Geografía de un nuevo tablero político inesperado

Por Tomás Peña
Las elecciones de medio término en Argentina reconfiguraron por completo el mapa político del país. El oficialismo logró una remontada inesperada, el peronismo perdió su histórico bastión bonaerense y las terceras fuerzas quedaron fuera de juego. Un nuevo tablero político emerge, marcado por la polarización, la abstención y un dólar estable.

En el plazo de siete semanas la radiología electoral bonaerense se revirtió y, a nivel nacional, las provincias se tiñeron de violeta. Con 50 días de diferencia entre las elecciones legislativas de Buenos Aires y las elecciones legislativas nacionales, el peronismo perdió en los 36 municipios más populosos, lo que traducido serían unos 316 mil votos, mientras que el oficialismo ganó unos 474 mil de electores. Con 40,66 puntos a nivel nacional LLA obtiene 64 diputados. En consecuencia, con 31,7 puntos, el peronismo obtiene 44 diputados y Provincias Unidas con 6,98 puntos; 8 bancas. En el senado LLA se llevó 13 bancas mientras que fuerza patria se llevó 7.
Nadie la vio venir. Ni las consultoras ni los analistas previeron que al cabo de 50 días, los 15 puntos de diferencia que se llevaban los partidos más grandes de la Argentina se fuesen a revertir. Cabe recordar que en las legislativas bonaerenses, Fuerza Patria obtuvo el 47,28% de los votos mientras que La Libertad Avanza se llevó el 33,71%. Posteriormente obtuvieron 31 y 41 puntos respectivamente. En el interín, sucedió un escándalo desatado por la oposición respecto a la dudosa procedencia del financiamiento de campaña sobre quien iba a encabezar la lista del oficialismo como diputado nacional por la provincia de Buenos Aires, Jose Luis Espert. Dicho escándalo se trató de los aportes realizados por Fred Machado, empresario acusado de narcotráfico, lavado de dinero y fraude. Además, nos encontramos inmersos en un contexto de una economía que no crece y que acarrea desprolijidades en materia de corrupción, tales como el caso Libra y el caso Spagnuolo.
Ahora bien, haciendo balances de la gestión, se nota una caída del 1,7% del PIB en 2024, siendo la industria, la construcción y el comercio los sectores más afectados. Una caída del salario real del 9% entre noviembre del 2023 y septiembre de 2025 y un 31,6% de pobreza según el INDEC. El número responsable del éxito electoral es, tal vez, el de la inflación. Disciplina la cual el gobierno se ha dispuesto a trabajar con creces mediante un recorte del gasto público severo. Por el contrario, la gestión de Alberto Fernández terminó el 2023 con un 211,4% de inflación interanual, número el cual en la primera gestión del mandatario libertario redujo a un 117,8% que para la fecha septiembre de 2025 se disminuyó a un 31,8%.
Mientras que los politólogos atribuyen que el éxito electoral se debe a que la exclusión de cargos municipales y provinciales hicieron que los intendentes no tuviesen incentivos para fogonear la militancia, otros coinciden en que el voto económico sigue siendo el faro del votante promedio argentino. Es decir, ante la evaluación de una pésima gestión económica del gobierno predecesor, dejándolo en uno de los índices de confianza en el gobierno más bajos del último cuarto de siglo (1.69 según índice elaborado por la Universidad Torcuato Di Tella), se impuso el voto contra el miedo al retorno de un 211% de inflación.

