¿Qué dicen las grandes narraciones sobre el trumpismo?
Por Axel Olivares
El ex presidente acapara gran parte de un electorado que parece no tener precedentes, pero que las grandes obras estadounidenses dan cuenta de su histórica existencia. El cine, la literatura y el teatro han sido testigos de la extensión del fenómeno Trump incluso antes de que este se consolidara como tendencia.

«Había una tierra de caballeros y campos de algodón llamada el Viejo Sur… Aquí, en este bonito mundo, la galantería hizo su última reverencia… Aquí fue la última vez que se vio a los caballeros y sus bellas damas, al amo y al esclavo… Búscalo sólo en los libros, porque no es más que un sueño recordado. Una civilización que se llevó el viento…«
Prólogo, Lo que el viento se llevó – Film de Victor Fleming (1939)
Se trata del prólogo de un film que expresa la nostalgia de un Sur convulsionado por la Guerra de Secesión. A pesar de ser obligados a abandonar su sistema esclavista para adaptarse a un prematuro capitalismo industrial, las convicciones y el recuerdo del “armonioso sur” seguirán latentes. Con el paso de los años, la ciudadanía estadounidense mantuvo ese quiebre cultural y el fantasma de la Confederación siguió viviendo en los sectores rurales y, sobre todo, en el Sur. A pesar de abolirse la esclavitud, el racismo no cesó perpetuándose a lo largo de los años y resistiéndose a las políticas que intentaron frenarlo.
Hoy Donald Trump guía como ningún otro ese conservadurismo de corte populista. El expresidente ha sabido representar el sentimiento de muchos estadounidenses que añoran la restauración de un tradicional “American Dream”. Con su regular eslogan – “Make America Great Again”- logró conservar un fiel electorado que se siente víctima de una nación que, bajo su visión, ha perdido sus valores. Eso demuestran las encuestas del partido republicano en donde Trump lidera los índices de popularidad con un 54%.
Al electorado trumpista no le influye el hecho de que el magnate tenga 91 cargos en su contra. De hecho, su presencia en el banquillo de los acusados o su efímera asistencia en una cárcel del condado de Fulton, Georgia, no han hecho más que alimentar al mito: Trump se encuentra atrapado en una “cacería de brujas”, comandado por un sistema liberal conformado por quienes históricamente pertenecieron a minorías. Sus seguidores se identifican fácilmente con su situación por no sentirse conformes con los cambios sociales contemporáneos en cuestiones de raza, clase social o sexualidad. Llegan al punto de considerar que los ciudadanos blancos cristianos de clase media son el nuevo foco de discriminación de la sociedad y las instituciones. Esa empatía se intensifica cuando Trump hace comentarios como: “Van por ustedes, y yo solo me interpongo en su camino».
Según Ronald Brownstein de CNN, los cristianos blancos y los blancos sin título universitario fueron una histórica mayoría, sin embargo, esas poblaciones disminuyeron en el siglo XXI, lo que los llevó a considerarse a sí mismos una minoría marginada. Este fenómeno hizo que varios estadounidenses adoptaran fácilmente la “Teoría del Gran Remplazo” o se organizaran en grupos conspirativos como QAnon.

La Justicia es la más dañada dentro de este enfrentamiento debido a que los republicanos conservadores ven hoy a instituciones como el FBI o el Departamento de Justicia como cómplices de los políticos liberales o del “Estado Profundo”. Como consecuencia, las acusaciones contra Trump no tienen legitimidad entre sus votantes.
Sin embargo, el fenómeno Trump es más un canalizador que un creador de quienes son clasificados despectivamente como “basura blanca”. ¿Cuál es el origen de este sector social que mantiene convulsionada a la nación? Algunas de las obras icónicas de la literatura norteamericana dan testimonio del proceso de formación de la disparidad de dos sociedades en una misma nación. Pero primero debemos considerar los hechos históricos que marcaron la vida del país.
Vemos en la Guerra Civil un punto de quiebre que bifurcará para siempre el pensamiento colectivo norteamericano. La Guerra de Secesión (1961-1865) tuvo como resultado la reunificación forzada de dos idiosincrasias muy diferentes. Por un lado, el estado de la Unión (el norte del país), Estados en donde la industria y las fábricas proliferaban exitosamente. Comandadas por Abraham Lincoln, la Unión buscaba la abolición de la esclavitud. Por el otro lado, la Confederación (los Estados del Sur) cuya estructura económica se basaba en el esclavismo negro y el cultivo de materias primas, sobre todo, el algodón. La clara diferencia de producción armamentista le dio la victoria a la Unión. Después de la batalla, los confederados sintieron no solo la humillación de la derrota si no también la caída de su sistema jerárquico racial que fue demoledor en para su economía.
En los años venideros, los efectos de la derrota se reflejaron en obras de gran trascendencia. Algunas de ellas manifiestan cómo “la causa” no ha muerto. En la novela “Lo que el viento se llevó” (1937), la resignación por perder la guerra hace de los personajes unos nacionalistas discretos, ya sea en el mantenimiento privilegiado de las tumbas de los soldados confederados o en la renuencia de comerciar con yankees (término despectivo para mencionar a los unionistas). Se habla también de meetings políticos como una práctica que se vuelve recurrente y que es una clara referencia a las primeras reuniones del Ku Klux Klan que comienza a reunir adeptos.
Luego de la guerra, el Norte vivía un auge económico, mientras que el sur no se recuperaba de la misma. Como consecuencia, granjeros y obreros protestaron contra las elites económicas que se instalaron en el sur. En historias como “El Maravilloso Mago de Oz” (1900) podemos ver cómo se refleja esta problemática.

