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La escalada que desafía a Occidente

Por Agustín Bazán

La incursión de drones rusos en Polonia reavivó tensiones en el flanco oriental de la OTAN. Varsovia invocó el Artículo 4 para consultas, mostrando que incluso incidentes limitados pueden derivar en crisis estratégicas y poner a prueba la cohesión aliada.

Imagen | BBC

Una de las características centrales tanto de la conducción como de la planificación estratégica es la incertidumbre. Tal es su relevancia que los Estados destinan enormes recursos a operaciones de inteligencia, despliegan o reclutan personal en el extranjero y emplean diversos métodos con un único fin: reducir el margen de lo desconocido al mínimo y así poder diseñar sus estrategias de defensa con mayor precisión, anticipando qué harán otros actores en relación con sus propios intereses.

La incertidumbre puede girar en torno a si dos Estados alcanzarán un acuerdo sobre un asunto que afecte a un tercero, si uno de ellos privilegiará a un socio comercial en detrimento de otro o si, en el extremo más delicado, un Estado tiene la intención de vulnerar la soberanía territorial de su vecino.

Esta última posibilidad ha sido la que en los últimos años ha motivado un fenómeno que se desarrolla casi en las sombras: el rearme de Polonia. Y en los últimos días, ese rearme ha encontrado una justificación inexorable cuando drones de la Federación Rusa violaron el espacio aéreo polaco. Acciones de esta naturaleza, aunque puedan parecer incidentes limitados, contienen un enorme potencial de escalada, capaz de poner a Europa (y a la OTAN) en estado de alerta máxima.

Polonia ha sido uno de los países que más ha sufrido con las dos guerras mundiales. Por su ubicación, siempre estuvo en una zona de tensión entre Europa del Oeste y Europa del Este. A su vez, limita al noreste con el óblast de Kaliningrado, enclave ruso en la región, y comparte frontera también con Bielorrusia, estado aliado del Kremlin. Es por eso que desde hace ya un tiempo, Polonia ha incrementado considerablemente su inversión en defensa.

En 2024 destinó alrededor del 4,1 % de su PIB a gastos militares, y para el 2025 ese porcentaje se proyecta aproximadamente en 4,7 %. Esa cifra la convierte en el miembro de la OTAN que más se acerca al deseado 5 % que algunos dentro de la Organización proponen como meta para sus Estados en los próximos años.


Imagen | Kyiv Post – El General Wieslaw Kukula, Jefe del Staff General de las Fuerzas Armadas Polacas, afirmó que Bielorrusia había informado sobre una oleada de drones rusos ingresando al espacio aéreo polaco «temprano ese día»

El cielo no está despejado

Entre la noche del 9 y la madrugada del 10 de septiembre, Polonia registró diecinueve incursiones aéreas no autorizadas en su espacio soberano. De forma simultánea, Ucrania era blanco de un ataque masivo con drones lanzado por la Federación Rusa, lo que sugiere que la frontera oriental polaca quedó atrapada en la estela de esa ofensiva.

Ante la situación, el gobierno de Varsovia dispuso el redireccionamiento inmediato del tránsito aéreo civil en la zona y ordenó derribar aquellos aparatos que representaban una amenaza concreta para la población. El primer ministro Donald Tusk calificó el episodio como una “provocación a gran escala” y comunicó la decisión de invocar el Artículo 4 del Tratado del Atlántico Norte, a fin de convocar consultas con sus aliados.

El recurso a este mecanismo refleja no solo la gravedad con la que Varsovia interpreta lo sucedido, sino también la creciente inquietud por la seguridad en el flanco oriental de la OTAN, donde incidentes fronterizos que podrían parecer puntuales adquieren inevitablemente una dimensión política y estratégica de primer orden.

El Artículo 4 del Tratado del Atlántico Norte establece textualmente que Las Partes se consultarán cuando, a juicio de cualquiera de ellas, la integridad territorial, la independencia política o la seguridad de cualquiera de las Partes fuese amenazada. Esto no debe confundirse con una obligación automática de respuesta militar colectiva, dado que para eso está el Artículo 5. No obstante, sí abre un canal diplomático de consulta y coordinación.

En este caso, Polonia ha sostenido que la violación reiterada de su espacio aéreo, con riesgo potencial para infraestructura civil y militar, constituye una amenaza que justifica el recurso a esta cláusula. Para Varsovia, el episodio no fue un hecho aislado, sino parte de un patrón más amplio que busca poner a prueba tanto su sistema defensivo como la cohesión aliada en su conjunto. En la práctica, la activación de este artículo habilita a los miembros de la OTAN a reforzar la vigilancia, compartir inteligencia y evaluar medidas preventivas sin entrar necesariamente en una dinámica de confrontación militar.


Imagen | The New York Times

Con la invocación del Artículo 4 Polonia busca, por un lado, dejar en claro que no tolerará violaciones de su soberanía y que cuenta con el respaldo de sus socios. Al mismo tiempo, coloca sobre la mesa el desafío para la OTAN de responder con proporcionalidad: evitar una escalada que pueda derivar en un conflicto abierto con Rusia, pero mostrando unidad y capacidad de disuasión.

