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Economía mundial, ¿Qué hay después?

Por Candela Molina

El orden económico liberal diseñado por Estados Unidos atraviesa una fase de desgaste acelerado. La fragmentación comercial y el giro ideológico de Washington erosionan su legitimidad, abriendo un período de transición marcado más por la desintegración que por un nuevo consenso global.

Ilustración | The Atlantic

Los órdenes internacionales están condenados a su agotamiento. Robert Gilpin, uno de los principales exponentes de la economía política internacional, sostuvo que con el paso del tiempo los intereses de los actores individuales y el balance de poder entre ellos cambia a raíz de desarrollos económicos, tecnológicos o de otra índole (Gilpin, 1981, p. 9).

Cuando esa transformación erosiona los incentivos que sostenían el status quo, el orden vigente entra en una fase de desgaste. Desde esta perspectiva, la coyuntura actual refleja el progresivo agotamiento del orden económico liberal diseñado y promovido por Estados Unidos al final de la Segunda Guerra Mundial. Aunque las expectativas respecto del futuro son inciertas, el análisis del presente permite formular algunas proyecciones razonables sobre su evolución.

Siguiendo a Gilpin, un orden internacional es establecido cuando los actores dominantes crean estructuras que reflejan sus propios intereses económicos, políticos o de cualquier tipo. Si bien los intereses de los distintos estados son diversos, el diseño del sistema responde, en última instancia, a la capacidad de una potencia de imponer su poder relativo.

Este fue el caso de la hegemonía estadounidense a mitad del siglo XX, a partir de la cual se configuró el orden liberal contemporáneo. El estatus quo se sostuvo porque el sistema ofrecía incentivos claros: por un lado, Washington obtenía beneficios suficientes como para preservarlo; por otro, el resto de los estados percibía que las ventajas de acatar las reglas superaban los costos. Un sistema internacional se mantiene estable, sobre todo, si los estados más poderosos están conformes con los acuerdos en materia económica, política y territorial (Gilpin, p. 11).

A esta dimensión material se suma un elemento central: la legitimidad. Henry Kissinger (1957) explica que la legitimidad implica la aceptación del marco del orden internacional por las mayores potencias, al menos en la medida en que ninguna de ellas esté tan disconforme con el orden que quiera ejecutar una política exterior revolucionaria (Kissinger, 1957). La estabilidad, entonces, no depende únicamente del poder, sino también de la aceptación compartida de un marco normativo considerado válido.


Ilustración | Red Flag

Ahora bien, ese estatus quo en materia económica está hoy roto y la explicación se debe, en gran medida, a la insatisfacción estadounidense con su propia creación. Desde una perspectiva gilpiniana, este escenario es característico del momento en que la potencia dominante deja de percibir que el sistema vigente sirve a sus intereses relativos, lo que abre una etapa de inestabilidad sistémica.

La pregunta central ya no es si el orden liberal está en crisis, sino si en el corto plazo será posible reformarlo o sustituirlo por uno nuevo. Todo indica que la fragmentación del sistema basado en reglas ya está instalada y, hacia 2026, lo más probable es una profundización de la desintegración antes que un nuevo orden estable. Para sostener este argumento, el análisis se estructura en dos planos: primero, la dimensión económica y comercial, como variable material; segundo, la dimensión ideacional, vinculada a un cambio doctrinario que erosiona la legitimidad del orden liberal.

La dimensión material: fragmentación económica y comercial

Diversos autores coinciden en que el marco multilateral económico y comercial ha dejado de funcionar. «La economía mundial post estadounidense ha llegado», argumenta Adam Posen (2025) en su artículo The New Economic Geography, publicado en Foreign Affairs. 

Posen explica que el sistema creado tras la Segunda Guerra Mundial funcionó con Estados Unidos desempeñando el rol de asegurador global. Washington proveía bienes públicos internacionales —como seguridad y estabilidad económica— y, a cambio, el resto de los estados aceptaba su hegemonía.