Henry Littlefield, un profesor de historia, encontró claras analogías que profundizaron la interpretación clásica del cuento: Dorothy llega a Oz, un mundo atemorizado por la Bruja Mala del Este (banqueros y empresarios). En su camino a casa, Dorothy se encuentra con el espantapájaros en busca de un cerebro (el agricultor), al Hombre de Hojalata en busca de un corazón (el obrero de fábrica) y al León que busca valor (una referencia a William Jennings Bryan, un candidato presidencial con gran aval, pero no con el suficiente coraje). Todos partirán en busca del poderoso Mago de Oz para resolver sus problemas. Sin embargo, su poder es una farsa comparable, bajo esta interpretación, a las grandes metrópolis que concentran poder como Washington D.C. o Nueva York.
Por otro lado, la literatura norteamericana manifiesta también el lado oscuro de aquella sociedad utópica o, citando la obra de Steinbeck, el Este del Edén. Valores que luchan por sobrevivir, pero que se ven arrasados por una realidad que los supera; temas como este inspiraron al “Gótico Sureño”, un género literario de gran trascendencia liderado por escritores como William Faulkner, John Steinbeck, Truman Capote, Margaret Mitchell o Harper Lee, y dramaturgos como Tennessee Williams.
En las obras de Tennessee Williams se expone la progresiva desintegración de la aristocracia sureña y de sus viejos estereotipos arraigados a una cohesión social que se destruye acorde avanza la industrialización, la integración racial, el capitalismo y la diversidad. Los personajes de Williams se encuentran atrapados en sociedades dogmáticas, desean escapar al cumplimiento del deber y la moral establecida, pero su incapacidad de renunciar les provoca un sentimiento de culpa inevitable. Sus vidas se desmiembran al igual que las sociedades en las que viven.
En “Un tranvía llamado deseo” (1947), la protagonista Blanche Du Bois es una mujer sureña proveniente de una familia propietaria de plantaciones que cayó progresivamente en la miseria. A ella no le queda nada más que sus valores, su modestia y su represión sexual, procedentes de la sociedad pura en donde se crio. La hipocresía de sus parientes llevó a la familia a la bancarrota a través del adulterio, siendo Blanche la única que conservó los valores familiares a pesar de ser ilusorios. Su insistencia por rescatar la belleza en el mundo la llevará lentamente a la locura.
“Puede ser que distemos mucho de estar hechos a la imagen de Dios, pero Estela ¡Se han hecho algunos progresos desde entones! (…) En esta oscura marcha hacia lo que está cada vez más próximo ¡No te quedes atrás con los brutos!”, le dice Blanche a su hermana para salvarla de su abusivo esposo. Su idealismo no la salvará de pasar por experiencias atroces y de ser superada por su vulgar cuñado.«
Un tranvía llamado deseo – Film basado en la obra de Tenesse Williams (1952)

El crepúsculo al que se enfrentan los personajes sureños en estas obras es quizás lo que muchos quieren evitar. ¿De qué forma? Posiblemente sosteniendo el mito como bandera. «Dios pretendía que Estados Unidos fuera una nueva tierra prometida donde los cristianos europeos pudieran crear una sociedad que fuera un ejemplo para el resto del mundo», es una afirmación que, según Public Religion Research Institute, el 31% de republicanos y protestantes evangélicos está de acuerdo.
Trump ofrece un refugio para los fieles creyentes de esa superioridad racial que se sienten amenazados ante hechos que, en los últimos años, acometen Estados Unidos como el caso George Floyd, el movimiento MeToo o los derechos LGTB+. El sentimiento de contención que Trump ofrece frente a los “magos de Oz” de las grandes ciudades lo hacen una figura digna de proteger entre su público. Prueba de ello es el asalto al Capitolio en enero de 2021 como un intento desesperado por conservar a su protector en el poder. El nivel de compromiso para salvar a su mesías parece algo inentendible. Sin embargo, la intertextualidad de los clásicos populares nos dice que el afán por Donald Trump no es casual si no el efecto de las heridas del pasado que nunca sanaron.
Axel Olivares (Argentina): Estudiante de Comunicación Social, Universidad Nacional de Cuyo.
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