noticias falsas y la influencia de la posverdad han contribuido a crear un ambiente hostil. Existe una nueva filosofía que divide al mundo en categorías universales, como «los buenos» y «los malos», o «los opresores» y «los oprimidos», lo que reduce la complejidad de los problemas actuales. Además, esta filosofía conecta cosas sin conexión, como el movimiento Black Lives Matter que se posiciona a favor de la causa palestina, convirtiendo así el conflicto de una región en un conflicto universal. Los beneficios de esta doctrina no solo permiten estar siempre del lado de «los buenos», sino que también proporcionan un lenguaje común y descomplejizado para narrar cualquier conflicto bajo los mismos términos.
Han sido varias las agresiones hacia judíos en varios puntos geográficos. Días después del ataque de Hamás que inició la guerra, en Berlín, las puertas de muchas casas habitadas por judíos amanecieron vandalizadas con la estrella de David (una forma de identificar a los judíos que se usaba en la década de 1930 en Alemania). A la semana siguiente se registraron pintadas en el Cementerio General de Managua, en el sector reservado para la comunidad judía, pero está vez se pintaron esvásticas en las tumbas.

La violencia no se limitó solo a lo simbólico, judíos de muchas partes del mundo se encuentran atemorizados por su seguridad. El foco se encuentra actualmente en Rusia luego de que una turba iracunda asaltó el aeropuerto de Majachkalá, en la república rusa de Daguestán, con la intención de agredir a los pasajeros de un vuelo proveniente de Tel Aviv. Al grito de ¡Allahu Akbar! (Alá es el más grande) los agresores se dirigieron a la pista de aterrizaje. Algunos estuvieron muy cerca de entrar al avión. Finalmente, las autoridades detuvieron a un total de 60 personas. Se está investigando cómo fue posible que se llegara hasta ese punto y cómo este plan pudo pasar por encima del riguroso Servicio Federal de Seguridad ruso.
Sin embargo, no queda atrás lo ocurrido en Estados Unidos. El país con mayor comunidad judía fuera de Israel no ha sido ajeno en su historia al antisemitismo, solo que ahora el problema se ha instalado curiosamente en las universidades. Dos días después de los ataques de Hamás, la Universidad de Harvard emitió un comunicado lamentando los atentados, pero algunos grupos estudiantiles tomaron otra posición. Los “Estudiantes por la Justicia en Palestina”, un grupo presente en más de 200 centros de estudio en Norteamérica celebró que Hamás, o “la resistencia”, se haya rebelado contra “el apartheid, la limpieza étnica, los bombardeos indiscriminados, la detención arbitraria, la destrucción de infraestructura y 75 años de colonialismo”. La organización responsabiliza totalmente a Israel, y a los israelíes, por los ataques recibidos. El dogmatismo con el que se maneja este grupo lo ha explicado Ken Stern, experto en antisemitismo, al diario ABC:
“Están tan limitados en términos de lo que piensan que solo buscan más pruebas para respaldar sus premisas. Es gente que ya ha decidido de antemano que Israel está equivocado, y cualquier hecho va a confirmar esa opinión”
Ken Stern
La falta de discernimiento no solo no ha permitido evaluar con claridad el conflicto, sino que además ha decantado en actitudes antisemitas dentro de los campus universitarios. No obstante, eso no impidió que Claudia Gay, presidenta de Harvard, lamentara los actos de odio: “nuestros estudiantes judíos han relatado con crudeza que se sienten aislados y perseguidos (…) Harvard debe ser un lugar donde todos se sientan seguros y vistos”.

Pero la violencia logró filtrarse en otras universidades, como en la Universidad Cooper Union en Nueva York: los estudiantes judíos debieron refugiarse en la librería durante una protesta “pro-palestina” mientras los manifestantes golpeaban las puertas gritando ¡Palestina libre!; o en la Universidad de Pensilvania, en la que las instalaciones de fraternidades judías fueron vandalizadas con grafitis que decían “los judíos son nazis”. Históricamente el antisemitismo ha sido una de las banderas de la extrema derecha, pero en los últimos años vemos un cambio transversal. La izquierda Occidental, que en el siglo pasado abrazó los movimientos sionistas, toma hoy una actitud anti-israelí, oculta bajo manifestaciones que difuminan las diferencias entre el reclamo de una Palestina soberana y la erradicación del Estado de Israel (que es el objetivo de Hamás) justificando la violencia como necesaria.
La Liga Antidifamación ha registrado un alza sin precedentes en la cantidad de denuncias por antisemitismo en todo el mundo desde el 7 de octubre. Para tomar algunos ejemplos, en Francia se han denunciado 819 incidentes antisemitas, mientras que, en Reino Unido, tercero en población hebrea, ha reportado 805 incidentes antisemitas, un aumento del 689% en comparación al año anterior.
Por otro lado, los casos de islamofobia también han alcanzado niveles históricos. Musulmanes, árabes y palestinos de Estados Unidos han denunciado un incremento en los actos de odio e islamofobia, equiparándolo al clima después del 11-S y durante la guerra de Iraq. Algunos incluso consideran que la situación actual es peor. En un trágico incidente, Wadea Al Fayoume, un niño palestino estadounidense, fue asesinado y su madre resultó herida de puñaladas por el dueño de la casa que alquilaban en el Estado de Illinois. Este acto violento envió un mensaje de odio no solo a la madre y al niño, sino a toda la comunidad. El Consejo de Relaciones Islámicas Estadounidenses ha estado recibiendo denuncias de más de 700 incidentes contra palestinos, árabes y musulmanes en Estados Unidos.
En Europa, el problema de la islamofobia fue tratado por el alto comisionado de Naciones Unidas para la Alianza de Civilizaciones, Miguel Ángel Moratinos, quien ha denunciado «reacciones y provocaciones como la quema del Corán, enfrentamientos entre comunidades, tensiones en las sociedades y una voluntad de proyectar una visión del mundo musulmán que no se corresponde ni con esa comunidad musulmana ni con la religión musulmana». La declaración se dio al firmar un convenio de colaboración con la Fundación Las Fuentes, promovida por la Junta Islámica de España y el Instituto Halal.
Todas las religiones, es un componente tal vez intrínseco de la humanidad, operan entre los que están adentro y afuera, los partícipes y los excluidos. Ahí muchas veces, también motivado por conflictos políticos o geográficos, las religiones pasan a ser un componente central en las divisiones dentro de países y entre países.
Ivan Petrella, Doctor en Religión por la Universidad de Harvard.
No obstante, no alcanzan las acciones de los gobiernos y las instituciones para frenar los crímenes de odio que aumentan en tanto la guerra recrudece. Vemos cómo se borran las líneas divisorias entre la crítica y la agresión ejercida por parte de supuestos justicieros. Es así como se importa progresivamente de la guerra, la violencia a varias ciudades en el mundo. La mayor de las consecuencias la experimentan los dos grupos en cuestión ya que el problema israelí-palestino condiciona irrenunciablemente a todo judío o musulmán en cualquier parte del mundo a quienes se los toma como partícipes, y hasta responsables de una guerra que no les pertenece y, si es posible, de todos los males del mundo por el simple hecho de profesar a una fe.
Axel Olivares (Argentina): Estudiante de Comunicación Social, Universidad Nacional de Cuyo.