En nuestros días, el poder ya no se disputa únicamente en territorios físicos, también lo hace a través de redes, datos y plataformas digitales. Repensar el ciberespacio implica reconocerlo como un escenario central en las dinámicas políticas e internacionales.
Sabemos que ese algoritmo trabaja para mostrarnos contenido que puede interesarnos. Y aunque es un contenido cada día menos “social”, visibiliza imágenes, videos y mensajes que corresponden a nuestros gustos, intereses y publicaciones con las que solemos interactuar. Pero, ¿Qué pasa si ese algoritmo no solo favorece nuestros gustos y comienza a favorecer nuestras creencias? Por Valentina Terranova.
La guerra en Ucrania ha evidenciado como las redes sociales pueden fungir como fuente de desinformación en los conflictos, incitación a la violencia e incluso atrocidades masivas. No es absoluto un fenómeno nuevo, sino que ya lo hemos visto desde Etiopía, Ruanda y Myanmar. Por Emilio Cruz López