Sin embargo, Trump ha dejado en claro que pretende que ese sistema opere de manera distinta: el asegurador adopta una postura distante y ofrece su protección a un costo significativamente mayor. En este marco, subestimó a sus aliados al asumir que estarían dispuestos a pagar cualquier precio por esa cobertura.

La realidad, sostiene Posen, es que incluso frente a mayores costos los estados buscarán crear nuevas redes económicas globales y adaptarse a la ausencia del garante tradicional. En efecto, los cambios han llegado para quedarse, y el retorno al status quo aparece como una posibilidad cada vez más remota. 


Ilustración | Financial Times

En una línea similar, Michael Froman argumenta en After Trade War (2025) que el sistema de comercio global tal como lo conocemos está muerto. Los principios fundamentales como el de nación más favorecida en la Organización Mundial de Comercio (OMC) han perdido no sólo efectividad sino también legitimidad. Y, más allá de los costos, asegura que los intentos de restaurar el viejo orden son completamente inútiles. 

Frente a este escenario, Froman propone la conformación de un orden económico más diverso, basado en “coaliciones de voluntarios”. Se trata de alianzas de actores motivados por intereses compartidos que establecen sus propias reglas al interior de cada coalición. Estas agrupaciones no forman una institución única, sino una constelación de “clubes” superpuestos que, en conjunto, configuran una red abierta de relaciones plurilaterales más flexibles que el multilateralismo clásico.

Por su parte, Wally Adeyemo y Joshua Zoffer sostienen en The World Economy Was Already Broken (2025) que el mundo atraviesa un gran reordenamiento económico, el tercero en el último siglo, con Estados Unidos liderando cada uno de ellos. El tercer reordenamiento habría ocurrido cuando Donald Trump anunció el “Día de la Liberación”. Coincide con los demás autores en que el sistema basado en reglas está fracturado y propone uno nuevo que promueva la cooperación global y el comercio justo.

Adeyemo y Zoffer identifican a China como la principal amenaza al sistema de comercio internacional. Para contrarrestar las distorsiones que atribuyen a sus prácticas, proponen la formación de coaliciones entre estados con intereses afines, una suerte de “sindicato de reglas limpias” destinado a enfrentar la competencia desleal. Aquellos que queden fuera de estas coaliciones enfrentarían desventajas competitivas, lo que generaría incentivos adicionales para la cooperación.

En conjunto, hay consenso respecto a que la base económica y comercial del orden liberal estadounidense se encuentra en un proceso avanzado de erosión. Sus fundamentos ya no gozan de la legitimidad que supieron tener, en gran medida como resultado de un cambio radical en el enfoque económico de la Casa Blanca, que pasó de una ambiciosa universalidad en sus normas a un proteccionismo individualista.

Aunque las propuestas difieren, el objetivo común es la reconstrucción de reglas sobre la base de intereses compartidos. No obstante, la emergencia de un nuevo régimen normativo parece improbable en el corto plazo, lo que permite anticipar un 2026 signado por la continuidad de la desintegración.


Imagen | OMFIF

Legitimidad y giro ideológico: la Estrategia de Seguridad Nacional como doctrina de ruptura

Este proceso de fragmentación económica no puede comprenderse únicamente desde variables materiales. La erosión del orden liberal también responde a un cambio más profundo en la forma en que Estados Unidos concibe su rol en el mundo. En ese sentido, la ideología se convierte en una variable central para explicar por qué el sistema pierde legitimidad y por qué su reconstrucción resulta improbable en el corto plazo.

La nueva Estrategia de Seguridad Nacional (NSS) de Trump deja ver que sus decisiones ya no se sustentan únicamente en cálculos materiales, sino en una visión ideológica del mundo que redefine aliados, amenazas y prioridades estratégicas. En breve, la ideología trumpista es el marco que legitima y profundiza la ruptura económica.

Retomando a Kissinger, un orden internacional sólo es estable si las grandes potencias aceptan sus reglas como legítimas. Cuando esa aceptación se erosiona, ya sea por cambios materiales o ideológicos, el orden pierde autoridad antes incluso de colapsar institucionalmente.