Cuando Grabois expresó que la gente no fue a votar por la lluvia del día previo muchos se rieron, pero detrás del comentario se escondía un dato que define parcialmente la realidad política argentina. Existe un descenso progresivo de la actividad electoral marcado por el desencanto. El pico de participación civil en elecciones legislativas fue en 1987, con 87,74% de participación. De allí hubieron caídas sobre el presentismo: en 2017, 77,61%, en 2021 71,83% y, ahora en 2025, 67,85%.
Si bien el primer análisis que podría atinar a hacerse es que esto se debe a un contexto de incertidumbre política, cabe pensar que es también consecuencia de la polarización política. Aunque la polarización sea muchas veces un índice de identidad partidaria y por ende de afiliación política (sobre todo en regímenes políticos bipartidistas), los comportamientos cambian cuando hay más partidos en juego. Las terceras fuerzas van en busca de los indecisos que podrían dividirse en tres tipos: primero, quienes se identifican con matices de los dos partidos con más peso y deciden no identificarse con ninguno. En segundo lugar, quienes muestran desinterés y admiten desconocimiento respecto de la política del país y, por último, quienes directamente desprecian la actividad política, y por ende deciden no ir a las urnas.
A todo ello se le suma un segundo grado de análisis que puede explicar la baja participación de estas elecciones, cuyo argumento se ampara en que la baja actividad depende de cuán competitiva es una elección, siendo las menos competitivas aquellas que se perciben irrelevantes por los ciudadanos y que se aprecian como disparejas en los márgenes que se tienen los participantes. Asimismo, esto se exacerba cuando el contexto social expresa insatisfacción con el funcionamiento de la democracia y desconfianza respecto de la dirigencia política. Lo cual, en definitiva, se traduce en una menor disposición a enfrentar los costos que implica el acto de votar, sobre todo si la elección se entiende como intrascendente.
Como muchos otros analistas discuten, si bien esta elección fue un fracaso para la oposición no necesariamente tiene que significar una debacle. El peronismo bonaerense perdió 14 puntos en un mes y medio, además de desatar una latente e irresuelta crisis interna pero aún así, puso en CABA 15 bancas en juego y se llevó 16. Por su parte, a nivel nacional renovaron 46 bancas sin perder ninguna. Más bien, los principales damnificados de la remontada libertaria han sido los terceros partidos, al no capitalizar el voto de los indecisos. A Provincias Unidas le costó hacerse notar en el tablero, los gobernadores no tuvieron una defensa firme ante la polarización y el resultado, de baja representación, atenúa las posibilidades de negociaciones futuras con Milei.
En síntesis, todas las fuerzas políticas que no se alinearon con kirchnerismo o los libertarios, fueron expulsadas del centro del escenario político, perdiendo relevancia y votos. Figuras como Lousteau, Manes, Randazzo o Torres quedaron fuera del eje principal de la disputa. Estamos ante el dilema de “divide y triunfarás” o “la unión hace la fuerza”. Jugar a ser gris en tiempos de blanco o negro, tiene un costo elevado.

La Boleta Única de Papel también se lució en este encuentro. Con el fin de incrementar la transparencia y garantizar condiciones equitativas de todas las fuerzas políticas este sistema redujo la incidencia de aparatos partidarios que reparten boletas, movilizan votantes o controlan el voto de manera directa o indirecta: eventos que suelen influir en los comicios tradicionales. Gracias a este sistema, los gobernadores y oficialismos provinciales se vieron incapacitados de utilizar la maquinaria política para asegurar votos, perdiéndose en cuantía.
¡Los mercados también triunfaron! Los bonos subieron 23%, el riesgo país de 110 pasó a alrededor de 700 y las acciones duplicaron sus precios. En concordancia con quienes apostaron por la victoria (Trump y el propio secretario norteamericano del Tesoro Scott Bessent), volvió a medrar la esperanza del programa inicial libertario que parecía flagelar. Esto es darle garantía a los inversores extranjeros y a las finanzas internacionales. Si se mantuvo el dólar quieto, vitrina de clima social (lo cual es fundamental) con una gradual inflación fue a costa de una problema que hoy genera un marco de tensión: el uso de reservas del banco central para la estabilización de la moneda y la necesidad de que terceros intervengan con un nuevo préstamo. Además, la suba de la tasa de interés para mantener el dólar y las bandas establecidas por el banco central, criticado por los economistas como método de fundición de reservas.
Parece que cuesta creer en una Argentina con un crecimiento económico sostenido sin inversión extranjera. Más aún, sin caer en la intrínseca y cíclica trampa dual que sufre el país: un riesgo país volátil y una toma de deuda constante.
La frutilla de la torta fue el mensaje de Washington: “Felicitaciones al presidente Javier Milei por su victoria aplastante en Argentina ¡Está haciendo un trabajo maravilloso! Nuestra confianza en él fue justificada por el pueblo de Argentina.” El rescate de 20.000 millones de dólares en forma de canje de divisas para ayudar el colapso financiero parece ahora estar fuera de condicionales luego de encontrarse con lo inesperado. Hay ahora un nuevo tablero político y el león, desde su primera aparición en televisión en un programa de Fantino un frío Julio de 2016, solo ha sabido crecer políticamente.

Tomas Peña (Argentina): Licenciado en Relaciones Internacionales, Universidad de San Andrés, y columnista de Diplomacia Activa.
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