Cuando las diferencias se acortan: YO COMO VOS
“La realidad actual no admitirá soluciones fáciles y rápidas, y si se considera aplicar soluciones así, no será posible hacerlo sin exponer el planeta -este domicilio conjunto/compartido nuestro- a amenazas a largo plazo más catastróficas aún que las que plantea nuestro momento de apuro presente conjunto/compartido; sean cuales sean las opciones a las que recurramos, lo que debemos tener en cuenta es que inevitablemente afectarán a nuestro futuro conjunto/compartido (y esperemos que largo) y, por ello mismo, deben estar guiadas por el precepto de reducir tales peligros en vez de magnificarlos. Y es obvio que la indiferencia mutua no satisfaría ese criterio”.
Zygmunt Bauman
“Extraños llamando a la puerta”

Si hay algo que esta pandemia nos ha enseñado es que el hecho de vivir en países separados por fronteras —que han sido trazadas por voluntades y con objetivos particulares—, no nos impedirá vernos implicados en realidades que nos parecen, erróneamente, lejanas e indiferentes. Las fronteras y, particularmente el sentimiento nacionalista que las acompaña o que las recrea constantemente, han hecho olvidar —o al menos lo han intentado—, que el mundo funciona como un organismo vivo y completo y que si una parte de este todo se enferma, tarde o temprano, la otra también lo hará.
La falacia de que cada Estado funciona independientemente y de que es ajeno a las repercusiones que genera una decisión tomada por un gobernante en la otra parte del mundo, se cae hoy a pedazos y por su propio peso. El sentimiento nacionalista que ha sido infundido por las élites de poder y que ha servido para que nos enfrentemos entre nosotros, es el mismo que ha legitimado que niños, niñas y muchas personas que dejaron su país por razones de fuerza mayor mueran en su intento de alcanzar una vida más justa. Ese sentimiento hoy se pone en juego.
Este virus otorga una oportunidad para que los políticos puedan limpiar su imagen y demostrar que aún nos quedan algunas razones para seguir manteniéndolos en sus puestos pese a su incapacidad. Esto se genera como consecuencia del estado de crisis, en las que los medios masivos de comunicación, que generalmente relatan una verdad a medias, nos llevan por el camino del pánico a lo desconocido. Los gobiernos, y la maquinaria de información que los sostiene, nos han hecho creer que salir a la calle hoy es sinónimo de egoísmo e irresponsabilidad. Aunque haya parte de verdad en lo anterior, sería interesante para mí y supongo que para muchos otros, tener el espacio para cuestionarles si no han sido sus propias irresponsabilidades y egoísmo lo que han provocado que hoy tengamos sistemas de salud que se caen a pedazos y falta de personal calificado para hacerle frente.
«Como las naciones moldean identidades nacionales». (video en inglés)
El avance del COVID-19 a lo largo y ancho del planeta ha puesto en alerta a los gobiernos y los ha llevado a implementar algunas acciones, entre las que se encuentra el cierre de estas fronteras imaginarias (y no tanto) que se muestran más poderosas y eficientes que en otros momentos de la historia. Tras estas medidas, muchos ciudadanos de diferentes Estados se vieron imposibilitados de regresar a su hogar y se encuentran, aún hoy, varados en el lugar en el que los encontró la toma de las mismas, llenos de incertidumbres y sin respuestas. Bienvenidos señores y señoras a una minúscula parte de la vida de muchas personas que se vieron forzadas a abandonar su país de origen por la violencia, el hambre o la guerra y que no corrieron con la suerte de llegar a destino por políticas migratorias basadas en números y no en personas, en recursos económicos u opinión pública (formada por esa maquinaria de información con la que cuentan los gobiernos), pero nunca considerando a los migrantes como sujetos de derecho. Muchas de estas personas son detenidas sin que se cumplan las garantías del debido proceso o son confinadas en campamentos (muchas veces hacinados), sin posibilidad de acceder al mercado de trabajo, a educación o a servicios básicos como el agua potable. Y pensemos que actualmente muchas de ellas siguen viviendo en esos espacios en los que ni siquiera tienen los medios para tomar las precauciones mínimas necesarias para prevenir un brote del virus y, mucho menos, los recursos para hacerle frente.
Con lo anterior no busco minimizar la situación de aquellas personas que debido a la pandemia han quedado desamparadas en otros países, nada más lejano: todos y cada uno de los gobiernos tienen la obligación de traer a esas personas a casa y a salvo. Solamente considero que esta es una excelente ocasión para empatizar más y entender que la vida puede hacernos conocer una pizca del miedo que atraviesan todos los días las personas migrantes forzadas en Europa o hacernos saber qué sintieron los habitantes de una ciudad al otro lado del planeta hace unas semanas atrás.
Hace un tiempo, aludiendo a otro tema, Zygmunt Bauman se refirió a todo aquello que nos resulta desconocido o extraño y escribió acertadamente que “… el desconocimiento de cómo continuar, de cómo tratar una situación que no hemos creado y que no tenemos bajo control, es causa fundamental de grandes ansiedades y miedos». Como todo aquello que desconocemos y que altera nuestra forma “segura” de vivir, el coronavirus asusta y mucho. Tenemos que recordar, sin embargo, como dijo Juan Sklar hace unos días, que aunque muchos de nosotros no hayamos sido víctimas de una pandemia antes, probablemente hayamos atravesado alguna situación que nos provocó mucho miedo o incertidumbre en algún momento de nuestras vidas. Hagamos la prueba de recordar la fuerza que tuvimos para salir de aquella y pensemos que hay una cantidad inconmensurable de personas que, como nosotros, tendrán esa fuerza para hacerlo. Pasaremos esta tormenta y ojalá que cuando termine haya servido para algo.
María Clara Stavile (Argentina) | Lic. en Relaciones Internacionales (UC)
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