Si las reglas cambian, se requiere un nuevo consenso y, hasta que ello ocurra, la legitimidad es débil. El orden impuesto pierde autoridad en la medida en que se desgasta la unanimidad en torno a sus postulados. Por tanto, la NSS no sólo refleja un cambio ideológico, sino que otorga coherencia doctrinaria a decisiones económicas que ya venían fragmentando el orden liberal.

El documento determina una visión ideológica antagónica a la que prevaleció hasta la era democrática de Joseph Biden. Condena a anteriores administraciones por convencerse de que la dominación mundial de Estados Unidos era conveniente. Entiende que los asuntos de otros países sólo deberían ser relevantes si amenazan directamente los intereses estadounidenses.

Esta postura es contraria a la posición hegemónica que ha ocupado Estados Unidos desde el momento unipolar, en el cual se creía que la exportación de la democracia y el capitalismo era el mayor beneficio que podía tener la humanidad en su conjunto. 

Asimismo, la NSS cuestiona el globalismo, el libre comercio y el financiamiento estadounidense a la defensa de otros países. Estos conceptos de apertura económica e inversión en defensa global han prevalecido en el orden liberal como parte de la cotidianidad interestatal.

La deslegitimación por el mismo líder que los promovió altera la percepción del resto del mundo, que abandona la creencia en que la prosperidad de sus naciones está sujeta a las garantías de institucionalización económica y de seguridad otorgadas por Estados Unidos.


Ilustración | Stephens – South China Morning Post

La estrategia también denuncia las ataduras que forjaron mandatarios pasados de la política estadounidense a redes de instituciones multilaterales, frecuentemente caracterizadas como antiestadounidenses y como amenazas a la soberanía estatal. De este modo, el entramado institucional que operó desde mediados del siglo XX y que se sostuvo, en gran medida gracias al respaldo estadounidense, pierde prestigio a partir de las impugnaciones del propio garante.

En términos generales, el “Corolario Trump” a la Doctrina Monroe es una declaración explícita de la ideología que profesa Estados Unidos a partir de hoy. Su divergencia con respecto a las doctrinas que se exportaron tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, profundiza el quiebre en la aceptación de lo hasta entonces considerado común y legítimo. Dado que, como advierte Kissinger, un orden sin legitimidad está condenado al colapso, el giro ideológico contribuye de manera decisiva al vaciamiento progresivo de autoridad del orden liberal.

El sistema internacional económico en 2026

Estados Unidos ha sembrado las semillas del colapso del orden liberal económico que él mismo diseñó hace más de siete décadas. La crisis actual no responde a un evento aislado, sino a la convergencia entre cambios materiales y una redefinición ideológica del interés nacional estadounidense, que socava la legitimidad del sistema.

Desde una perspectiva gilpiniana, el orden entra en una fase de desintegración cuando la potencia dominante deja de percibir que sus beneficios compensan los costos. En términos kissingerianos, el problema central ya no es únicamente institucional, sino la desaparición del consenso entre las grandes potencias y, de manera decisiva, del propio garante respecto de la legitimidad de las reglas.

Bajo este marco, el objetivo de este artículo ha sido analizar la coyuntura actual y esbozar posibles escenarios para el corto plazo. En el plano material, se constata el quiebre del orden económico liberal y la proliferación de propuestas que buscan adaptar la gobernanza global a una realidad más fragmentada. En el plano ideacional, se identifica un giro doctrinario que legitima nuevas prioridades y acelera el desgaste del orden existente.

En términos generales, los sistemas internacionales reflejan los intereses de los actores más poderosos y se sostienen mientras ofrecen más beneficios que costos. Cuando esa lógica se agota, el status quo cede paso a un período de transición. En el corto plazo, y considerando el tiempo necesario para construir una nueva base de principios compartidos, todo indica que 2026 estará marcado por una profundización de la desintegración ya en curso.


Candela Molina (Argentina): Licenciada en Relaciones Internacionales, estudiante de la carrera de Derecho y candidata a la Maestría en Política y Economía Internacionales en la Universidad de San Andrés. Columnista en Diplomacia Activa.

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Democracia

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