La cláusula consultiva es un recordatorio de que la Alianza se concibió no sólo como un pacto defensivo militar, sino también como un marco político para coordinar respuestas ante amenazas ambiguas. En un contexto donde el uso de drones y armas de precisión se entrelaza con operaciones híbridas y campañas de desinformación, los límites entre agresión directa y provocación indirecta se vuelven cada vez más difusos.

El recurso al Artículo 4 del Tratado del Atlántico Norte no es inédito en la historia de la Alianza. De hecho, ha sido invocado en varias ocasiones, casi siempre en situaciones de tensión en el flanco sur y este de Europa. Turquía es el país que más veces lo ha solicitado: en 2003, durante la preparación de la invasión de Irak por parte de Estados Unidos y sus aliados, Ankara pidió consultas ante el riesgo de represalias en su territorio; en 2012, tras el derribo de un avión turco por Siria y posteriores ataques de artillería sirios que impactaron en localidades turcas; y en 2015, a raíz de la escalada del conflicto en Siria y la creciente amenaza del autodenominado Estado Islámico.

No es la primera vez que Varsovia recurre al artículo 4, sino que ya lo hizo en marzo de 2014, tras la anexión rusa de Crimea y el inicio de la guerra en el Donbás, cuando Polonia consideró que su seguridad y la del resto del flanco oriental estaban en riesgo directo. Más recientemente, en febrero de 2022, inmediatamente después del inicio de la invasión rusa a gran escala contra Ucrania, tanto Polonia como los tres Estados bálticos (Estonia, Letonia y Lituania) invocaron conjuntamente la cláusula, lo que dio lugar a consultas urgentes dentro de la OTAN y al refuerzo de la presencia militar aliada en el este de Europa.

Por su parte, El Kremlin negó que hubiera intención de agredir territorio polaco y sostuvo que los drones estaban dirigidos exclusivamente contra objetivos militares en Ucrania. El portavoz presidencial, Dmitri Peskov, calificó las acusaciones de Varsovia como “infundadas” y reiteró que tanto la OTAN como la Unión Europea “culpan a Rusia a diario de provocaciones sin aportar pruebas sólidas”.

A su vez, el Ministerio de Defensa ruso, a través de medios estatales, afirmó que Polonia no había presentado evidencias de que los drones derribados fueran de fabricación o lanzamiento ruso. Si bien el presidente Vladimir Putin no se refirió directamente al incidente en sus declaraciones inmediatas, la línea oficial de Moscú ha sido insistir en que se trató de un malentendido, sin intención de atacar posiciones polacas, o bien de desvíos técnicos inevitables en operaciones de gran escala contra Ucrania.

Estas explicaciones forman parte de la estrategia comunicacional rusa orientada a desvincularse de cualquier confrontación directa con la OTAN, al tiempo que mantiene la presión militar sobre Ucrania. Contrastan, sin embargo, con la narrativa polaca, que interpreta la violación de su espacio aéreo como un acto de provocación deliberada. La coexistencia de versiones opuestas pone de relieve que la disputa no solo se libra en el plano militar, sino también en el control del relato político y estratégico, un aspecto tan central como la defensa aérea en el tablero europeo contemporáneo.


Ilustración | Foreign Policy

Cuando la incertidumbre se convierte en norma

La decisión de Polonia de activar el Artículo 4 tras el ingreso de drones rusos en su espacio aéreo refleja la nueva naturaleza de la seguridad europea: una dinámica marcada por episodios fronterizos de baja intensidad que, sin constituir ataques convencionales, generan un impacto político y estratégico de gran magnitud.

La Federación Rusa ha demostrado saber utilizar provocaciones limitadas para “tomar el pulso” de la Alianza Atlántica, reduciendo así su propia incertidumbre respecto al grado de cohesión y reacción de la OTAN. La Alianza, por su parte, se enfrenta al reto de encontrar un delicado equilibrio entre firmeza y prudencia: fortalecer la disuasión, mejorar la cooperación en inteligencia y defensa aérea, pero evitando al mismo tiempo una respuesta que pueda ser interpretada como escalatoria.

En el escenario actual, el costo de reducir la incertidumbre puede resultar demasiado alto. Por ello, cada movimiento de las “piezas del tablero geopolítico” deberá ser calculado hasta el más mínimo detalle, con la conciencia de que incluso los incidentes aparentemente menores pueden reconfigurar el equilibrio de seguridad en Europa y poner a prueba la resiliencia de la OTAN.


Agustín Bazán (Argentina): Licenciado en Recursos Navales para la Defensa y Maestrando en Defensa Nacional, Universidad de la Defensa Nacional (UNDEF), Oficial de carrera de la Armada Argentina, estudiante avanzado de la Licenciatura de Relaciones Internacionales y columnista de Diplomacia Activa.

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