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OTAN: Una alianza de lideres, pero no de personas

Por  Kike Souto.

En la última cumbre de la OTAN, los líderes acordaron elevar el gasto en defensa al 5 % del PIB, una decisión que, aunque unánime en el papel, refleja profundas grietas entre gobiernos y sociedades. Con tensiones políticas, estrategias de distracción mediática y visiones enfrentadas sobre amenazas y prioridades, el acuerdo parece más una puesta en escena que un compromiso real. ¿Es la OTAN una alianza de líderes que firman, o de pueblos que creen en lo que firman?

OTAN Diplomacia Activa trump

“Al que no quiere caldo, dos tazas”. Este popular refrán español podría resumir lo que fue la Cumbre de líderes de la OTAN celebrada en La Haya en los días 24 y 25 de junio de 2025. En dicha Cumbre, los aliados acordaron elevar el gasto general en defensa al 5 % del Producto Interior Bruto (PIB). Pese a las reticencias de países como España y Eslovaquia, los 32 líderes de los Estados miembros terminaron respaldando el compromiso por unanimidad.

Es importante recordar cuando en 2018, Donald Trump criticaba abiertamente la falta de compromiso europeo con el objetivo del 2 % del PIB en defensa, entonces la meta mínima de la Alianza. Actualmente, con su regreso al poder Trump, presume de haber elevado la apuesta diplomáticamente.

Ahora bien, tras unas negociaciones que se anticipaban tensas —por las declaraciones incendiarias del presidente español Pedro Sánchez y su homólogo eslovaco Robert Fico—, el acuerdo se selló con rapidez. La nueva fórmula divide el gasto en un 3,5 % para capacidades militares y un 1,5 % adicional para infraestructura, redes, innovación y preparación civil.

Además de lo mencionado, es importante destacar que los aliados acordaron ampliar la cooperación tecnológica e industrial transatlántica, aunque la puesta en práctica aún está por verse. El escepticismo europeo hacia la industria armamentística estadounidense ha crecido —especialmente tras los rumores sobre un supuesto «botón de autodestrucción» en los cazas F-35—, lo que llevó a la cancelación de varios contratos.


España y Eslovaquia: Ladrar hacia casa.

Durante La Cumbre, un periodista preguntó a la primera ministra italiana Giorgia Meloni por qué no había seguido a España en su rechazo al 5 %. Su respuesta fue tajante:

“Hicimos lo mismo que España. No sé a qué te refieres, pero firmamos todos el mismo documento. Así que sí, firmamos lo mismo que España.”

Lo cierto es que España jugó un papel disruptivo durante las discusiones. Sánchez declaró que España no cumpliría con el objetivo del 5 %, alegando que supondría un desequilibrio fiscal y obligaría a subir impuestos o recortar gasto en sanidad. A esta postura se sumaron Bélgica y Eslovaquia, aunque sin bloquear el acuerdo.

Fuentes militares consultadas por Diplomacia Activa revelaron que las infraestructuras de defensa españolas están obsoletas: “Muchos cuarteles no se han renovado desde los años 70. Las condiciones son bastante deplorables”, afirmó un oficial.

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En teoría, España podría aprovechar el contexto económico actual, con máximos históricos de recaudación, para invertir. Pero la postura del Gobierno parece responder más a consideraciones políticas internas. Apenas unos días antes de la cumbre, estalló un escándalo judicial por corrupción y prostitución que salpicó el entorno directo de Sánchez y como resultado la confrontación con Trump y la OTAN parece haber sido una estrategia de distracción mediática.

Trump, por su parte, calificó la posición española de “terrible” y aseguró que “terminarán pagando el doble”. Pero más allá de la retórica, Sánchez ha logrado desviar la atención nacional hacia el debate sobre la defensa, capitalizando un sentimiento ampliamente compartido en la sociedad española: el antibelicismo estructural.


La OTAN: 32 aliados, 32 sociedades, 32 problemas.

España no solo es antibelicista; también se percibe a sí misma como alejada de cualquier amenaza militar directa. Esta sensación de aislamiento geopolítico contrasta con la mentalidad de países como Polonia o los bálticos, que sienten a Rusia en la puerta de casa.

Por su parte, Los polacos suelen sorprenderse cuando los españoles aseguran que no necesitan defensa. Y a su vez, los españoles no comprenden cómo países como Hungría o Polonia se niegan a compartir la carga migratoria del Mediterráneo. Claro esta que es un bucle de incomprensión mutua, donde cada país prioriza sus propias amenazas.

Si tuviéramos que resumir la situación, podríamos decir que Europa comparte valores e intereses en el papel, pero la integración social y estratégica no ha seguido el ritmo de la ampliación política y esto se evidencia especialmente en el ámbito de la defensa.

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Cinco bloques, cinco culturas estratégicas.

Aunque los 32 países de la OTAN firmaron el mismo acuerdo, sus sociedades no piensan ni sienten igual en relación con la defensa. Las experiencias históricas, las amenazas percibidas y los valores nacionales moldean actitudes profundamente distintas hacia el gasto militar y la necesidad de protegerse. Pasemos a desarrollar las ideas de cada bloque de naciones:

1. Europa del Este: Defensa como supervivencia

Países como Polonia, Estonia, Letonia, Lituania y ahora también Finlandia comparten una memoria colectiva de ocupación y amenaza rusa. La sociedad vive la defensa con urgencia y como un deber patriótico. Hay un consenso transversal en que invertir en ejército no es opcional, sino una cuestión existencial.

2. Nórdicos: Defensa racional y pragmática.

En Noruega, Suecia y Dinamarca, la defensa se percibe como parte de un contrato social más amplio. La población no es belicista, pero sí altamente consciente de su vulnerabilidad. El servicio militar obligatorio es asumido sin grandes resistencias y el gasto en defensa es visto como una inversión responsable.

3. El núcleo occidental: Potencias con vocación global.

Estados Unidos, Reino Unido y Francia tienen sociedades acostumbradas a verse como actores globales. Aunque no siempre existe entusiasmo por las guerras, hay un sentimiento de que su país debe tener capacidad de acción militar internacional. La defensa es parte de su identidad como potencias.

4. El sur mediterráneo: Prioridades sociales antes que militares.

En países como España, Canadá e Italia, la defensa rara vez aparece entre las principales preocupaciones sociales. El gasto militar se percibe como una amenaza al bienestar, y hay un rechazo emocional y cultural al militarismo. Muchas personas asocian la defensa con la guerra y desconfían de su utilidad práctica.

5. El caso heleno-turco: Defensa nacionalista y focalizada

En Grecia y Turquía, la defensa es vista a través de una lente nacionalista y focalizada en su rivalidad mutua. La población apoya el gasto militar, pero no necesariamente por solidaridad atlántica, sino por una historia regional de tensión constante. La amenaza percibida es cercana y concreta: el otro vecino de la OTAN.


Muchas percepciones para la misma realidad.

La cumbre de 2025 refleja una OTAN más cohesionada en el papel, pero con diferencias latentes entre gobiernos, sociedades y percepciones estratégicas. El nuevo objetivo del 5 % se aprobó, pero no todos lo interpretan igual, ni todos lo cumplirán del mismo modo. Algunos no lo van a cumplir y esperaran a la revisión del 2029, cuando se revisará el avance para excusarse.

Porque si, varios analistas coinciden en que los países firmaron el acuerdo sin tener planes de cumplir realmente el objetivo de gasto. La analista Estefanía Molina, por ejemplo, criticó la postura del español Pedro Sánchez precisamente por polemizar con un objetivo que simplemente podría haber pasado bajo la mesa. Sin embargo, “Las percepciones lo son todo” es una de las frases que más se utiliza en el mundillo diplomático.

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Del otro lado del mundo, la población de Hungría se siente segura siendo aliada de Moscú, los turcos creen que ser una potencia emergente les protegerá. Por su parte, los españoles e italianos no conectan la acción rusa en el Sahel como parte del problema de la migración irregular. Muchos franceses consideran que las armas nucleares son un paraguas absoluto; y varios alemanes, consideran que Rusia es un gran aliado por ofrecer gas barato y consideran el dinero como garantía de seguridad. 

Es cierto que en estos países muchas personas también comprenden la amenaza que representa Rusia y las debilidades de un continente fragmentado. Sin embargo, sus sociedades son mentalmente mucho menos homogéneas que las de Europa del Norte, Centro y Este, donde existe una percepción más clara y unificada de la OTAN como garantía de supervivencia.

Los políticos no solo son víctimas de esta mentalidad, sino que en muchos casos se aprovechan para sacar beneficio a nivel nacional. Algo que puede traducirse en una toma de decisiones oportunista que repercuta negativamente en el largo plazo.

La pregunta que nos queda sobre la mesa no es quién firmó el acuerdo, sino quién lo cree realmente necesario.


Luis «Kike» Souto (España-Venezuela): Periodista, Máster avanzado en Estudios Interdisciplinares por el Colegio de Europa de Natolín, Polonia. Miembro de Diplomacia Activa.

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